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Claudia Calderón / Opinión /

“Avíseme cuando esté el dinero, a ver si no me he muerto”, eran las palabras de un anciano hacia el cajero de un banco salvadoreño, quien se encontraba en la misma fila que yo. ¿Remesas, abono, devolución de renta, premio? No, no era nada de eso, pero no tardé mucho para enterarme de que el Tribunal Supremo Electoral (TSE, máxima autoridad electoral de El Salvador) no había liberado aún el pago para las personas que colaboraron en las urnas el día de las elecciones para alcaldes y diputados del 1 de marzo 2015.

Al escuchar al anciano caí en cuenta que yo también había sido parte de las 40,000 personas que el TSE contrató para el día electoral y que no había reclamado mi paga, pero que tampoco estaba ahí por ello. La promesa de pago era simple: $15 dólares estadounidenses (114,638 GTQ) por ocho horas en las urnas. Mientras la gran mayoría de salvadoreños se concentraban, ese 1 de marzo en la noche, para conocer los resultados electorales, la recolección de datos se volvía una odisea para los que estábamos en urna, la cual demoró hasta la 1:00 am del día 2 de marzo 2015.

Pero la ironía se centra en que los alcaldes y diputados se encuentran ya ejerciendo sus nuevos y ostentosos cargos, mientras un grupo de personas visita cada día el banco con la esperanza de obtener $15 dólares. ¡El show político ha empezado y los olvidados se han quedado! O como mejor explicaba Omar Rincón “el show político de los tele-presidentes”.

¿Cómo es posible que el TSE, teniendo aprobado un presupuesto de $25.5 millones para las elecciones 2015, no ha liberado ese dinero para todos los que participaron en el proceso si ya lo tenían?

Pero bien, ¿qué son $15 dólares? Para mí era la transacción que NO fui a hacer, pero estando parada me di cuenta de una y otra persona que salía decepcionada del banco al escuchar “aún no se ha depositado su dinero”. No se trata de mí, sino de miles de personas desempleadas, empleadas o subempleadas (perciben salario mínimo de $251.70 o menos) quienes viven en un país llamado El Salvador, el cual es el séptimo en toda Latinoamérica y el cuarto en Centroamérica con pobreza crónica, según el Banco Mundial. El 21% de la población salvadoreña se encuentra en pobreza crónica y el 38% en movilidad social descendiente, es decir inclinado hacia la pobreza, según la institución arriba mencionada. Por lo que, ¿quince dólares? Es esto:

[quote]“El dinero que no tengo y que ya necesito”.
Testimonio de una trabajadora electoral para el TSE.[/quote]

Y como toda desgracia casi siempre lleva inherente un “colmo”, el contrato inicial que pagaba $15 por 8 horas trabajadas en las urnas realmente fue violentado al sumar más tiempo en casi todos los centros de votación. Debido a que fue la primera vez que habían cuatro diferentes formas de votar: voto por rostro, voto por bandera y voto cruzado con sus múltiples opciones; el conteo final demoró más de lo imaginado. A las 5:00 p.m. se cerraron los 1,595 centros de votación con más de 10,000 urnas a lo largo de todo el país. Pero entre las 12:30 a.m. y la 1:00 a.m. eran contados los lugares donde ya podían reportar resultados. ¿La consecuencia? Se violentó el derecho laboral según Código de Trabajo, al no pagar el tiempo extra, alegando los diputados de la Asamblea Legislativa que no podían hacerlo porque era un dinero que no se contempló y el presupuesto era limitado. Por lo cual, la paga era la misma: $15 malditos dólares por el doble de tiempo trabajado.

Hace una semana fui por tercera vez al banco. Esta vez, solo por dos cosas: confirmar cuántas personas llegaban en un lapso de 30 minutos a solicitar su paga y de paso, preguntar por la mía. En total, 10 personas adelante mío tenían cero depósito. ¿Yo? ¡Sin dinero en mano y decidida a publicar esta columna!

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