El año 2020, pudo no haber sido lo que esperábamos, ni cumplir nuestras expectativas, pues el confinamiento causó cierta desilusión al limitarnos a cumplir con nuestras metas y aspiraciones planteadas a principio de año con total libertad. Del mismo modo, resultó ser un año lleno de dificultades y frustración por obligarnos a adaptarnos a una nueva modalidad de estudio y de trabajo, cuando ya estábamos preparados para disfrutar o aceptar lo que nos ofrecía nuestra rutina y “normalidad”. Cuesta un poco de trabajo ser optimista y proyectarnos en un futuro mejor cuando nuestra realidad nos comparte, por medio de las noticias o por experiencias propias de las personas cercanas, que a esta altura del año, muchos que perdieron su empleo en los primeros meses del año debido a una crisis sanitaria, siguen sin tener oportunidad de trabajar; que empresas quebraron o están en una crisis de tal magnitud que los empresarios y emprendedores han tenido que re formular un plan estratégico para levantar de nuevo un proyecto en el que por años trabajaron y trataron de hacer realidad; que profesionales que se prepararon por mucho tiempo no tienen el ingreso necesario para sobrevivir porque la falta de dinero impide el contrato de sus servicios; todo este contexto hace parecer que nuestro esfuerzo no vale un sueldo justo o la pena.
Sin embargo, debemos recordar que el ser humano, ha demostrado con la historia y por medio de grandes inventores, pensadores, filósofos y emprendedores que cuando la vida y las circunstancias de nuestra realidad nos dan la espalda y nos limita las oportunidades para crecer, nosotros podemos confiar en nuestro potencial y principios y crear nuestras propias oportunidades. De este modo, me gustaría utilizar este espacio para plantear mis conclusiones y la enseñanza que me dejó el curso Intégrate, además de mi propia experiencia, para que pueda, de alguna manera, motivarlos y orientarlos a fortalecer su identidad y confiar en ustedes mismos para construir sus propios y auténticos caminos, de modo que puedan sacar su emprendedor interior, incluso en tiempos difíciles y llenos de retos como el que ahora atravesamos.
Una identidad sólida y ética es la columna que da forma a tus proyectos
Muchos piensan que el autoconocimiento es solo un plus a nuestra formación integral y que el tiempo que se emplea en el autodescubrimiento de capacidades, virtudes y en la identificación de los valores y principios que nos definen, no es tan importante en el proceso de preparación para ser profesionales como lo es la preparación académica; pero resulta que sin una identidad definida, es decir, sin saber verdaderamente quién eres y apreciar el mundo de capacidades, convicciones, ideologías, afinidades, dificultades y virtudes que eres, se limita de una forma significativa el rendimiento académico que puedes llegar demostrar en tus materias, pues cómo sabes si verdaderamente puedes desenvolverte en una materia o ciencia, si no sabes si esta es o no compatible con tu competencia o si va en contra de esos principios que conforman tú “yo verdadero” y proyecto de vida.
La obtención de conocimientos por lo tanto, debe ir de la mano con el conocimiento sobre los valores (dignidad, libertad, responsabilidad, servicio, liderazgo y los demás que de ellos se derivan o se relacionan)que nos hacen ser líderes adultos excelentes y sobre todo, que construyen nuestra identidad, pues de esta forma, nuestro trabajo y esfuerzo toma un valor aún más satisfactorio y se inclina a buscar no solo un beneficio individual, sino uno social y empático con las necesidades de todos los que nos rodean y de eso modo, alcanzar un verdadero éxito y duradero que contribuya a la sociedad.
Parte de la prioridad que le demos a conocernos y definir una identidad, es aprender a observar, escuchar y compartir con las demás personas, ya que las percepciones de otros alimentan y sirven para solidificar nuestra identidad; además, despiertan en nosotros empatía y el interés por aprender a convivir en sociedad, de manera que le damos importancia a los factores sociales y éticos, que nos ayudan a ser consientes de la realidad que enfrentan las personas y a desarrollar un autocontrol que permite, nos comportemos de manera que hagamos sentir a los demás y a nosotros mismos cómodos dentro de determinado grupo social. Se origina y surge un interés social que nos motiva a prepararnos no solo para ser reconocidos y premiados, sino también a prestar servicio, valor sin el cual nuestras profesionales no tienen un total sentido o propósito.
Un profesional con valores será capaz de ampliar sus perspectivas y entenderá que hacer del mundo uno mejor no solo significa hacer o construir un proyecto que incluya e influya a grandes masas, sino que, también significa hacer de la realidad de quien lo necesite una mejor y digna, por medio de sus propios conocimientos, principios, autenticidad y orientación; es de ahí en donde le encuentro el sentido a la frase “el cambio empieza en ti” pues con solo mejorar nuestra propia realidad, estamos mejorando al mundo y dejando un legado porque, como ahora entendemos, nuestra realidad incluye a nuestra identidad y con ella, a la sociedad.
Es así como aprendemos a apreciar la vida y aprendemos a aprovechar y ver el lado positivo de cualquier circunstancia, ya que con una identidad existe un amor propio y una visión emprendedora que nos permite identificar oportunidades en donde posiblemente a simple vista no sean identificables y de esa manera, nunca dejar de alzar la voz y no posponer nuestras metas y aspiraciones.