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Gabriela Carrera/ Corresponsal/ Opinión/

Después y a pesar de dos atentados, uno por mujeres en un mercado y otro una bomba lanzada a su vehículo, Irma Flaquer no dejó de escribir. Nunca dejó de escribir, hasta el momento en que otros la obligaron porque les era incómodo escuchar la verdad de un Estado violento. En un tercer atentado el 16 de octubre de 1980 –tal vez a las 12:15-, balearon su carro dónde se conducía con su hijo. Me la imagino separándose de Fernando, ensangrentado y muriendo; y ella, desesperada, alejándose para siempre con la imagen de un hijo que sufre.

Antes de morir, entre el segundo y tercer intento por matarla, escribió un libro de relatos. Lo dedicó a su asesino “este libro está dedicado a ti, mi frustrado asesino”.  A un asesino que seguramente mató a muchos más, que hizo sufrir a muchas otras familias, que arrancó presentes y futuros, que acribilló voces. Y aún así, escuchó a Irma.

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Escucho la bomba, las 300 esquirlas perforándote los pulmones y más adentro, en lo profundo, oigo tu voz rogando por la vida. Esa es la historia de Guatemala, en un continuo de políticas estatales y empresariales que, dando la espalda a la persona, despliegan mecanismos descarados y cínicos de muerte, lenta para unos, impredecible para otros, pero nunca menos salvaje. “En un país pequeño, bello como debe ser el paraíso, sucedió un caso semejante”, Irma…

La Guatemala de hoy ya no es la que era antes.

Pero persisten en la realidad, la imposibilidad de entender la necesidad de una sociedad más justa. Hoy por hoy, siguen los experimentos, aquellos que tú, Irma, contabas: “Un día cualquiera, un joven bien intencionado cayó en manos de dos políticos, quienes con toda conciencia y refocilo, le inyectaron una misteriosa doctrina que lo transformó en faccioso”, que lo transformó en un hombre lobo, un caza terroristas, un arquitecto de ideologías violentas, por odio o por indiferencia. Sigue sonando en todos los corazones de este tiempo, que no te dejaron vivir, la palabra injusticia.

La injusticia será injusticia a pesar de los intentos que hagan todos ustedes para explicarla. El que calle ante el atropello de los indefensos es un cobarde”, decía el niño que imaginaste, el huérfano Chepequique. Pero Irma, nunca defendiste la violencia, nunca la de un bando o del otro, y ahora si vieras este país convulsionado con su altar a la Tragedia, te sentirías también impotente. La injusticia sigue teniendo nombre de pobreza, de violencia, de represión, de explotación o de impunidad, como impune sigue siendo tu desaparición.

Seguimos aquí. “Nunca olvidaré que para seguir viviendo, he de continuar comprendiendo y perdonando”. Guatemala siempre a las 12:15, esperando a comprender y a perdonar, a dejar de perseguir la sonrisa para que después de un exilio largo, pueda dejar de huir.

 

Fotografía: www.impunidad.com

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