Andrea Dardón/Colaboración/
Gaby Moreno es cada vez más famosa. Ya no es esa chica que está comenzando a cantar, componer canciones y que solo algunos de nosotros hemos escuchado, sino ya es esa chica que vende todos los asientos para un concierto en el Teatro Nacional. No solo eso, Gaby Moreno es la chica que ha estado en gira por Europa, a quien están conociendo por duetos con Ricardo Arjona y quien se ha subido al escenario con Bono. Su estilo único, alejado del pop al que muchos artistas recurren, nos hace pensar que se ha tomado un café con Ella Fitzgerald y Louis Armstrong y de ellos ha aprendido.
Su voz es “la prueba final que Dios existe” como dijo Jaime Bayly en una entrevista y vaya que ha sabido explotarla. Su voz y melodías nos trasladan a una época dorada, a un París, o a una fiesta digna del Gran Gatsby. Ella ha mantenido su estilo, compone la música que más ama y todos la admiramos por esto.
Lo que más me intriga de las conversaciones sobre esta cantante es que todos la alaban, la admiran porque está cantando con el doctor House (sí, acaba de grabar unas canciones con Hugh Laurie, mejor conocido por interpretar a Dr. House en la televisión), pero la admiran más porque está logrando todo esto siendo guatemalteca.
Una pausa. La admiramos por su talento, claro, pero la admiramos más porque como guatemalteca sobresalió y está siendo reconocida.
Esto es absolutamente válido. Gaby está llevando el nombre de nuestro país y está haciéndolo de una manera positiva. Lo que me intriga es que nuestros comentarios vayan en la línea de “a pesar de ser guatemalteca, Gaby está sobresaliendo”.
¿Por qué por ser guatemalteca es más digna de admiración? ¿Significa que no todos los guatemaltecos pueden lograr lo que ella, entonces ella debe de haber sido privilegiada y recibido el favor de los dioses?
Este tipo de comentarios me hacen meditar en nuestra cultura y pensamiento. Somos una cultura que no cree que en realidad podemos hacer mucho. Podemos tener grandes sueños, pero muy raras veces los perseguimos. Quizás sea por miedo a fracasar, porque nos han dicho que nos vamos a morir de hambre o porque en Guatemala simplemente no hay oportunidades.
Gaby me ha enseñado una lección. No es a pesar de ser guatemalteca que ha logrado sobresalir, sino ha sobresalido porque se ha esforzado y está siguiendo su corazón.
La admiro y quiero seguir sus pasos. Quiero mantener mi estilo, quiero lograr lo que sueño y lo voy a hacer siendo guatemalteca. Mi nacionalidad no es un impedimento, mi nacionalidad es simplemente mi identidad.
Nuestra admiración no debería ir enfocada en que alguien siendo guatemalteco ha logrado lo que otros no han hecho. Todos podemos hacerlo, solo debemos esforzarnos y luchar.
Si dejamos de usar a nuestro país como excusa, podremos ganar premios de la Academia, Grammys, muchas más medallas olímpicas y más Nobel en todas las disciplinas (porque seamos honestos, ya pasó mucho tiempo desde que ganamos el último). Dejemos de creer que los sueños absurdos existen. Si usamos nuestro país, nuestro contexto y lo que tenemos a la mano como una plataforma, aunque no sea mucho, subiremos los escalones hasta el éxito y hasta nuestros sueños.
Gracias Gaby porque nos estás inspirando. Si tú lo estás logrando, no veo por qué todos los demás no podamos hacerlo.