camino1

Daniel Monroy/ Opinión/

¿Alguna vez nos hemos preguntado qué significa ser realmente feliz? ¿Es la felicidad un estado que el hombre, mediante arduo trabajo,  algún día alcanzará?  ¿Qué es la felicidad?

Mientras las ideas que pululan en nuestra mente persiguen a las preguntas, nuestro diario vivir está atestado de hechos que nos hacen reflexionar sobre cuál es el camino correcto que debemos tomar para llegar a nuestro destino. Es decir, a ese lugar donde podremos encontrar la paz interna.

Pero, ¿es acaso la felicidad una utopía? Quizás sí. Sin embargo, como leí en una ocasión en un libro de pensamiento filosófico, la utopía es la ventana del futuro y la esperanza del presente. En el momento en que nos aferramos a nuestra utopía –la felicidad- nuestra vida se engalana de sueños y esperanzas.

Tenemos un encuentro profundo con quienes tienen la facultad de trazar el rumbo de nuestras vidas: nosotros mismos.

La vida está llena de aventuras, sin embargo, la más importante del hombre consiste en aquella en la cual él decide emigrar hacia los rincones más profundos de su interior. Solo ahí es donde encontrará la esencia de lo que realmente es. Podrá sanar las heridas que acarrea del pasado y asimismo, atiborrará su alma de verdaderos valores y bellas esperanzas.

 Ahora bien, ¿cuál es el rol de la esperanza en esta vorágine tan interesante llamada vida? La esperanza es el elemento que nos permite atrevernos a soñar, amar y disfrutar de cada una de las bellezas que el Creador nos ha regalado. Sin esperanza es imposible soñar. Sin esperanza, nunca podremos caminar con la felicidad. Es por ello que es importante resaltar que cuando el hombre decide navegar por los mares de su interior, su alma cesa de languidecer y el alba siempre será representada como una nueva oportunidad para luchar impetuosamente por el rescate de su vida y por consecuente, de su felicidad.

Por otro lado, para nosotros, los que luchamos por caminar junto a nuestra utopía, es difícil luchar con una sociedad que parece tener como jefe supremo  a un elemento que maneja la vida social: el dinero. El colectivo social nos impone la idea de que las personas mientras más dinero tengan en su cuenta bancaria, más felices son. La vida se convierte en una competencia de acumular dinero. Lastimosamente es un pensamiento que, si no estamos bien equipados, se impregna en nuestra mente y sobre todo, se adueña de nuestros sueños. El dinero jamás debe dictar nuestro diario vivir. Cuando comprendemos que la vida consiste en amar a todos los que nos rodean, en hacer lo que realmente nos gusta, en ayudar a los demás y en cumplir nuestros sueños, nos damos cuenta que el dinero es algo que llega eventualmente, pero que  jamás puede hacernos realmente felices. Aunque tengamos mucho dinero, la felicidad no la podemos comprar. Podemos tener mucho dinero pero un corazón  vacío.

 Hay hombres ricos que tienen el alma vacía.

Ser felices consiste en encontrar el equilibrio entre tener los recursos para satisfacer nuestras necesidades y en tener un corazón lleno de perdón, amor y esperanza. El dinero no lo es todo…

No planteo una sociedad de hombres que se dedican a sentarse a soñar y a vivir con grandes limitaciones económicas. Lo que planteo se basa en construir una sociedad donde todos luchan por sus sueños y aman lo que hacen. Estoy seguro que cuando hacemos lo que amamos, el dinero llega como producto de nuestro esfuerzo y es en ese punto, es donde encontramos el equilibrio en nuestras vidas.

Debemos dejar de concebir a la felicidad como un estado que aparece furtivamente en nuestras vidas y de la misma manera, algún día se aleja. La felicidad es algo más grande que eso: es un camino que decidimos seguir para siempre poder caminar por los senderos de la paz interna, la confianza y el amor.

Ser feliz. Esa es mi utopía.

Imagen

Compartir