Rodolfo González/ Colaboración/
Timoleón Corrales tenía un apodo. Sus amigos tomaron la primera sílaba de su nombre y la primera de su apellido y lo apodaron “Tico”.
Era bueno para jugar fútbol. Así que el dueño de la bola, Chico Antonio Pineda, lo llamó a jugar de portero en el equipo del barrio: “El General”.
Chico Antonio Pineda también tenía un apodo construido con una técnica parecida: la primera letra de sus nombres unida a la primera sílaba de su apellido: “Chapín”. Él, por tener la bola, tenía también la Capitanía de El General.
En el equipo de Chapín también jugaban Salustio Valverde (apodado Salva) y que era un delantero muy veloz. Nicolás Araya (apodado Nica), que hacía diabluras en el medio campo. Y Carlos Traña Chorres, alias “Catracho”, que era un defensa de los mejores: difícil de vencer, duro de roer.
“El General” empezó a entrenar a principios de setiembre, en la cancha del Barrio La Independencia. Como eran niños hicieron amistad rápido, aunque en sus casas los papás se veían con un poco de recelo y desconfianza.
Esto era especialmente cierto en la casa de los papás de Tico, donde decían que desde que habían llegado al barrio se las habían tenido que apañar solitos. Según ellos, en aquel entonces, cuando el barrio empezó, en un lote propiedad de un español, casi nadie los visitaba porque su casa quedaba al puro final de la calle, donde todavía no había ni luz ni teléfono, ni nada interesante que ver.
Según los papás de Tico, más de una vez, un representante de la junta de vecinos del barrio La Independencia, había llegado a cobrar los servicios de seguridad y otras cuotas vecinales. En cambio, no eran frecuentes las invitaciones a fiestas de cumpleaños o el envío de postres para Navidad, o las gestiones para acelerar la llegada de la luz eléctrica y el teléfono hasta ese final de calle. Se quejaban mucho los papás de Tico, y decían que eso les había enseñado a hacer casa aparte. En la puerta de la casa de la familia habían puesto un letrero que decía: “Cada uno en su casa, y Dios en la de todos”.
La familia de Chapín, en cambio, era muy metida a organizar las cosas del barrio. Desde el principio los adultos de la familia salían electos presidentes de la junta de vecinos, organizadores de ferias, encargados de la seguridad, en fin… toda una tradición de liderazgo comunal que los hacía sentirse pioneros, como los Buendía en Macondo.
Eso sí, la cuota de trabajo y liderazgo comunal a veces se turnaba, especialmente entre los papás de Salva, los tíos y padres de Nica, y los abuelos de Catracho. Alguna vez un pariente de Catracho, llamado Chico Morazán, se había convertido en el presidente de la junta de vecinos. Pero había tenido un pleito con la familia de Tico y al final estos mandaron a Chico a vivir a un barrio del que nunca regresó… Porque claro, cada una de estas familias tenía sus pleitos, dentro de casa, y fuera de ella. A veces los pleitos despertaban a los vecinos en mitad de la noche, y los hacían rezar un padre nuestro y un avemaría. Otras veces, unas familias se metían en los pleitos de los vecinos, y aquello levantaba roncha que hacía invivible la vida en el barrio.
Pero eso sí… cuando el barrio estaba amenazado seriamente, los vecinos ponían de lado sus diferencias y hacían causa común…
Al menos eso pasó una vez, con el equipo de fútbol El General, en la cancha del barrio La Independencia…
Todo comenzó con un enfrentamiento entre los hermanos mayores de Nicolás Araya: Liberto Araya y Conservador Araya. A ambos les dio por ver quién se dejaba el balón de su familia para ir a jugar los siguientes seis sábados a la cancha de la Independencia. Decidieron hacer un partido de futbol, para decidir la disputa. El ganador, se dejaba la bola por seis sábados. Todo iba muy bien, hasta que Liberto buscó como refuerzo a la pandilla de Billy Donald Walker Trump, una familia a los que les gustaba jugar en la zona del río que atravesaba al barrio, y no mezclarse mucho con el resto de la calle. Cuando Billy Donald Walker Trump reforzó al equipo de Liberto, aquel y sus matones poco a poco empezaron a controlar la cancha, y a no dejar que los demás niños del barrio jugaran allí. Fue entonces cuando los niños de El General decidieron sacar a Billy Donald Walker Trump de la cancha: lo retaron a un partido, a las once en punto, un primero de mayo: “aquí estaremos, todos”, dijeron los chiquillos. Pero no contaron con que en sus casas, los papás todavía estaban masticando pleitos viejos y recientes con sus vecinos, y eso afectó los entrenamientos como la puntualidad en la cancha.
Billy Donald Walker Trump se rio a carcajadas al ver las divisiones y dificultades en sus contrincantes. Aún así aceptó el reto, aunque con una condición: se iría de la cancha solo si recibía cinco anotaciones. “Cinco o ninguna” fue su lema y su trato.
Los recuerdos de ese partido aún se cuentan en las familias del barrio, especialmente en la de Tico, que jura y perjura que el haber anotado los primeros goles, y eso que era el portero, había definido el juego a favor de El General. Eso le causó algunas fricciones con el mediocampista Nicolás Araya, que tenía una versión distinta de los hechos. Pero el caso es que aquel partido se resolvió a favor de El General, al menos aquella vez, y la cancha quedó libre para las mejengas de este célebre equipo de barrio…
Cuentan que hay muchas aventuras de fútbol esperando para ser relatadas.
Tal vez alguien debería escribirlas. En la casa de Tico, por ejemplo, cada 15 de setiembre sacan el viejo álbum de recuerdos de los partidos de El General. Claro, enamorados de su portero, en el álbum solo hay grandes atajadas de penales y tapadones de tiros libres…son muy poquitas, casi ningunas, las fotos de los pases de media cancha de Nicolás, o los goles de cabeza de Salva, o las barridas por las bandas de Chapín, o los rechazos de tijereta de Catracho. Es que claro, algo queda de aquel viejo rótulo que aunque ya no está sobre la puerta, quedó rondando en la mente de la familia de Tico: “Cada uno en su casa, y Dios en la de todos”. Aunque dicen que los chiquillos no piensan en esas cosas cada vez que salen a la cancha y deciden jugar fútbol… es que con una bola en los pies todas las otras cosas se olvidan…