Un sorbo de café, una doblada a lo Chapín y el tiempo escurridizo detrás. El reloj marca a las 6:30, antes de haber dejado en orden la casa, se dispone a salir. Tan puntual, como siempre; nunca buscó pretextos a pesar de tener una familia que atender. Y antes de estar a una distancia corta, estuvo en escuelas donde no llegaba ni la carretera principal de terracería. En una, proyectaba el trabajo en campo con sus alumnos, haciendo siembras; en otras cantaba el hermoso Himno Nacional de nuestro país en el idioma materno (Poqomchi’) de sus estudiantes. Literalmente, amó lo que hacía.

Dieciséis  de enero, primer día de entusiasmo para algunos y una voz apresura a que salga de casa; diciendo: “es demasiado tarde, a esa hora estaba ya recibiendo a los niños”. Sin prestar mucha atención, emprendo mi camino, con la misma rutina de años anteriores. Cabe decir que hay cosas que no cambian, bueno desde mi perspectiva creo que es así. ¡Es una lástima! Siempre he querido ser diferente, y a punto de empezar mi tercer año laboral como servidora pública, creo que me he adaptado al montón. Siempre pintamos lo bonito, pero es necesario que alguien diga la realidad en que estamos o más bien, las personas que están cerca de nosotros nos lo hacen saber y claro: las estadísticas del SIRE (Sistema de Registro educativo).

Realmente, creo que la llamada de atención por el tiempo era esencial, luego de terminada la jornada ya de camino a casa bajo esa frondosa vegetación y bellos parajes que caracteriza a la comunidad donde laboro, los pensamientos salen a flote. O pudiéramos llamarle “conciencia”, en donde mi yo interior apenada me dice a gritos que este año debe ser mejor o si no estaría jodiendo la vida de otra generación. Y todos los valores que me dio mi madre, también docente, los tiraría al borde del yacimiento de mediocridad.

Aunque muchos docentes se aquejen que no hay recursos, infraestructura y que el salario es poco, todo eso no serviría tenerlo, si no empezamos por preguntar ¿Hacia dónde va la educación?

Nos graduamos como docentes, pero realmente no estamos preparados como tales, esos tres años de desvelos y preparación, no fueron suficientes.  En lo personal, ese tiempo no bastó para saber qué hacer estando frente a un grupo de niños y niñas. Mientras que en otros países como España, un docente debe tener una especialización para ello y al momento de solicitar una plaza, este debe pasar por una serie de procesos.  Este método fue el que en algún momento quisieron aplicar en la convocatoria pasada de oposición a puesto docente, pero no se dio.

Por otro lado, tuve que ver qué pasaba, emplear causa y efecto. En una escala de 0 a 10 me colocó un cuatro, no  porque no trabajara, sino porque siento que pude haber hecho más. Hoy el primer grupo está en tercero primaria y aún falta para que vea qué es lo que ayude a moldear. Aludiéndolo a la interrogación de esta columna, sé decir que nuestra educación es pésima, vista desde una docente y estudiante universitaria. No tenemos criterio propio y menos las ganas de cambiar nuestro país, nos faltan los valores y “andamos ahí improvisando a ver que sale”. El resultado es que hay una sociedad en que la miseria nos rodea y sus efectos cobran desigualdad, sobrepoblación delincuencia, desempleo y un sinfín de problemas sociales que no le damos solución. ¿Cómo buscar soluciones si no estamos orientando a ciudadanos competentes y críticos capaces de unificar fuerzas para enfrentarse a la voracidad de los capitales extranjeros y los nuevos poderes fácticos? Ante esta situación, es prudente replantear los conceptos del ser docente; aunque suena utópico, debemos darle otra faceta o como decía mi madre ser de tiempos pasados; el “Todólogo”.

De esta manera la educación se convierte en la principal garantía de un futuro mejor y vía para lograr el desarrollo individual y colectivo.

Enfocándose a los primeros artículos de la Ley de Educación Nacional, como dice en el Articulo 2, numeral 4: “Formar ciudadanos con conciencia crítica a la realidad guatemalteca en función de su proceso histórico para que asumiéndola participen activa y responsablemente en la búsqueda de soluciones económicas, sociales, políticas, humanas y justas.”

La transformación de la educación debe partir de uno mismo como docente, aun estando en precarias oportunidades, y por ello, mi compromiso este año es dar lo que el sistema educativo no puede dar, y quiere que no hagamos por miedo a que revolucionemos nuestra sociedad. Lo invito a usted, si es docente a crear sueños y metas a corto plazo para que el futuro de nuestros estudiantes sea realizable, y si no lo es, comparta el impulso de ir mejorando.

Imagen de portada: Bread for the World

Compartir