Todos tenemos la noción de la existencia, desde muy pequeños, de los conceptos de derecho y responsabilidad y, conforme vamos creciendo, ambos conceptos se van ampliando y siendo más reales, en cuanto a lo cercano que los sentimos y lo fácil que ha resultado con el tiempo, conocimiento y envolvimiento con distintos grupos, ámbitos o carreras; identificarlos en la sociedad en la que nos desarrollamos, sobre todo, cuando hablamos de responsabilidad, que no es hasta que nos convertimos en ciudadanos que este concepto tiene más peso en nuestra vida y trasciende en un compromiso a nivel social y colectivo, que sin duda, tiene un impacto y consecuencia para nuestra vida y por lo tanto… en nuestro ambiente. Siendo así cuestión de crecimiento y conciencia de la realidad, que nos demos cuenta que somos responsables de ser responsables.
Así por el hecho de ser personas tenemos derechos, de igual forma, por el hecho de ser parte de una sociedad, adquirimos responsabilidades.
Poco a poco nos adentramos a una realidad, que naturalmente exige que adquiramos el compromiso a responder ante nuestras acciones, decisiones e incluso, omisiones, pues el desinterés e indiferencia puede considerarse igualmente una acción irresponsable. De manera que seamos solidarios, respetuosos y cooperativos, ya no solo con nuestros seres cercanos o amigos, sino que con el desarrollo de toda una sociedad, pues basta con ser considerado como ciudadano, como persona parte de la comunidad, para que esta realidad nos incluya; no es cosa, como muchos tratamos de justificarnos, ni tema exclusivo de profesionales, políticos, abogados o activistas.
Ser responsable puede ser justificablemente difícil
Sin embargo, se debe también admitir y resaltar que adquirir y presumir de ser un “ciudadano responsable” puede llegar a ser una carga pesada, sobre todo para los jóvenes que iniciamos a entender el compromiso, o que aún no entendemos del todo, lo que significa comprometerse a producir con nuestras acciones y decisiones resultados positivos, ya no solo para nosotros mismos, sino también para los demás.
Existe una presión necesaria a hacer, interesarnos, investigar, adoptar roles, analizar y adentrarnos a temas, posiblemente muy alejados de nuestras afinidades, profesiones, rutinas e ideologías. Un panorama como este, puede errónea y desgraciadamente llegar a abrumar, asustar y desmotivar; pues natural e instintivamente rechazamos la idea de seguir órdenes o tenemos miedo de adquirir una responsabilidad de la que ni siquiera sabemos muy bien su razón de ser, de existir o el beneficio que esta trae consigo.
Es para mi persona, comprensible que carezcamos de interés a la política, al Derecho, a la ciencia, a lo ecológico, a las noticias, a la prensa, a los temas populares y a los no tan populares, pues existe no solo una carga, sino también un sin fin de prejuicios, etiquetas, roles y críticas para nada constructivas, que obliga a que nos comportemos o interesemos por construir una vacía imagen de “persona social y moralmente responsable”. Dejando de lado la interrelación que la responsabilidad social debe tener con nuestro plan de vida, únicamente llegamos a compartir opiniones, posturas o información, no porque nazca de nosotros o sepamos siquiera muy bien del impacto que tiene una noticia o suceso, sino por la necesidad de la construcción de un perfil popularmente correcto.
La visualización de un plan de vida, inspira a naturalmente adaptar nuestras metas a nuestras responsabilidades.
Defiendo que nadie está obligado a involucrase en temas a los que no está acostumbrado, de los que no es experto o que simplemente, no le interesan; pero sí motivo la erradicación de indiferencia e ignorancia a la realidad que envuelve a la sociedad a la que se pertenece, porque muy diferente es no ser activamente parte de un movimiento o manifestación y simplemente darle la espalda a la sociedad porque se considera que sus problemas o situaciones le son ajenas.
Ser responsable es posible, claro que lo es y es aún más fácil si existe un autoconocimiento e identidad, que nos permita identificar de qué forma queremos actuar, saber cómo tomar decisiones correctas y beneficios para el proyecto de vida que cada uno se plasma y visualiza y pueda adaptar, al mismo tiempo, estas acciones y decisiones al compromiso de respetar, no dañar y contribuir al desarrollo de la sociedad. Podemos ser auténticos, incluso en nuestra forma de ser responsables, solo hace falta que no nos dejemos guiar por los estereotipos que nos rodean, ni por los perjuicios que solo desmotivan el adquirir compromiso.