Se sabe que ninguna persona es igual a otra, lo cual nos identifica como seres únicos. Somos un conjunto de emociones como felicidad, tristeza, enojo, entre otras.

La búsqueda del ideal o sueño de ser feliz es algo que nos obliga a ser constantemente alegres evitándonos a toda costa el vivir cada una de las emociones que somos capaces de sentir.

“Ser feliz”, es una frase sencilla que engloba demasiadas acciones que son diferentes bajo la perspectiva de quien la vea, la analice o incluso la viva. La he escuchado varias veces cuando a mi alrededor la pronuncian e incluso veo como la toman de mantra o propósito.

El significado de la felicidad es ser un estado de ánimo que nos hace sentir plenamente satisfechos por gozar de algún logro, deseo o por disfrutar de algo bueno.

La vida es impredecible, esto es lo interesante de ella. No es ni será una línea recta en el cual vayamos solo decidiendo o recibiendo cosas que nos hacen sentir extasiados. De algún modo, nuestro cerebro racional es quien busca la felicidad en cualquier momento para sentirse pleno, pero es aquí donde nace esta otra frase: “para ser feliz y tener una vida buena hay que alejarse totalmente de la tristeza”.

A medida que el tiempo va avanzando, la sociedad nos inmerge en esta frase que es, a mi criterio, muy pesada para nuestros hombros. Cada día somos bombardeados por montones de cosas que nos llaman a querer tener, a aspirar el ser, pero a pesar de ello a lo que menos nos influye es a la autenticidad.

Sin darnos cuenta, nos estamos obligando a permanecer en una felicidad eterna para estar dentro de los estándares que el entorno nos dice que es lo correcto. A ocultar, evitar e ignorar las emociones que nos definen y que marcan en una instancia la esencia de ser quienes somos.

A causa de ello, luchamos porque nuestra vida se vea y se perciba lo más perfecta posible. Las fotos en redes sociales, las publicaciones compartidas, los temas de conversación con otros tienen que hacer feliz a los demás o hacer creer que somos felices para estar en ese marco social aceptable.

Para lograrlo, la emoción que tiende a ser poco compatible con la perfección es la tristeza. Esta es una rara emoción que muy pocos se atreven a vivir debido a que su percepción es bastante diferente a la felicidad.

La tristeza se esconde detrás de una pantalla de vida esplendorosa. Hay personas que la contienen tan profundamente que ni la persona más cercana a ellos la logra detectar. Y eso lejos de ser una acción digna de reconocimiento, es un llamado de alerta. Llegar a sentir tristeza nos hace creer que somos mala compañía, que ya no somos perfectos o exitosos cuando es todo lo contrario.

El sentir tristeza nos ofrece tres momentos según la circunstancia en la que aparezca. La primera es permitir conservar la energía, es un momento de duelo, de rupturas o de dejar de perseguir imposibles. Segundo, es para pedir ayuda; para acercarnos a los seres queridos y comentarles nuestro sentir. Y tercero, para profundizar en el interior y encontrar posibles soluciones a problemas difíciles de resolver. Al ver las alternativas que nos ofrece el sentimiento de la tristeza, no parece tan mala como quieren hacernos ver. Es importante recalcar que este sentimiento es sano cuando es temporal, algunos días o semanas; esto incluso es una forma de poder continuar, un respiro, un momento para comenzar de nuevo.

El día a día debe crearse lo más real posible, con todas y cada una de las emociones que el ser humano es capaz de sentir y de mostrar; es eso lo que hace que haya un crecimiento personal, menos frustración y autorrealización.

Todas las emociones son estados de ánimo y por lo tanto son pasajeros, cada uno forma un momento único que no se repite y debido a eso no deben ser perfectos a los ojos de los demás solamente deben ser disfrutados por nosotros.

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