Carlos Iván Cobos /Opinión /
Quisiera poner en contexto cómo nuestros próceres de la “independencia” lucharon por dar un gran salto esperando que en un futuro fuéramos libres y soberanos, para ello quiero traer a colación un párrafo de la columna de Phillip Chicola titulada Una independencia conservadora:
“…El 1 de enero de 1820, el teniente coronel Rafael de Riego protagonizó un levantamiento militar contra la monarquía absolutista del Rey Fernando VII, que culminó con la instauración del Trienio Liberal. Las autoridades peninsulares, la elite criolla, el alto clero y los oficiales del Ejército real –simpatizantes del absolutismo y fervientes antiliberales– organizaron una serie de reuniones secretas para declarar la independencia de México y Centroamérica. Su ideal era restablecer la monarquía bajo la dirección de un infante español, que rechazara el laicismo y las instituciones constitucionales de Cádiz…”
La intención de tener libertad de una manera acelerada en aquel entonces, era cambiar lo que los españoles habían impuesto de manera autoritaria por cientos de años. No parece extraño que hoy en día, personas reunidas en grupos numerosos vayan corriendo detrás de una antorcha que para ellos simboliza celebrar y honrar a la patria, sin darse cuenta que la hora pico en la ciudad ya no es a las cinco de la tarde como comúnmente lo conocemos. El tráfico a todas horas de esta ciudad y las antorchas significaron que desde temprano, nos encontráramos con calles cerradas y dificultad a muchas personas de asistir a sus labores diarias; y no es que me subleve a estas actividades, al contrario, es mejor que estén ahí corriendo sin saber porqué –eso hacen muchos, solo por agarrar popularidad- a que se encuentren en su punto más alto de libertinaje como los “privados de libertad”, involucrados en vicios y delinquiendo por doquier.
Sin embargo, hay muchas actividades por las cuales podemos honrar a nuestro país sin necesidad de portar una antorcha. Por ejemplo, sacar de aquel rincón empolvado donde se encuentre, algún libro con la verdadera historia por la cual nos independizamos; o fiscalizar y fortalecer nuestro sistema de justicia, que cada vez decepciona con sus decisiones. Decisiones que implican depender de entes internacionales para investigar hechos de corrupción y otros delitos, para muestra la red de Byron Lima y las influencias que ha señalado en sus primeras declaraciones, o el caso del dueño del bar “Rattle and Hum” que sin ninguna explicación salió libre sin importar la vida de la mujer que le destrozó la mandíbula.
La Real Academia Española define el concepto depender con varios significados, sin embargo me quedo con el que dicta: “Vivir de la protección de alguien o estar atenido a un recurso solo.” Solo con el primer supuesto “vivir de la protección de alguien”, claramente podemos reconocer y no es nada nuevo, que tanto nuestro sistema de justicia como la política, dependen siempre de instituciones internacionales. Esto, aún cuando el artículo 140 de nuestra Carta Magna notoriamente expone que Guatemala es un estado libre, independiente y soberano.
En ninguno de los párrafos se establece que podemos estar subordinados a otros entes, es por eso que muchas personas están cansadas de que acá no haya ese liderazgo para imponerse a estos actos de doble moral.
Para abrir el debate sobre esta dependencia, me gustaría hacer referenica a una analogía del caso hipotético de Hans Kelsen, donde se establece que “bajo ciertas condiciones, una persona debe conducirse de un modo determinado; si no se comporta así, otra persona -esto es el órgano del Estado- debe ordenar contra el primero un acto de coerción”2. En otras palabras, se establece la fórmula de que si es A, debe ser B. Parafraseando el libro de Carmen María Gutiérrez de Colmenares en su libro de Introducción al Derecho, existe una norma primaria y una secundaria, en la cual la primer persona bajo ciertas condiciones debe conducirse de un modo categórico (A) y la segunda, si no se comporta así, otra persona o alguna entidad del Estado debe actuar de manera coactiva hacia ella (si no es A, debe ser B)3 y esta analogía se me ocurre con lo que estamos viendo hoy en día. Podemos decir que si un Estado no es independiente de sus decisiones y que por obligación debe acatar decisiones de otros por ser un Estado “democrático”, entonces, vendrán –en este caso- entidades internacionales a meter más carbón al fuego para que se avive la fumarola. Con ello, observaríamos un Estado desbalanceado en el cual la justicia estaría a punto de bajar la espada y quitarse la venda de los ojos para darse cuenta que el peso justo de las cosas está siendo burlado en favor de intereses del poder.
Es por ello importante no olvidar que es fundamental el apoyo de estas entidades para nuestro país; sin embargo, no debemos dejar que ellos hagan todo. Cada uno de los ciudadanos podemos demostrar que somos capaces de hacer las cosas con patriotismo, carácter y decisión; la piedra angular de nuestro sistema tiene que ser la democracia (que por cierto, el mismo 15 se septiembre se celebró el Día Internacional de la Democracia). Guatemala sigue en la etapa crítica del cáncer y lo lamentable de ello es que aún se vienen más retos, tenemos que empezar a prepararnos para la siguiente quimioterapia. Por ello debemos hacernos la pregunta, ¿Guatemala tiene libertad o libertinaje por ciertas personas, somos independientes o dependientes?
Un respiro a nuestro país, como los desfiles escolares celebrando a la patria, brinda esperanza de que los jóvenes siguen siendo el futuro de este país, llevando en el corazón aquella última frase de nuestro himno: ¡Guatemala tu nombre inmortal!
1.Carmen María Gutiérrez de Colmenares, Josefina Chacón de Machado, Introducción al Derecho.