María Isabel Monzón Fuentes/ Liceo Javier/
Hace poco más de un año, tuve la oportunidad de visitar la aldea de San Andrés Chic’axul, en Santa María Chiquimula, Totonicapán. Asistí como parte de una visita de 5 días organizada por el colegio, durante los cuales debíamos convivir con una familia de la localidad con el fin de compartir con ellos y aprender de sus costumbres. Cuando llegué, pensé que mi experiencia sería la de una espectadora que tendría la oportunidad de conocer la realidad de una aldea. Estaba muy equivocada. Conviví con una familia de 5 integrantes, pobre y humilde que me ofreció lo mejor que tenía, su mejor comida, su generosidad. Una familia que me trató como invitada de honor durante la visita y que sin saberlo, me abrió los ojos a una realidad muy distinta a la que se vive día tras día en la capital.
Me aceptaron y me enseñaron a vivir como ellos, haciéndome sentir como parte de su familia. Aprendí a dar gracias por todo lo que tengo, que antes tomaba por hecho y ahora sé que es una bendición. Aprendí a aprovechar las oportunidades que se me presentan, a no desperdiciar los recursos que tengo. Me di cuenta que la familia es lo más importante, siempre hay que permanecer unidos y cuidarnos los unos a los otros. Aprendí a olvidarme de lo material, a ver más allá y darme la oportunidad de conocer sin juzgar. En Toto me enseñaron a ser más feliz con menos, a valorar lo que la gente puede dar, pero no lo material, sino el hecho de abrir sus corazones y enseñarte a ser feliz. Esta experiencia quedó grabada en mi corazón. La satisfacción de haber tenido la oportunidad de vivir con ellos y compartir de corazón un tiempo juntos. Esta es una de esas cosas que no se olvidan, las personas son increíbles. Le doy gracias a Dios por dejarme vivir una experiencia como esta, por dejarme aprender tanto con estas fantásticas personas, por dejarme abrir mi corazón a nuevos sentimientos y aprendizajes. Le doy gracias a Dios por darme todo lo que tengo y le pido que bendiga y proteja a estas personas que me ayudaron a entender que nuestra realidad tiene muchas caras. Que abrieron sus corazones a nosotros y que me pudieron enseñar tanto en tan poco tiempo.
Sin embargo, no todo es color de rosa.
Contrastando esta experiencia con la que tuve hace unas semanas realizando una jornada médica nutricional como mi proyecto de Seminario, pude darme cuenta de las necesidades de las personas en esta comunidad. Brevemente puedo comentarles que las necesidades que tienen van más allá de necesitar alimento y medicinas, que son las principales. Me pude dar cuenta de que no tienen actividades recreativas. Muchas veces nos quejamos en la capital por el tráfico que pueden ocasionar actividades como carreras, ferias, etcétera, sin apreciar realmente que estas además de otras actividades son vitales para una comunidad y su desarrollo completo. Las personas de Totonicapán viven en situaciones precarias, donde un simple globo con forma de perro puede hacerlos felices de maneras inimaginables. Con esto intento motivarlos a que si van de voluntarios a hacer alguna especie de servicio a la comunidad, no olviden que también son personas. No solo necesitan una bolsa de incaparina y una visita al médico. La interacción, una charla, una chamusca o un simple globo, pueden mejorar el día, no solo de ellos si no de ustedes también.
Así que solo me queda esperar que esto no termine aquí. Para mí, esta experiencia fue suficiente para motivarme a hacer algo por mi país; algo más que ser profesional o una persona responsable. Quiero tomar cartas en el asunto y, aunque por ahora no pueda hacer una gran diferencia, sé que con aportar un granito de arena estoy ayudando a mi país a progresar. El cambio está en nosotros y empieza cuando cada uno de nosotros nos damos cuenta de ello y nos disponemos a ayudar. Tomemos a estas personas como un ejemplo, que teniendo tan poco y viviendo de manera tan precaria, son capaces de ver el vaso medio lleno, de vivir día a día con una sonrisa en la cara, emocionados del simple hecho de estar vivos, que creo que es algo que muchos de nosotros hemos olvidado que es una bendición y la empezamos a tomar por hecha. Dejemos de quejarnos por cosas insignificantes y empecemos a vivir de nuevo. Recordemos también que todos los seres humanos, tenemos derecho a tener una vida digna y justa. Ayudemos a Guatemala a encontrar la armonía y la felicidad en las cosas pequeñas, a encontrar lo maravilloso que es estar vivos.