En las últimas semanas, dentro de los alborotados ambientes de la polarizada sociedad guatemalteca, se ha abordado de diversas maneras el tema de la comunidad LGBT. Es un aspecto social que divide y tiende a segmentar –aún más- a las personas y que se funda en el hecho de que el libertinaje está empezando a adueñarse de los valores que constituyen el núcleo de la sociedad: la familia.

Como en todo conflicto, siempre existen personas que están a favor, en contra, o que simplemente deciden tomar una actitud neutral y deciden observar detenidamente la situación y así poder formar una opinión que no incurra en extremismos.

Así que la pregunta que planteo es: ¿en qué posición se encuentran los cristianos?

Para el ejercicio, decidí conversar con algunos amigos que profesan su fe cristiana,  para poder entender o al menos, poder establecer si realmente hay un sentir común dentro de los cristianos guatemaltecos en relación a la comunidad LGBT.

Afortunadamente, las personas con las que hablé, no emitieron comentarios recalcitrantes y homofóbicos. Procedo a exponer algunos comentarios que recibí para que el lector pueda formar su opinión. Laura Velásquez, una estudiante de Hotelería, sostiene que “debemos amarlos, pero no aceptar su manera de vivir. Hay que enseñarles con amor que hay una manera más plena de vivir al lado de Jesús”. Asimismo, Milia Basir, una estudiante de Derecho, afirma que “debemos apoyarlos y ayudarlos a encontrar su verdadera orientación sexual. No hay que condenar pues pienso que ante Dios no hay jerarquía de pecados”. Natali Pinto, estudiante de Psicología, piensa lo siguiente: “no soy nadie para amarlos menos que a un amigo”. Juan Fernando Santizo, estudiante de Mercadotecnia, se basa en modelar el comportamiento de Jesús para sustentar su comentario: “si el punto es vivir como Jesús lo hizo en la tierra, no veo por qué el odio o el desprecio”. Fabriccio Díaz, estudiante de cine, cree que “el amor transforma y nunca te va a dejar igual. Te puede hacer ver y reconocer cuando estás caminando en contra no solo de la naturaleza, sino de todo lo que Dios dejó claro en su palabra”.

Factor común: el amor. Inexplicable palabra que debería ser el centro de todas las relaciones humanas. Misterio que sacia al ser humano y lo fortalece, lo guía, lo sostiene y lo abraza. El amor libera, alumbra los días y sobre todo, ayuda a encontrar la auténtica y verdadera felicidad. Una vez que cruza el umbral de nuestro interior, purifica, limpia, sana heridas y cuida mientras éstas desaparecen.

Pero, en medio de la complejidad de la existencia misma del ser humano, en medio del sufrimiento y en medio de la tempestad, ¿dónde se encuentra el amor?

El amor es Dios mismo. Mis amigos y yo lamentamos que la sociedad y muchos “cristianos” se cubran con la investidura de perfectos y quieran condenar algo que puede ser solucionado con amor y no con intolerancia.

La solución requiere un compromiso de ambas vías: a los cristianos nos corresponde extender nuestros brazos, escuchar, aconsejar y ser incluyentes. Jamás es nuestra tarea condenar. Y a las personas que se sienten abatidas y confundidas por su orientación sexual, les corresponde buscar ayuda y estar dispuestas a descansar en la paz que sobrepasa todo entendimiento que Dios hace fluir dentro de todos los que creen en Él.

Amigos homosexuales: quizás muchas personas en nombre de la fe los han condenado y juzgado. Quiero que sepan que mis cinco amigos y yo, estamos dispuestos a enseñarles sobre el amor que Dios tiene hacia ustedes. Es un viaje lleno de pruebas y de episodios inesperados. El destino es un corazón feliz y una vida plena.

Amigos homosexuales: los amamos y queremos ayudarlos. ¡Cuenten con nosotros!

 Imagen: Unsplash

Compartir