Brújula/
El chapín es chulo, chispa, chilero, chistoso, chismoso y nos gustan las chamuscas.
Cada 15 de septiembre en aras de celebrar la independencia del país, las calles y carreteras de nuestro país se llenan de automóviles con banderas de Guatemala e infinidad de grupos escolares portando de forma alegre y entusiasta las antorchas patrias, mientras que en las redes sociales abundan con orgullo, las frases y bromas chapinas. Y como cada 15 de septiembre, muchos guatemaltecos salen a defender o degollar estas manifestaciones de patriotismo.
Más que arrancarles simbólicamente el entusiasmo, juntos podríamos intentar construir algo más que de sentido y sume a estas iniciativas.
Probablemente pertenecemos a esta nación por casualidad, diría Shopenahauer. Es cierto, pero aquí nacimos, en este nuestro país que por mucho, es el mejor reflejo de la palabra “chirmol”: 14 millones de habitantes, todos juntos en un pedacito de tierra (pero no revueltos). Injusticias sociales y diferencias de clase es en muchos casos nuestra tarjeta de presentación frente a terceros.
El concepto de país y las ideas de patriotismo son para muchos, un simbolismo histórico utilizado para el control social, algo ficticio creado para unificar a las personas por pertenecer y vivir en una determinada región y poder así diferenciarnos de otros. Sin embargo, en Guatemala, ni siquiera esas ideas lograron cuajar bien. El nacionalismo y sus símbolos patrios no lograron unirnos como guatemaltecos, mestizos e indígenas, dueños de un territorio. Su error (¿intencionado?) fue percibir toda esta idea desde un ojo urbano-capitalino-ladino, que no reconoce el mestizaje como una fortaleza de país.
Y es que si en Guatemala sufrimos diariamente de la delincuencia y las manifestaciones de violencia generalizada, la violencia cultural, aquella que avanza de forma silenciosa y queriendo pasar desapercibida, nos está arrebatando la mínima posibilidad de una idea común de nación. El mestizaje es una de nuestras grandes fortalezas como país pero al mismo tiempo uno de nuestros principales retos. Todos buscamos a nuestros antepasados españoles, italianos y alemanes, pero pocos buscamos a nuestros antepasados indígenas.
Guatemaltecos buscando identidades fuera de sus fronteras.
Para muchos, podrá resultar incómoda la afirmación que somos chismosos o impuntales, pero no existe peor insulto que el que le denominen “indio”, eso sí no. El chapín será de todo, menos indio. Partir del reconocimiento que estas realidades nos fracturan es un buen punto de inicio para intentar construir la idea de una Guatemala diferente. La comunicadora social Karina García Ruano afirma que muchas veces se critica a quien critica; sin embargo, al cuestionarnos estas realidades, ¿no estamos ya haciendo algo? Debemos lograr que estas verdades incomoden, que no dejemos pasar como normal el racismo cotidiano.
Un amigo decía que quien señala, cuestiona y desde su espacio intenta luchar por las injusticias de este país es al final de la historia, el mejor de los patriotas y amante de su tierra, porque se preocupa y lucha por los otros que viven bajo condiciones no dignas en su territorio, sus “hermanos”. Se es patriota preocupándose de forma genuina por el otro, sin necesidad de cantar el himno nacional a todo pulmón.
Que continúen las banderas en los carros y las antorchas con chocolate y paches como premio al finalizar los recorridos, pero que detrás de estas exista un proyecto de Estado y Nación que busque que todas las personas vivamos en condiciones dignas y de lo contrario, que quienes tenemos el privilegio de vivir dignamente luchemos por aquellos que viven en condiciones injustas. Reconocernos diferentes en un mismo territorio, sin necesidad de intentar encasillarnos dentro de seis pequeñas letras.
Guatemala es eso, y mucho más.
Fotografía: Andrea Godínez