María Alejandra Morales/ Opinión/

Este último mes el mundo se ha quedado paralizado por el popular fenómeno que se repite cada cuatro años, el tan esperado mundial de fútbol. La espera para muchos pareció eterna, pero hoy por fin tienen la oportunidad de vivir cada segundo de este soberbio evento deportivo. Sin lugar a dudas este mundial ha tenido sus particularidades, empezando por una muy criticada inauguración y varias sorpresas en la cancha de juego, sobre todo por parte de aquellos equipos a quien nadie le apostaba en la quiniela ni cinco quetzales.

Sin embargo, no pretendo utilizar este espacio para hacer un análisis acerca de los partidos, ni de los equipos, ni de sus jugadores, pues de este tema conozco muy poco. En esta ocasión vamos a cambiar un poco el ritmo de la jugada, pues no hace falta indagar más en el tema deportivo, suficiente se ve en las redes sociales a través de las cuales cualquier persona hace un análisis de cada partido.

Me gustaría comentar acerca de uno de los fenómenos más extraños que he podido observar en el transcurso de este mundial en el cual, aunque no debería sorprenderme, vuelven a relucir las identidades confusas que hay entre los chapines. Empezando por los que desempolvan el cajón de los recuerdos para sacar a sus ancestros europeos, luego están los que hasta aprenden a hacer porras en diversidad de idiomas y nunca falta el buen guatemalteco que desprecia todo lo latinoamericano. Contradictorio, ¿verdad?

Extenderme ejemplificando cada una de las actitudes que he observado en estos guatemaltecos no tendría sentido, pues imagino que casi todos podemos ilustrar en nuestra cabeza a este tipo de personas.

Lo que intento resaltar en este punto es una vez más la falta de identidad que padecen los chapines, no solo nacional sino local. ¿Por qué tendemos a sentirnos tan alejados de nuestra realidad? Probablemente vivir en la burbuja a la que muchos nos hemos acostumbrado sea más cómodo; o quizás ni siquiera estamos en sintonía con lo que pasa en nuestra sociedad. Pero por qué preocuparse, si lo importante es que podamos vivir de los sueños de un día mudarnos allende el mar, rodeados de europeos tan cool como nosotros aspiramos un día ser; olvidarnos de la problemática de este país en el que viviremos temporalmente para luego terminárselo de regalar a cualquier político que quiera hacer de él un carnaval.

Lastimosamente, y siento decepcionarlos con esto, la gran mayoría de los guatemaltecos terminaremos por pasar aquí el resto de nuestras vidas, eventualmente formaremos en este país una familia, conseguiremos con suerte un trabajo y nuestro sueño americano/europeo paulatinamente irá desapareciendo. Ojalá no sea muy tarde cuando nos demos cuenta que este país, nuestro hogar, no era lo que queríamos construir para nuestros hijos. Probablemente de haber tenido la oportunidad de analizar mejor la situación y salir de la burbuja y fantasía un momento, nos hubiésemos involucrado más para hacer que las cosas cambiaran.

Hoy en día en honor al mundial una vez más hemos decidido portar el traje de la apatía y hacernos oídos sordos a lo que acontece en el panorama nacional.

Tendemos a ser verdaderamente indiferentes en temas que sí son de importancia, de mucha más importancia que un juego de fútbol. La vida pasa mientras perdemos un mes completo pegados al televisor, a pesar que los partidos duran 90 minutos. Asimismo pasan ante nuestros ojos, y sin ser siquiera notadas, decisiones trascendentales para el país. No permitamos que se haga tarde, no dejemos que los futuros personajes electos para ocupar los puestos de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, Corte de Apelaciones y la Contraloría General de Cuentas nos caigan como gol en nuestra portería, tomándonos desapercibidos y terminando el partido sorprendidos y otra vez decepcionados. Involucrémonos, informémonos, participemos y seamos nosotros mismos los constructores de un mejor mañana para esta nación.

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