Aubrey Guillén / 

Esta es la historia de un niño llamado Ángel, que, con tan sólo 10 años de edad, ya trabaja y se gana la vida como un adulto. Espero esta historia de la vida real nos abra los ojos y nos permita ver que la pobreza es algo real y que sus causas van más allá de “es pobre porque quiere.”

Ángel nació en una aldea del departamento de Izabal. Según datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida y Vivienda 2014 –ENCOVI-, en el 2006 el 51,7% de la población de este departamento se encontraba en la línea de pobreza; para el 2014, este porcentaje subió a un 55,9%, del cual el 34,5% vivía en extrema pobreza, cifras bastante alarmantes y poco alentadoras de cara al futuro.  Tuve el disgusto –no podría llamarle gusto toparme con una realidad tan dura y cruel- de conocer a este pequeño el fin de semana largo, donde como muchos, tuve un momento de descanso en el interior del país.

La primera vez que lo vi me llamó la atención su peculiar estatura, a simple vista parece un niño de 7 años de edad.

Ángel no tuvo la dicha de nacer en el cielo, él tuvo la mala fortuna de ser parte del más del 50% de población de Izabal que vive en condiciones de pobreza. En la metrópoli es muy común oír discursos poco racionales y académicos de parte de jóvenes que tienen acceso a educación universitaria privada, vivienda, carro o medio de transporte, acceso a agua potable, internet, servicios de salud, entre otras tantas cosas a las que Ángel no pudo acceder.

Hablando con nuestro pequeño protagonista, pude adentrarme a una realidad muy pero muy diferente a la mía y estoy seguro que a la de ustedes también. Ángel tiene cinco hermanos; en total suman tres mujeres y tres hombres.  En palabras de Ángel, dos de sus hermanas mujeres se fueron con marido y una está trabajando en una aldea aledaña, mientras que sus dos hermanos al igual que él, trabajan en el campo. Una de las cosas que más me impactó es que a pesar que Ángel tiene diez años de vida, nunca ha pisado un aula escolar. Por tal motivo, no sabe leer ni escribir.

Muchos que se dicen ser académicos, columnistas, intelectuales, entre otros, defienden a capa y espada la idea de un Estado mínimo y argumentan a viva voz que las personas son pobres porque quieren. Pues déjenme decirles que están en un gran error (porque quisiera creer que es un error y no buscan mantener el statu quo). Niños como Ángel, refuerzan la idea que el Estado no ha sido capaz de llegar a la población más vulnerable e indefensa; población que a diferencia de nosotros que estamos en el cielo, han nacido en condiciones deplorables y poco alentadoras de cara al futuro.

Ángel no es más que el reflejo de más del 50% de nuestra niñez.

Ángel no es más que el reflejo de un Estado que es incapaz de hacer frente y cumplir con sus responsabilidades de garantizar de forma eficiente el desarrollo integral de toda la población. Hoy mi llamado es a la reflexión a que como ciudadanos responsables no seamos ajenos a la problemática de nuestro país y que procuremos que todas nuestras acciones sumen a este gran país. No es posible que sigamos produciendo y reproduciendo pobreza, miseria y subdesarrollo, no es posible que seamos ajenos a la realidad de nuestros hermanos guatemaltecos, no es posible que nuestra niñez siga sufriendo las causas de nuestros problemas estructurales. Trabajemos juntos para que cada vez menos niños se enfrenten a la realidad de nuestro pequeño amigo Ángel…

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