Diego Gutiérrez / Opinión /
En cuestión de un segundo tu vida puede cambiar completamente. Aún recuerdo haber hecho el alto correspondiente, seguir normalmente la marcha y ¡boom!, dos segundos después, aún con el auto en marcha mi cerebro trabaja a mil por horas verificando si quién me acompaña está bien. Intentando descifrar que había pasado ,¿estaba bien yo también?
– ¿Estás bien?, ¿segura?, déjame ver. No había sangre, ni vidrios rotos. ¡El otro carro! Debo parquearme, poner las luces de emergencia y ver que pasó. Uff, no es casi nada: un silvín, el capó un poco levantado, el bumper quebrado es lo peor. ¿Y dentro? Salió un chavo, molesto obviamente:
– ¡¿No viste el alto?! Yo llevaba la vía.
– Disculpá mano, no te preocupés, yo tuve la culpa. Te voy a arreglar el carro. ¿Vos estás bien?
– Sí, todo bien. ¿Tenés seguro?
– No vos.
– Ala gran, bueno, déjame llamar al mío igual. Que ellos lo arreglen.
Aún con mucha adrenalina en el cuerpo, ayudé a salir a mi acompañante del carro. Mi carro se veía trágico. La puerta hundida completamente, ya no se podía abrir. Fue una bendición que el sillón se llevara todo el impacto del golpe y que el vidrio resistió maravillosamente. En cuestión de algunos minutos, salió gente a ver los sucesos.
– ¿Tiene seguro joven? – me preguntó un señor que se acercó a mi.
– Pues no, no tengo. Pero él sí tiene, respondí.
– Cómo no se va, esa gente solo son unos ladrones. A mi una vez quisieron terminar cobrándome el costo de mi carro y mucho más. Les dije que se lo llevaran y que dejaran de molestar.
Y así me contó varias cosas y agradecí su preocupación; sin embargo, no cabía en mi mente simplemente huir de mi responsabilidad como muchas otras personas lo hacen. Nunca me había percatado que los valores viven en las personas y no en las grandes empresas.
Llamé a un solo amigo, quien aún estaba lejos del lugar. Me recomendó tomar fotos así que, aún con el teléfono tan simple con el que contábamos, le tomé fotos a su carro y al lugar del accidente. En algunos minutos llegó la moto del seguro, también a tomar fotos y un tiempo después la panel / oficina del seguro.
Se presentaron amablemente, se mostraron preocupados por nuestra salud y nos invitaron cordialmente a pasar a la oficina. Nos mostró la papelería, nos explicó que realizarían la cotización correspondiente y que luego de ello se me notificaría para realizar un convenio de pago sobre los gastos. Que podía hacer el pago por partes, que me podían esperar al aguinaldo, bono 14, que todo sería una maravilla. Solo tenía que firmar el documento que ya había llenado con mis datos y listo. El cielo y las estrellas pintados para un pobre iluso, cegado por el prestigio de una marca, el nerviosismo del momento y la falta de experiencia. Firmé.
Aún recuerdo haber intentado intercambiar números con el otro muchacho. Estas cosas no se viven todos los días y quería asegurarme que su carro quedara bien al final. El papá, una persona prepotente y abusiva, solo confirmó que la gente ya no confía en la gente. Ni siquiera hubo un apretón de manos, nada… frente a lo material parece que no todas las personas razonan humanamente.
El camino a nuestros destinos fue lo peor, hubiera preferido no manejar al menos por un buen tiempo. Pero tocó hacerle frente y seguir adelante a pesar del miedo. En general no fue un buen día y contar una y otra vez la historia no ayudaba mucho. Al final del día, no fui a mis clases y nos fuimos a celebrar la vida cenando en un buen lugar.
Pasó aproximadamente un mes y me comuniqué con el seguro, ya no me habían llamado.
– Disculpe, aún se encuentra en reparación. Nos comunicaremos con usted más adelante.
Vaya, qué extraño. Supongo que la cotización se envía más adelante, ya había cotizado por mi cuenta y me parecía un precio razonable. De cualquier manera empecé a ahorrar. Y también tenía que arreglar el mío, fue una pena andar con él en el estado en que se encontraba.
Un mes después empezó la verdadera pesadilla.
– Sr. Gutiérrez, le saluda fulano. Soy de la empresa Cobros S. A. representando a seguros X. Usted tuvo un accidente tal y tal día con tal y tal carro. Le comento que la suma que debe cancelar es de tanto.
“Tanto” era por lo menos 3 veces más de lo que yo había cotizado y aún lo había calculado con cierta holgura.
– ¿Qué? ¿Está usted seguro? Mire lo que se dañó en el otro carro no fue para tanto.
– Pues esto es lo que yo tengo Sr. Gutiérrez. Pero si usted paga hoy de contado puedo hacerle un pequeño descuento. También puede venir a firmar un convenio de pago pagando mil mensuales pero por la primera cantidad.
– La verdad es que no le creo, hágame favor de enviarme las facturas de los gastos y con mucho gusto accedo a pagarles.
Hoy en día aún espero esas facturas, según lo que me fueron contando conforme pasó el tiempo, existe un convenio entre los talleres y las aseguradoras. Supongo que el precio varía según la conveniencia y obviamente esas facturas también. Al fin y al cabo de algún lado debe salir el pago de Cobros S. A. y del motorista que llegó al accidente y de la camionetilla que llegó al poco rato y por supuesto las utilidades de la empresa y sabe Dios que tanto más. Claro, no afirmo nada, son suposiciones, aunque no creo muy lejos de la realidad.
Haciendo corta la historia, recibí llamadas diarias de esta empresa por más de dos meses. Los tonos de llamada pasaron de la cordialidad, a las amenazas de demanda, a la cordialidad nuevamente, a la de una grabación, la de un abogado, demanda nuevamente, cordialidad, pena, amistad, desesperación, resignación… Todo el arsenal que tienen en el call center de esa empresa. Incluso se tomaron la molestia de enviar un correo a mi trabajo informando de mi “penosa situación”. Sí, hay gente que de 8 a 5 se dedica a trabajos como estos.
Intenté dialogar con la prestigiosa marca y lo único que logré fue una “disculpa“, que lastimosamente esa era la forma de cobrar de esa empresa. La imagen de la aseguradora se escuda trasladando su deuda a otra empresa, de manera que prácticamente se lavan las manos. Eso sí, a la hora de pagar, el dinero va directo a sus cuentas y ellos allí sí se encargan de extender el finiquito y darte las gracias…
Después de un buen tiempo he decidido compartir esta historia con la mayor cantidad de personas que pueda. Me parece que debemos apoyarnos entre todos y este será mi granito de arena. Dicen que no se aprende de la experiencia ajena, pero estoy seguro que al menos tendrás mucho que pensar la próxima vez que choques o que te choquen. No cabe duda que la mejor arma es combatir el fuego con fuego y no prescindir del seguro, porque aquí en Guatemala también es inseguro chocar…