Manuel Canahui / Colaboración /
Lo que sí me asusta es quedarme afuera del zeitgeist[1] y perderme experiencias culturales vitales que me harían disfrutar un poco más de la vida .
Hay cosas que uno[2] tiene que ver, leer, saborear, escuchar; lugares a dónde uno tiene que viajar y personas a las que uno tiene que conocer. Es lo que les da legitimidad a algunas personas odiosas para decir cosas como “¿No conocés París? TENÉS que conocer París, cuando vayas a la Torre Eiffel, cuidado con los ladrones…”; “Ya conoces a la Majo Carretas-Buenini[3]? Es la hija de don Joachim, el dueño de todo el imperio Maya, TENÉS que conocerla, es lo máximo, pero a veces le gusta escupirle a la mara…” o “Me entenderías más si hubieras leído la colección completa de poesía morfoerótica del poeta y chef gourmet Marcelo Biden, TENÉS que leerlo, pero solo escribe en una especie de papiro que se autodestruye cada luna llena”[4].
Pero, esa obligatoriedad de ciertas experiencias vitales también es lo que les da la razón a otras personas cuando dicen, en un tono amigable, cosas parecidas, tales como que uno no puede morirse sin viajar solo al menos una vez[5]; que vale la pena ver en vivo un concierto de Aerosmith[6], o que es importante nunca probar las mandarinas pequeñas que crecen en algunos bonsáis porque son súper ácidas[7].
Como joven expuesto -desde pequeño- a la televisión y al internet, y habiendo convivido con muchas personas con más recursos que yo, aún estoy lleno de cosas que tengo que hacer pero que no he logrado aún, por alguna razón u otra[8]. Entre ellas, leer a una veintena o más de autores de la literatura universal que me recomendaron -en algún momento- en el Colegio Guatemalteco Bilingüe y la Universidad; Günter Grass, Salman Rushdie, Vladimir Nabokov, y, hasta hace poco, Maya Angelou[9].
A Maya Angelou siempre la tuve en mente, no sé por qué, creo que su nombre me llamaba la atención. Además, sabía que era todo un personaje en Estados Unidos y que los jóvenes bohemios de Nueva York en 1990 la seguían con fervor[10] cuasireligioso.
Hace casi exactamente un año, Angelou murió. Entonces, yo –como, estoy seguro, le pasó a muchas personas que esperan a que se mueran los artistas para descubrirlos– decidí que era un buen momento para aprender de su vida y obra para entender por qué el mundo estaba tan devastado por su fallecimiento. Resulta que Maya Angelou era una especie de súper heroína, mezclada con artista y revolucionaria (trabajó con Malcom X y Martin Luther King, Jr. en la lucha por derechos civiles en EEUU).
Leí algunos poemas y parte de sus biografías, pero lo que más me inspiró fue un álbum de Hip-Hop que publicaron de manera póstuma, en el que cada canción es un poema de Angelou, leído por ella; se llama Caged Bird Songs, y está disponible en iTunes y Amazon. Así es. El último trabajo de esta señora de casi noventa años fue grabar un disco de hip-hop, esto para que la gente más joven se acercara a su obra (o no, solo para que disfrutara la música).
Fue ese disco el que me acercó más a su trabajo que cualquier libro lo hubiera podido hacer. La mezcla de la música, la letra, el baile, la voz tan perfecta de Maya y los mensajes que se transmiten en cada canción, me movío. Si quieren ser movidos también, vean este video:
¿Cómo es que no la descubrí antes? Angelou habla de la experiencia humana compartida; de la fuerza y de la debilidad, de ser parte de un grupo minoritario y de adueñarse de las características que le hacen ser a uno quien es; habla de la muerte, pero, sobre todo, habla de la vida.
Una canción-poema, específicamente, habla de cómo la vida no le asusta, para nada[11]. Es un poema para niños, en el que una nena enlista todas las cosas que no le dan miedo de la vida y de cómo le hace burla a los fantasmas -reales y metafóricos- que amenazan con hacerle daño, a los que ella responde:
[pullquote_right]“I make fun
Way they run
I won’t cry
So they fly
I just smile
They go wild”[/pullquote_right]
“Me burlo de cómo corren; como no lloro, se van volando; yo solo sonrío, ellos se vuelven locos”.
Poderoso, ¿no? Este poema tocó un nervio específico que no había descubierto; me di cuenta de que mi vida ha estado colmada de un miedo que a veces me paraliza de hacer las cosas que quiero o debo hacer. ¿Miedo a qué? No sé… nunca pude explicar por qué me asustaba tanto levantarme a pedir ketchup en Pollo Brujo; tampoco supe por qué me daban tanto miedo los juegos mecánicos de caída libre, si son tan divertidos. Un tiempo, me agarró un pánico paralizante de subirme a un avión, tampoco sé por qué, ni entiendo porque viajar es una de las cosas que verdaderamente me hacen feliz.
Pero así funcionamos algunos seres humanos; entre más amamos la vida, más miedo nos da vivirla, ya sea porque 1) tenemos miedo a perderla (o sea, a morirnos, lo cual explicaría el miedo a volar); 2) tenemos miedo a que, una vez tengamos la experiencia, nos demos cuenta que no era tan buena como esperábamos y se nos caigan las ganas de seguir viviendo o 3) la química de nuestro cerebro está desequilibrada y tenemos fobias auténticas que no se curan con simple programación mental.
Sobre la tercera no puedo decir mucho, pero en cuanto a las primeras dos, puedo ver para atrás y darme cuenta de que cada año a partir de 2010, he sufrido lo que me gusta llamarle mi trancazo anual. Son cosas extremadamente personales y obviamente no voy a contarlas acá (para eso, tienen que seguirme en twitter @canahuii), pero puedo decirles que desde los 20 años yo no he tenido un año que diga “este fue perfectamente tranquilo, no me pasó nada grueso”
Y estoy seguro que así es para todos, absolutamente todos los seres humanos, incluso para los más pequeñitos que tienen una infancia terrible y que muchas veces no logran alcanzar la edad adulta. No estoy diciendo que mi vida ha sido un ejemplo de lucha contra esa calidad de adversidad, pero sí que los trancazos que me he pegado me han ayudado a ir perdiendo un poco el miedo que a veces me paralizaba y me impedía hacer las cosas que debían hacerse.
En un nivel un poco más global y con riesgo de sonar como analista político de coyuntura[12], creo que podría compararlo con la manifestación del sábado 25 de abril de 2015, en la que un número indeterminado de guatemaltecos fuimos a la Plaza Central a pedir, por lo menos, que la Vicepresidenta dijera la verdad por una vez en su vida política. Fuimos, porque perdimos el miedo, ¿miedo a qué?
Le sonreímos en la cara al monstruo y corrimos directamente a sus fauces.
Si ya lo único que queda es que el Gobierno nos empiece a disparar directamente afuera de nuestros lugares de trabajo; casi todos los trancazos que pudieron darnos, nos los dieron, y gracias al cielo, porque son los que nos dejaron ir en paz a esa manifestación. Vi niños portando carteles de protesta y ancianas sonando cacerolas à-la-Sudamérica (algo que, en un nivel personal, siempre quise ver, por pura curiosidad). Sin esos trancazos no saldríamos de nuestra zona de confort y, probablemente seguiríamos pidiéndole a nuestros papás que se aseguraran de revisar y que no hubiesen monstruos debajo de la cama y seguiríamos esperando que nuestros representantes en el Congreso arreglaran todos nuestros problemas.
Angelou -como muchos otros seres iluminados que han transitado nuestro planeta- nos recuerda que, ante la vida, la única actitud valedera es una de coraje, templanza y desafío ante lo que está mal. El único miedo que vale es el de no alcanzar uno mismo su potencial máximo como ciudadano del mundo. Si no me creen, entonces TIENEN que leer a Maya Angelou. O, si son más como yo y les da hueva leer a veces, TIENEN que escuchar su música.
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[1] es originalmente una expresión del idioma alemán que significa “el espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)”. Se refiere al clima intelectual y cultural de una era.
[2] Me gustaría poder aplicar mi recién adquirida costumbre de hablar con perspectiva de equidad de género y poner “uno o una”, pero resulta muy engorroso en el idioma español, por lo que deberá entenderse que cuando use un género determinado, se extiende la idea al otro u otros géneros.
[3] Nombre totalmente inventado, no tengo nada en contra de nadie llamado así.
[4] Ibídem.
[5] En lo personal, levo tres viajes, y contando.
[6] Octubre de 2013. (en mi lista también están: concierto de The White Stripes en 2006, The Killers, 2013, y próximamente, Muse, 2015)
[7] Nunca lo había pensado, pero gracias, Juan Pablo, por la recomendación.
[8] Mi mamá estaría de acuerdo con decir que graduarme de abogado y notario es una de ellas. Pero estoy trabajando en eso mamá, te lo juro.
[9] http://en.wikipedia.org/wiki/Maya_Angelou
[10] Como quedó evidenciado en la canción “La Vie Boheme”, del musical “Rent”, de Jonathan Larson.
[11] http://edhelper.com/poetry/Life_Doesnt_Frighten_Me_by_Maya_Angelou.htm
[12] Los que me conocen podrán dar fe que “coyuntura” es la palabra que más me enferma en el idioma español. Aparte de la palabra “gripe”, esa me enferma, literalmente.