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Rosa María Turcios/ Opinión/

Desempleo, palabra pequeña pero de gran peso y además, la causa de la desesperación de tantas personas. Una amiga me comentó que había aplicado a un empleo, para lo cual había tenido que pasar por muchas pruebas de aptitudes. Días después le confirmaron el puesto, renunció del antiguo y justo el primer día que se presentaba a su nuevo empleo feliz y emocionada, resultó que se excusaron de parte de la empresa donde le habían confirmado la plaza. La razón fue únicamente porque habían revisado sus redes sociales y por no ser de información productiva, ya no la contratarían.

Es lamentable que  teniendo un Curriculum Vitae intacto, excelentes referencias, capacidad de inteligencia alta y  formación académica íntegra con valores, no te contraten por algo tan intrascendente.

Considero que es algo ridículo, ya que las empresas invaden de cierta forma la privacidad humana con estas actitudes. No todos publicamos o tuiteamos cosas personales o reales. No estoy de acuerdo medir tu capacidad mental y curriculum vitae a través de una publicación en alguna rede social.

¿Dónde queda la libertad de expresión?  Estamos en tiempos actuales con una sociedad ciega y renuente a ciertos cambios, donde todo se hace tal y como ellos dicen. Lamentablemente el patrono quiere tener al empleado regulado a sus leyes empresariales, sin admitir sus propios atributos y sin ellos asumir las obligaciones que tienen con el empleado.

Dichoso aquel que tiene un empleo con excelente salario, un negocio propio o bien una persona que le ayude financieramente en su vida; pero pobre de aquel que entra tarde porque lo dejó el servicio público, o el que no tenía para almuerzo pero que logró ajustar para el pasaje y fue a trabajar. Lástima aquel que tiene que aguantar los maltratos y humillaciones porque sabe que si renuncia estará desempleado y no encontrará trabajo fácilmente. Steve Jobs decía: “A veces la vida te va a pegar en la cabeza con un ladrillo, pero no pierdas la fe”.

Sueño con ese día donde existan cambios significativos y que no nos basemos  como dice el buen chapín, en tener “cuello” para alcanzar algo. El día en que no se juzgue a las personas por sus redes sociales, sino por la trayectoria laboral que puedan haber tenido y la calidad humana que pueda brindar en una empresa.

Somos jóvenes con valores que no se pierden fácilmente y tenemos la capacidad de tener sueños, visiones, metas y retos, no como algunos que se excusan para toda una vida.

 

 

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