Armaa

José Pablo Ortega Grajeda/ Colegio Liceo Javier/

El domingo pasado en misa, una señora como cualquier otra se sentaba en la banca situada frente a mí. Noté en ella algo que me pareció totalmente inusual. ¡Tenía una pistola en la cintura!

Me puse a pensar, ¿cuál es la verdadera razón de portarla? Posiblemente sea una policía encubierta, aunque eso suena bastante fantasioso.  Tal vez estaba protegiendo a alguien. Sí, eso suena más probable. Pero, ¿a quién? Y sobre todo, ¿de quién?  De pronto, se me vino a la cabeza la idea. Sin duda estaba asumiendo su propia defensa, velando por su propia seguridad.

Y no solo eso: se estaba defendiendo de la Guatemala inhumana que nos azota hoy en día.

Así como ella, muchos compatriotas toman la decisión de hacer justicia por sus propios medios. Derivado de que observan que la ola de violencia en este país simplemente no termina, optan por hacerse parte de ella, portando un arma para defenderse… por si las moscas. Es algo así como la conocida frase de “si no puedes contra ellos, úneteles”. Cosa más absurda, en mi opinión, cuando hablamos de un tema tan delicado como este. ¿De qué sirve hacer más profundo el agujero, cuando se supone que debemos llenarlo? ¿De qué sirve atacar la violencia con más violencia, si estamos buscando erradicarla?

Claro, muchos lo pueden ver desde otro punto de vista.

Lo explicaré con el siguiente ejemplo: Un niño es asesinado violentamente en una de las calles más concurridas de la capital. Su padre justo estaba saliendo de la tienda cuando ve el atentado. El malhechor sale huyendo, y el padre empieza a perseguirlo, pistola en mano. Una vez que lo alcanza, lo tira al piso y sin siquiera reflexionar o reconsiderar su acción, le impacta dos balas en la sien al asesino. Tomó la justicia en sus manos, sí, pero ¿no se convirtió en asesino también? El fin justifica los medios, dicen por ahí, pero en verdad, nada justifica la muerte de una persona. Nada. Nosotros no tenemos derecho sobre la vida de los demás. Y aunque él arrebatara una vida ajena, no es excusa para arrebatar la suya. El padre buscaba más una venganza disfrazada de justicia. Hizo más violencia de la que ya se había generado. Se convirtió en exactamente lo que quería evitar.

Así es posible mencionar miles de historias de personas que únicamente querían hacer justicia, y terminaron siendo ellas mismas, cómplices de la muerte y la destrucción. Y hasta los especialistas coinciden en lo mismo.  Hace un par de años miraba las noticias y escuchaba a un médico forense que trabajaba para el Ministerio Público. Él era encargado de realizar las necropsias para determinar la principal causa de muerte. En esa ocasión le habían llevado el cuerpo de un hombre que había sido baleado; posiblemente un marero por los tatuajes que aparecían en su cuerpo. Él incluso explicaba qué tipo de arma habían utilizado en el homicidio. Pero dijo algo muy interesante y es con lo que me quedó: “Yo no uso armas, porque sé del daño que pueden causar, no solo para una persona desde el punto de vista físico, sino para una sociedad como la nuestra, tan quebrantada y tan necesitada de vivir en paz.

Mientras más personas porten armas, más violencia habrá. Es algo tan obvio que hasta parece ridículo decirlo, pero muchos no se dan cuenta de ello.

Y lo peor es que la juventud de ahora está tomando ese ejemplo y quieren andar por las calles “protegidos” con un arma en la cintura. Dicen que los jóvenes somos el futuro de Guatemala, pero ahora me doy cuenta que eso ya dejó de ser válido. Ahora somos su presente. Por lo tanto, debemos ser en verdad la generación del cambio.

Vemos a diario muertos, ¿para qué rayos queremos más? ¿Para qué ser cómplices de la muerte? ¿Por qué unirnos a la destrucción en vez de seguir luchando contra ella, empleando los recursos correctos y legales? ¿Por qué ir en busca de una Guatemala armada hasta los dientes, cuando lo único que se necesita es armarse de valor para construir una sociedad que viva en verdadera paz?

 

Fotografía: www.exteriores.libertaddigital.com

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