Indignación

Andrea Villagrán Antón / Presidenta de la Asociación de Estudiantes de Políticas –AEP- / URL

Lo malo

Hace algunos días, los landivarianos del campus central despertamos con la noticia de un aumento al parqueo 5 (“Hoyo”): este subía de Q.10.00 a Q.15.00. Como era de imaginarse, el descontento empezó a manifestarse a través de las redes sociales; lo que no se esperaba era la pronta expansión del enfado, tanto que llegó a ser mencionado por medios de comunicación nacional. Tal alboroto era razonable pues en menos de dos años el valor del parqueo había aumentado un 200% de su valor inicial.

Algunos estudiantes se acercaron con sus diferentes representantes, con preguntas y reclamos. Las asociaciones de estudiantes, sin respuestas, no hicimos más que apoyar el rechazo y buscar soluciones. Para ello, nos reunimos los representantes de estudiantes, realizamos un comunicado en el cual nos oponíamos al aumento y realizábamos propuestas. Días después nos reunimos con el Rector, cuya respuesta fue que se daría una explicación al aumento -el cual iba- y facilitarían la comunicación en cuanto a los proyectos de remodelación.

La frustración abunda, cuando sabes que en ti confían voces que quieren respuestas y ser escuchadas, y que existe una limitante que no te permite obtenerlas.  También cuando existe el temor dentro de los representantes a no tomar acción, por no tener la certeza de un apoyo real de los estudiantes, más allá del mitificado en las redes sociales. Todo esto es entendible cuando en las elecciones estudiantiles no vota más del 20% de cada facultad. Y pregunto ¿a quienes representan las asociaciones realmente? Cuando casi nadie sabe quién está en su asociación,  quién es el representante estudiantil o su presidente.

Esto no hace más que resaltar la indiferencia que ha existido hacia las agrupaciones y que ahora demuestra su importancia. La necesidad de un estudiantado cohesionado y participativo, para que funcione al pleno la plataforma entre estudiantes y autoridades.

Lo feo  

Está bien el reclamar nuestros derechos como consumidores, exigir claridad y transparencia en procesos en los cuales nos vemos involucrados como universidad, aún siendo esta privada.  Sin embargo, es criticable que únicamente en momentos en los cuales vemos afectada nuestra billetera de forma directa se activen los dispositivos de “indignación”. Aclaro, me refiero como colectivo: ¿Dónde queda ese aprendizaje con valores, ese sentimiento de empatía, de indignación frente a hechos que día con día hostigan a nuestro país?

Nos hablan de conciencia social, de la teología de la Liberación y de la ética en muchos cursos  del pensum; sin embargo pareciera ser que quedan en el olvido. ¿Cuándo nos hemos pronunciado como “estudiantes de la Universidad Rafael Landívar”, indignados frente a una de las tantas violaciones a los derechos de la vida? ¿Dónde queda la preocupación a la forma en cómo se maneja la conflictividad por parte del Estado?

Es cierto, quizá estemos lejos de formar parte de la pobreza extrema, que nuestra realidad es otra, pero no por eso nos podemos hacer de la vista ciega a las luchas que existen por defender la vida digna de las mayorías excluidas y oprimidas. Nosotros como estudiantes tenemos el deber ético de ser sujetos de cambio, dejar a un lado lo individual, de hacer lucha por transformar nuestra realidad, y claro, de sentir indignación ante las atrocidades en contra de la humanidad.

Lo bonito

Que este sea un hecho que brinde oportunidad para la construcción de un colectivo fuerte. Que incremente la participación estudiantil en las agrupaciones y propicie el interés por la solución de los problemas gremiales que nos afectan a los estudiantes.

“Somos demasiado jóvenes para esperar” – Los Indignados

 

Fotografía: www.migueljara.com

 

 

 

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