Marcelo Colussi
La realidad no es independiente del sujeto que la conoce. Una botella es medio vacía o me-dio llene según se la considere. La realidad no es única; se “construye” simbólicamente, desde una historia. Pero hoy, a partir del Occidente industrializado, estamos ante una nueva cosmovisión radicalmente distinta: a partir de la irrupción de los medios de comunicación de masas la idea de realidad está sufriendo una transformación como nunca antes se había visto en toda la historia, y con una incidencia que todavía no estamos en grado de apreciar en su plenitud. No es para nada exagerado decir que estamos ante una nueva realidad: la realidad virtual, la que crean los medios de comunicación masivos.
La realidad cada vez más está construida desde imágenes que generan usinas ideológico-culturales dominadas por poderes globales y que la abrumadora mayoría de la población planetaria consume sin mayor capacidad de respuesta crítica. ¿Quién dijo que los árabes son “fanáticos sedientos de sangre”? La industria del entretenimiento de Hollywood desde hace décadas nos preparó para llegar a eso. Luego, establecida esa “realidad”, ante tamaño fanatismo vendrán las invasiones liberadoras (y de paso podrán agenciarse de su petróleo, claro está…).
Si el “pan y circo” es tan viejo como la historia de las civilizaciones, la tecnología comuni-cacional masiva moderna (prensa escrita, radio, cine, disco, televisión, internet, y la lista continúa -hoy días están de moda las llamadas redes sociales: facebook, twitter-, y no sa-bemos qué seguirá) permitió llevar el impacto de esas instancias a niveles impensables algún tiempo atrás. Hoy día los llamados mass media son un importantísimo factor en las sociedades modernas por dos motivos: 1) para alimentar el ciclo del consumo y 2) para resguardar el statu quo, como fabulosos mecanismos de control social.
En todo el mundo la radio es el principal medio, seguido de la televisión. En los países des-arrollados del Norte es el internet la tercera fuente de información, quedando relegada la prensa escrita a un cuarto lugar, en un proceso irreversible y cada vez más rápido. Todas estas posibilidades comunicacionales son una mezcla de información, entretenimiento y educación. Estudios semióticos serios dicen que alrededor del 85 % de los valores y conte-nidos ideológicos que un adulto término medio urbano -del Norte o del Sur- detenta, pro-viene de los mass media, la televisión fundamentalmente. Es claro que su importancia es toral en el diseño de las sociedades actuales. También, sin ningún lugar a dudas, en las so-cialistas. “Pan y circo”, herramientas de control social o arma liberadora -como se las quiera considerar- irrefutablemente juegan un papel cada vez más importante ¿Superarán a la familia o a la escuela formal en su función civilizatoria? ¿Habrá un sexo virtual que le qui-tará espacio al sexo de carne y hueso? Quizá no estamos tan lejos de todo ello.
La influencia del Coliseo con sus gladiadores, o del sermón dado por el sacerdote en cual-quier iglesia durante el medioevo europeo, o la incidencia de cualquier agente religioso de cualquier cultura (brujo, shamán, pitonisa, etc.) ante su público, de enorme impacto obvia-mente, no puede compararse a la penetración de las actuales tecnologías de los mass media. Hay cada vez menos defensa ante ellos, aunque como población global estemos más infor-mados. La cuestión decisiva en este cambio es la forma en que los actuales medios masivos de comunicación van forjando la realidad; por siglos, los agentes culturales que informaban-divertían-educaban a las masas (los “comunicadores sociales”, para usar una palabra moderna, la superestructura ideológica si queremos decirlo de otro modo) ejercieron una influencia simbólica: su mensaje contribuía a moldear la realidad. Hoy día esos actores crean una realidad nueva, la inventan, la fabrican. La realidad es, cada vez más, virtual. Hablamos hasta el hartazgo de Bin Landen, pero no tenemos la menor idea si existe, existió o murió hace ya 10 años como recientemente se dijo; sólo repetimos lo que los hacedores de imágenes nos dicen. ¿Cómo poner distancia entre la realidad material y el holograma? La realidad es el conjunto de símbolos que nos vienen prefabricados de los hacedores de fantasías, de las pantallas preferentemente. La realidad, entonces, va cobrando forma de espectáculo, de circo difundido en imágenes. Para decirlo con otro término actual: de show visual.
Ahora bien: quedarnos resignadamente sólo con eso no nos lleva a ningún lado. Si seguimos creyendo en la necesidad de un espíritu transformador debemos formular una crítica radical de esos medios.