José Alberto Barrera/ Opinión/
Ya pasó casi un mes después de todo el relajo. Para algunos fue otro encontronazo violento entre autoridades estatales y comunidades organizadas; para otros fue algo así como un gran motivo de indignación. Lo cierto es que este caso se diferencia de muchos otros que han sucedido en el país. Existen características importantes a resaltar, por lo que la comunidad de La Puya merece un reconocimiento especial.
Esto no se trata de analizar el problema entre mineras e hidroeléctricas y comunidades exigiendo un ambiente sano. Se trata más bien de tomar en consideración buenas prácticas que se llevaron a cabo por la Resistencia Pacífica de La Puya, que nos pueden servir para realizar acciones concretas en busca de la satisfacción de un fin común. Estas contribuyen a transmitir un mensaje de forma clara y directa.
Estas son algunas de mis impresiones después de haber pasado un rato con las personas de La Puya, días después del desalojo violento.
1. Convicción: La importancia que las personas de la resistencia le dan al tema del medio ambiente es notable en la forma en que se expresan y en la forma que se organizan. Sin necesidad de fundamentar su postura con datos científicos, son conscientes que deben cuidar lo que tienen, primordialmente en interés de las siguientes generaciones. Y bueno, no es necesario hacer todo un trabajo de investigación o un estudio exhaustivo para concluir que debemos proteger nuestro ambiente.
Por ahí me resuena una frase que desde que la oí me llamó bastante la atención: la característica de los derechos humanos es que no se necesita de un abogado para conocerlos.
Esta convicción está fuertemente consolidada por la esperanza de las personas en conseguir esa finalidad noble que les motiva a dirigir un mensaje a la sociedad. La esperanza es lo que les impulsa y la convicción es el efecto primario de ella. Seguramente esta cualidad permite que las demás característica se puedan hacer realidad.
2. Mensaje positivo: Con esto no me refiero simplemente a decir algo bueno, sino en la forma de decir eso “bueno”. Cuando nos expresamos de forma positiva o afirmativa, el mensaje que transmitimos es más claro y, por ende, más fácil de digerir por el público al que se dirige. Gran parte de la crisis que se vivió en el país por el Conflicto Armado fue la falta de mensajes positivos. Por un lado estaban los “contrainsurgentes” y por otro los “contra sistema”. En fin, no habían espacios para transmitir un mensaje propio sino más bien para desprestigiar el ajeno.
A diferencia de muchos movimientos similares en el país, La Puya está más en favor de la vida, la salud y el medio ambiente, que en contra de las mineras e hidroeléctricas (a pesar de que en el fondo ambos mensajes persiguen la misma finalidad, son muy diferentes en la forma de fundamentarse y en las medidas que buscan para satisfacer sus peticiones). Lamentablemente los mensajes negativos son muy frecuentes en nuestra sociedad, las posturas radicales disminuyen la capacidad de diálogo y por ende, la capacidad de conseguir finalidades comunes: en los equipos de fútbol, en los centros de educación pública, en partidos políticos, en universidades, en buscar responsables del Conflicto Armado…
Merece mucho la pena reconocer el mensaje positivo de La Puya, para que sea tomado como ejemplo para todas aquellas personas que se deciden unir para expresar un mismo mensaje.
3. La esperanza en la no violencia: Esto, tal y como lo definió Stèphane Hessel. Poco más de dos años de permanecer en la manifestación pacífica sin piedras, palos o insultos. Lo apacible en la forma de expresarse y la congruencia permanente con el mensaje que transmiten denota su convicción, más allá del ánimo de crear un conflicto.
No se trata de estar de acuerdo o no con lo que defiende la resistencia, sino de tolerar y apreciar buenas prácticas que pueden ser tomadas en cuenta para transmitir cualquier mensaje de forma sólida y honesta. El diálogo se fortalece en función de la tolerancia y la tolerancia se fortalece con la identificación de fines comunes.
Recomendación final: Guadalupe Urbina, País Azul. Si dejamos todo el relajo de un lado nos quedamos con lo único que tenemos: un país con enormes riquezas naturales: un país azul, lleno de vida.
Imagen: AECE