Claudia Calderón/ Opinión/
“Yo sé que es difícil, pero con mucho cariño les pido a todos que olvidemos los problemas y hagamos una gran fiesta durante el Mundial. Después, podremos volver a nuestras demandas”, expresó Dani Alves, lateral de la selección de fútbol de Brasil. Una petición, a mi parecer, bastante atrevida, fue lo que rondaba por la web semanas antes de dar inicio el evento deportivo más importante en todo el mundo.
La gran fiesta esperada por miles de personas en todo el mundo tiene lugar en Brasil, tierra de exótica fauna y flora, con una amplia riqueza multicultural, acompañada de carnavales, samba, colores, playas y fútbol.
Pero también es un país donde afloran diversos problemas sociales como la inseguridad, homicidios, inconvenientes en la infraestructura, aumento de productos, entre otros. Todos aún sin resolverse en pleno Mundial 2014.
El gobierno brasileño hizo una inversión de $6,594 millones en infraestructura, pero no fue para resolver problemas internos, sino para ocuparlos en estadios y paseos turísticos cerca de las ciudades anfitrionas. Ninguno de los aeropuertos recibió un certificado de calidad por parte de la FIFA. Además, el aumento de los delitos callejeros y la cantidad de homicidios registrados a diario, hace de la nación de la samba cada vez más, un lugar inseguro tanto para habitantes como turistas. Sin sumar el aumento de precios a ciertos productos de la canasta básica, debido a que se registra una temporada alta.
Esto y más han desencadenado una serie de protestas y marchas por parte de brasileños, quienes resienten aproximadamente los 14 mil millones de dólares que el gobierno gastó por el Mundial (catalogado como el más caro de la historia). ¿Por qué fue así? Quizás porque Brasil no está en condiciones para albergar y sostener un acontecimiento como este, por cual la inversión se hizo para tratar de resolver los problemas sociales por los que atraviesa, pero exclusivamente en las zonas anfitrionas y sus alrededores. Dar un toque distinto a una ciudad afectada social y estructuralmente.
¿Es el Mundial un acontecimiento para olvidar los problemas sociales que afectan a una nación?
En primer lugar, no se olvida y no se acallan las demandas de ciudadanos indignados. No hay poder más grande como la voz de una persona que lucha por una vida mejor. En segundo, ¿por qué se habría de olvidar una cantidad invertida (o gastada) tan grande si es dinero que provino del bolsillo de las personas?
La FIFA ha reconocido que Brasil tiene muchos problemas internos que son notorios para casi cualquier extranjero. “Para la entidad ha sido un infierno tratar de organizar el evento”, comentó Jerome Valcke, secretario general de la FIFA. Sin embargo, la Copa del Mundo es un hecho, así como la petición cariñosa de Alves. Los millones ya se invirtieron y la gran mayoría disfruta de esta fiesta deportiva.
No creo que el señor Alves vuelva a nuestras demandas, después de ganar otros tantos miles en el juego. No es él quien demandó o demandará, sino los miles de ciudadanos que no recibirán nada después de este evento, más que atenerse a diversas medidas que el gobierno imponga con tal de percibir el dinero invertido. Ahora, por más protestas que haya, no hay marcha atrás. La inversión ya no es propiedad del gobierno de Brasil. Solo un recuerdo del esfuerzo de los ciudadanos que definitivamente, NO se puede olvidar. Mientras tanto, sigamos celebrando y esperando que por lo menos, la Copa se quede en América.