Hay gritos de todo tipo.
Gritos de alegría, euforia o emoción.
Gritos de miedo, terror y angustia.
Detrás de cada grito hay una historia, una persona queriendo decirnos algo.
Una chiva paseándose por la Avenida Las Américas un sábado por la noche. Los gritos que salían de ella eran predecibles, pero no necesariamente obvios. Eran gritos de mujeres; gritos fuertes, eufóricos. A pesar que denotaban alegría y emoción por el cumpleaños o el cierre de saber quién, al ser escuchados de lejos, podían dar otra sensación. La primera reacción al escucharlos era voltear inmediatamente la cabeza para ver de dónde provenían, y cerciorarse que todo estaba bien. Terrible manía la nuestra.
Ese mismo sábado, Karen Paola y Jessica Noehmi de 14 y 15 años, también salieron de parranda. Había una fiesta en el salón comunal de El Pajón, Santa Catarina Pinula, a no más de 30 minutos en carro de donde la chiva se andaba paseando. El problema para ellas fue que cerca del salón comunal seguramente ya había algunos jóvenes esperándolas. No eran precisamente los novios que querían sorprenderlas y proponerles una escapada romántica a plena luz azul de la luna. La noticia informa que seguramente eran miembros de alguna pandilla. Todavía no se sabe a ciencia cierta lo que les sucedió, pero los vecinos aseguran haber escuchado gritos.
Eran gritos de mujeres; gritos fuertes, no necesariamente eufóricos.
A pesar que denotaban temor y desesperación, al ser escuchados de lejos, no podían provocar más que angustia y desesperación por no poder salir a ayudar. En qué momento corrían la misma suerte. Terrible encierro el nuestro. Karen Paola y Jessica Noehmi Lima Arsenio y su madre fueron encontradas desmembradas y con los rostros desfigurados en las cercanías del lugar.
La muerte de niñas y adolescentes en el país es una práctica que no parece querer detenerse. No pasan días, semanas, no digamos meses, en que los medios de comunicación anuncien la noticia de la muerte de algún menor de edad. Una sociedad que no se indigne con los gritos de los niños y adolescentes, es una sociedad enferma. Es una sociedad que está tan acostumbrada a la maldad, que la crueldad de sus niños pasa como rutinaria.
Nuestra sociedad debería cuidar y proteger a sus niños y adolescentes, no asesinarlos.
Hay algo que se debe hacer para cambiar esta situación. Exigir a la justicia guatemalteca y a sus autoridades el cumplimiento de la misma es la acción más importante. Sin embargo, no dejar de pensar en ello, a pesar que nuestro ambiente nos brinde muchas distracciones para dejar de hacerlo, es también otra acción que puede llegar a significar mucho.
Como jóvenes, es impensable que no nos guste la fiesta. Salgamos de parranda, pero recordando que afuera hay personas gritando. No olvidemos los gritos de Karen y Jessica, así como tampoco olvidemos que sus gritos deben llevar al cumplimiento de la justicia. Indignarnos, pensar en soluciones y no dejarnos arrastrar por la sociedad que intencionalmente bloquea nuestras emociones, es también parte de nuestro ser jóvenes.
Como jóvenes, todos deberíamos gritar de alegría, no de dolor.
Fotografía obtenida y modificada de: http://www.classwarfareexists.com