techo guate

Maruricio Benard/ Corresponsal/ Opinión/

El domingo fue un día especial porque tuvo la rara mezcla de emociones y energías positivas, junto con algunos sentimientos de confusión e indignación. El día incluyó un rico almuerzo preparado por las manos de varias señoras muy amables y contó con la compañía de muchos niños felices volando barriletes (que ellos mismos fabricaron). Sin embargo, también me abordaron varias reflexiones que hicieron cuestionarme sobre mi entorno y sus características que, hasta hoy, no conocía. Recién regreso de visitar el caserío “El Bordo”, ubicado en la aldea Santa Inés Pinula del Municipio de San José Pinula. La comunidad no queda a más de 10 minutos de mi casa y, en línea recta, son menos de 1000 metros los que nos separan.

Las diferencias entre el lugar donde vivo y El Bordo son: agua potable, calles pavimentadas, energía eléctrica, seguridad, prestaciones laborales, educación privada y salud (aunque nuestros niños también vuelan barriletes). Por otro lado, la mayoría de las madres de El Bordo trabajan como empleadas domésticas en los residenciales aledaños (como el mío) y los hombres -niños en algunos casos-, laboran como albañiles y cosechan la tierra.  Cualquiera creería que por sus características, los habitantes de la comunidad viven alejados de la ciudad, pero no. Somos prácticamente vecinos pero con formas de vida muy distintas.

Cabe señalar que a diferencia de muchas comunidades que he visitado anteriormente, para ingresar debo presentar mi licencia de conducir y avisarle al guardia de seguridad a dónde y a qué vengo. Sí, el asentamiento se encuentra dentro de un residencial privado muy parecido al lugar donde vivo. Un territorio donde “supuestamente” la pobreza no debería existir, o no existía.

El motivo de la visita fue afinar los últimos detalles para que el próximo fin de semana se celebre la construcción de 11 viviendas de emergencia que los voluntarios de TECHO Guatemala (Un Techo para mi País), construirán junto a las familias de El Bordo que viven en situación de pobreza extrema y de esta forma, se comience a trabajar por el desarrollo integral de la comunidad, de la mano de los jóvenes voluntarios y los pobladores del área.

Haber visitado El Bordo me recordó que la pobreza está cerca y que no necesito trasladarme más lejos para verla de frente.

No sé si por ingenuidad o inocencia creía que estaba un poco más lejos pero lastimosamente no es así. Ella vive frente a mi ventana, al lado del colegio donde me gradué y en una de las rutas que tomo para ir a trabajar como carretera a Muxbal, en donde se aprecian casas preciosas pero frente a ellas hay covachas que se tapan con láminas picadas.

Por esta razón, lo que más me confunde, me preocupa y me indigna,  es que la pobreza y sus extremas desigualdades no solo es mi vecina, sino que es como un ciudadano más que habita en Guatemala y en Latinoamérica entera. Está en Chinautla, a menos de 20 minutos de la zona 1 capitalina. Habita en las favelas de Río de Janeiro y en el Cono Urbano de Buenos Aires. Está muy cerca de los rascacielos de la Ciudad de Panamá y forma parte del paisaje de Puerto Príncipe en Haití.

¿Será esto normal? ¿Estará bien que haya crecido y me haya educado al lado de la pobreza, y yo ni sabía que esta existía? ¿Será correcto que El Bordo exista dentro de un residencial privado y se llame así porque “bordea” este lugar y no goza de los mismos derechos ni beneficios que sus vecinos? No, definitivamente no.

Desde TECHO creemos que la pobreza es una condición social y que por lo tanto es una situación que se puede superar. Somos de los que creemos que el mundo se puede cambiar y, que para hacerlo, se necesitan dar pasos cortos pero seguros y que el cambio nace desde las bases de la sociedad. Consideramos que para cambiar un país entero, primero hay que generar confianza y autoestima en comunidades tan pequeñas como El Bordo. Creemos también que nuestro mejor ejemplo y denuncia es nuestro trabajo.

Desde que TECHO llegó a Guatemala, hace cinco años, se han construido más de 2,600 viviendas y movilizado a más de 15 mil voluntarios entre jóvenes universitarios, secundarios de varios colegios y colaboradores de empresas. Más de 80 comunidades de varios departamentos han sido beneficiadas y actualmente se trabaja permanentemente en 20 de ellas con cuatro mesas de trabajo, en las cuales semana a semana, se discuten y buscan las soluciones para solventar las principales necesidades de los pobladores.

TECHO sigue y seguirá siendo solo una variable de la solución y su mayor éxito será desaparecer hasta que no existan más “bordos”, y las pequeñas comunidades de cada país de Latinoamérica se conviertan en sellos y ejemplos de superación, igualdad y desarrollo.

Me atrevo a decir que una nueva Guatemala y Latinoamérica se están construyendo.

Imagen: www.todosayudan.com

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