Silvia García/
“No tengo ningún talento especial. Sólo soy apasionadamente curioso.”
Albert Einstein
¿Es posible alcanzar el éxito cuando se vive solo por vivir? ¿Es posible que el sueño de ser un alto ejecutivo de una reconocida empresa se haga realidad cuando se asiste a la universidad por el título y no por el verdadero deseo de aprender?
La pasión es un motor, la fuerza que nos lleva a persistir en la búsqueda de alcanzar aquello que se anhela. Personalmente, la pasión me ha llevado a tomar decisiones que algunos tacharían como locura. Me cambié de universidad después de pasar años estudiando una licenciatura que jamás me llevaría hacia donde mi corazón anhelaba estar. También, renuncié de un trabajo que a pesar de ser bien pagado, no estaba alineado en la misma dirección que mis metas.
¿Es una locura perseguir sueños? Madrugamos, nos ahogamos en el tráfico, toleramos ambientes y compañeros complicados en la universidad y trabajo, nos desvelamos, comemos apresuradamente…y al final, ¿qué pretendemos alcanzar?
Nos perdemos en la rutina, nos ahogamos en la realidad y así, empezamos a vivir de forma automática.
Cada acción de nuestro día se transforma en una perpetua monotonía que puede llevarnos a olvidar porqué hacemos lo que hacemos. Ya no existen metas, la motivación desaparece…
Claro, cualquiera podría decir que Guatemala no es un país de oportunidades. Podrían además afirmar que no vale siquiera la pena intentar emprender, porque al final, o no se cuenta con el capital monetario suficiente y ninguna entidad bancaria te otorga un préstamo o bien, algún pandillero llegará a pedir la extorsión y con eso desaparecerá toda ganancia y así, la posibilidad que el negocio prospere.
“Aquellos que están lo suficientemente locos como para creer que pueden cambiar el mundo son quienes lo cambian.” Steve Jobs
Está bien, en un contexto como el nuestro cualquiera puede dudar. No pretendo promover el falso idealismo de “con una buena actitud todo es posible”. Al contrario, con los pies enraizados en la tierra quiero hacer ver que la pasión y el esfuerzo pueden llevarnos a lugares que probablemente no teníamos planeado.
Se trata, en primer lugar, de detener en su totalidad la comparación con el prójimo.
Compararse con los demás es una forma de castigarse sin ser culpable de ningún delito. Nadie, jamás en la vida, tendrá las mismas oportunidades que otra persona. Con el simple hecho de ser un individuo único, cambian todas las reglas del juego.
En todo caso, es probable que si se tuviesen las mismas oportunidades que tuvo otro sujeto, no tomaríamos las mismas decisiones.¿Por qué? ¡Porque dentro de cada uno de nosotros existe un universo totalmente diferente!
Esto me lleva al segundo punto: saber jugar la partida de cartas que nos ha sido dada. Después de aceptar que no existe cabida para las comparaciones, debemos comprender y apropiarnos de las oportunidades que tenemos. Porque todos, lo puedo asegurar, hemos tenido y tendremos ese momento en el que nuestra vida puede cambiar. Algunas de las puertas abiertas serán más grandes que otras pero, va de nuevo, no vale la pena equiparar “mi puerta” con la “puerta” de mi compañero.
Lo importante es entrar con valentía en las puertas que se abren. Todos tenemos un juego de cartas, todos. Podrá parecer pequeño, insuficiente o limitado…pero es el juego que tenemos, y con el que tenemos que encontrar la salida de un mundo de homogeneidad y pesadez.
Como último punto: la pasión es la clave. La pasión me llevó a estudiar lo que más me apasiona en una reconocida universidad. La pasión me llevó a trabajar en una revista, haciendo una de las cosas que más disfruto. Así que puedo asegurar que independiente a las circunstancias a las que la vida nos ha llevado, si sabemos jugar las cartas que tenemos, podremos vivir con pasión y no por obligación.