Jose Coronado / Opinión /
Es una cosa curiosa, eso de definir afinidades políticas como lados, casi parece que fuéramos niños aprendiendo cómo llamarle a cada una de nuestras manos. A menudo cuando estudiantes de Política o Derecho de las diferentes universidades se topan, debaten con agria pasión por el tema, y es que en el interior parece usual que nos identifiquemos con alguno de los bandos.
Como diría David Boaz “los de izquierda” tienden a solidarizarse con “la gente trabajadora” y acusar a los otros de avanzar únicamente los intereses de la clase alta. En cambio “los de derecha” usualmente se decantan por un apoyo al individualismo y parecen satisfechos de acusar al bando opuesto de ser un montón de colectivistas.
Existen unos cuantos problemas con esta manera tan común de ver las cosas, que quizá sean mayores a la utilidad que conlleva tener un par de palabras en las cuales verter el cúmulo de teorías y posiciones políticas que se manejan en la sociedad moderna. No me parece sabio hacer las del manco cuando tenemos dos manos, así como parece ser inapropiado definirnos como de un lado cuando no es necesario sacrificar el otro.
Ya ni siquiera es completamente seguro a qué hacen referencia ni la izquierda ni la derecha.
Puede que reducir la política a un juego de fútbol, con ideologías en lugar de equipos encontrados, sea una analogía feliz, pero no es la más adecuada. A lo largo de los años se ha desarrollado un antagonismo y la idea de que no se puede tener cosas como libertades civiles y económicas al mismo tiempo, es decir, que existe una incompatibilidad entre las mismas, parece haber cuajado en la sociedad.
Se han creado dañinos estereotipos, típicamente relacionados con las palabras capitalista o comunista, que vuelven la tarea de hacer de menos a las personas cosa fácil. Se genera una mentalidad de nosotros contra aquellos que nos dificulta ver más allá de nuestras narices y que termina por cerrar las mentes de las personas. Creer que el ISR es un impuesto poco provechoso para la sociedad no me hace un cerdo capitalista, y mis opiniones feministas o sobre cómo la libertad de expresión no debe ser limitada por el Estado no me hacen un hippie sucio.
Es hora de llevar el análisis al próximo nivel, de dejar atrás la acérrima lealtad a cualquiera de esos dos bandos que parecen trabados en una eterna guerra de pulgares, de evitar injustas generalizaciones y crear puentes en lugar de destruirlos. Si el objetivo verdaderamente es el bienestar de nuestras sociedades podemos estar seguros que no todas las soluciones a nuestros problemas se encontrarán ni en este ni en el otro lado de la acera.