Carlos Muñóz / Brújula
Ser joven en Guatemala suele ser complicado. Ser joven y mujer al mismo tiempo lo es mucho más.
Dina Elías, psicóloga e investigadora del Instituto de Investigación y Proyección sobre Diversidad Sociocultural e Interculturalidad de la URL (ILI), explica que es importante comprender que la dominación masculina afecta en todos los niveles de la sociedad y etapas de la vida de las mujeres. La idea detrás de esta dominación es la creencia que el cuerpo de las mujeres le pertenece a los hombres y se puede ejercer un control sobre este.
Según datos del MP, en 2017 se registraron 59,000 denuncias de violencia contra la mujer, la mayoría de ellas, provenía de mujeres entre los 18 y los 35 años. Pese a que la tasa de homicidios ha descendido, las muertes violentas de mujeres se mantienen constantes. El año pasado fueron 772. En relación con la violencia sexual, según el Informe Anual de la PDH del 2017, el 90% de los exámenes hechos por el INACIF por violencia sexual, fueron realizados a mujeres y el 36% fueron realizadas a mujeres adolescentes entre 13 y 17 años.
El femicidio es el punto final a una serie de vulneraciones a la mujer, vulneraciones a las que todas están expuestas.
Los tipos de violencia contra la mujer
La violencia contra la mujer no es sólo física, no se trata solo de golpes o agresiones sexuales. Se han tipificado cuatro tipos de violencia contra la mujer: física, psicológica, sexual y económica. Todas éstas, vulneran los derechos de las mujeres, y evidencian la interseccionalidad de los derechos, es decir, que cuando se vulnera un derecho esto produce automáticamente la vulneración de otros.
Dina Elías, resalta que la violencia hacia la mujer es un continuo, es decir, que tienen distintas formas de expresarla y distintas intensidades. Las manifestaciones de violencia comienzan con pequeños actos, desde acoso callejero o insultos, hasta violación sexual y homicidio. La tendencia es que cuando hay violencia física, hubo antes violencia psicológica.
Hay más riesgos en lo conocido que en lo desconocido
Alejandra González, secretaria de la mujer del Ministerio Público, expresa que el 70% de las denuncias se dan por situaciones en el ámbito privado. Es decir, las agresiones a mujeres no provienen de gente desconocida sino de su círculo más cercano. La realidad, según González, es que las jóvenes están más en riesgo en el hogar que afuera de la casa. Esto es principalmente válido en el caso de las niñas, donde se ha detectado que en el núcleo familiar más próximo se encuentra el agresor.
Una vez se llega a la adolescencia, las jóvenes tienen un alto riesgo de experimentar otras formas de violencia en sus primeras experiencias de noviazgo. Según Abner Paredes, defensor de la juventud del Procurador de Derechos Humanos, cuestiones como la famosa “prueba de amor”, la petición a tener las contraseñas de las redes sociales, los celos, y la solicitud de imágenes íntimas pueden ser detonantes a una violencia mucho más evidente. Este tipo de abusos, según González son identificables en relaciones entre adolescentes desde los 13 y 14 años.
En el ámbito público, las jóvenes también están en riesgo en las escuelas y en sus primeras experiencias laborales. A nivel escolar, las niñas están expuestas a acoso por parte de sus compañeros, y en casos más graves a la divulgación de imágenes íntimas.
En el tema laboral, para Paredes, el acoso por parte de los compañeros o sus jefes, son riesgos a los que las mujeres se enfrentan, y que se evidencian desde la etapa de contratación con el código de vestimenta y la búsqueda de ciertos estándares de belleza.
Violencia en el campo, violencia en la ciudad
Cuando hablamos de violencia hacia las jóvenes es importante tomar en cuenta las distintas realidades en que ellas se desarrollan, sobre todo, las diferencias entre crecer en el área urbana y el área rural, más allá de que en ambas existan manifestaciones de violencia hacia la mujer.
En el área rural, el principal problema se encuentra en la falta de acceso a la información y la ausencia de instituciones estatales que puedan ocuparse de los casos. Abner Paredes considera que en la medida que las jóvenes viven en condiciones de encierro, cuentan con menos posibilidades de denuncia.
Mientras más acceso a educación y empleo, mayor posibilidad de denuncia.
De hecho, para el defensor de la Juventud, las mujeres jóvenes más vulnerables son aquellas que se trasladan del área rural al área urbana, como las empleadas domésticas y otras que están insertas en formas de trata de personas en relación al trabajo forzado que muchos hemos normalizado, como las adolescentes que trabajan en las tortillerías o en las tiendas del barrio. Se considera trabajo forzado porque trabajan más de la cuenta, y muchas veces no reciben el salario ellas, sino es un trato entre los padres de la joven y el dueño del negocio.
En el área urbana, la mayoría de casos siguen dándose en el ámbito privado. Sin embargo, hay más riesgo en el entorno externo sobre todo en las mal llamadas zonas rojas. Claudia Hernández, de la Fundación Sobrevivientes, explica que las mujeres corren el riesgo tanto si pertenecen a una pandilla como si no lo hacen. En el caso de pertenecer, suelen ser utilizadas para realizar cobros de extorsiones y traslado de drogas a la cárceles, además de cumplir con ritos de iniciación que incluyen violaciones múltiples. Mientras que en el caso de no pertenecer, siempre están expuestas a la violencia y el femicidio. De hecho, muchas veces las pandillas suelen recurrir al asesinato de mujeres para marcar su territorio.
Las jóvenes: distintas y a la vez iguales a sus madres y abuelas.
Alejandra González, considera que las mujeres jóvenes conocen sus derechos y saben que la situación en la que se encuentran no está bien; pero esto no necesariamente significa que denuncien, esto por miedo a las represalias de su agresor. Incluso, en las mujeres que realizan denuncias, existe la tendencia a no conseguir mantenerse alejadas de su agresor. En el plazo de dos semanas a varios meses, regresan con él por lo que hay una tendencia a que vuelvan a denunciar. En el caso de sus madres y abuelas, el problema es más complejo porque se han normalizado las agresiones.
Claudia Hernández, explica que otros factores que impiden la denuncia o que impiden que las mujeres se alejen de su agresor, es la dependencia económica, sobre todo si tienen hijos, y en el caso de las mujeres con nivel socioeconómico alto, pesa mucho “el qué dirán” y los valores tradicionales.
La respuesta del Estado: funciona pero poquito y tarda un cachito
A nivel legal, existen dos instrumentos que contemplan las agresiones contra las mujeres, la Ley contra el Femicidio y otras formas de violencia Contra la Mujer y la Ley contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de personas. La primera, toma en cuenta los cuatro tipos de violencia (física, sexual, psicológica y económica) y se ocupa solo de las agresiones de hombres a mujeres. Mientras que la segunda, toma en cuenta los delitos en donde las víctimas y victimarios son tanto hombres como mujeres.
Dentro de las carencias institucionales, Abner Paredes señala el tiempo que el sistema de Justicia tarda en llevar los casos, provocando una revictimización de las mujeres agredidas, las cuáles deben de repetir la información una y otra vez. Además, considera que hay avances en temas de prevención de violencia pero se carece de un trabajo con los posibles agresores y hace falta descentralizar el trabajo estatal.
A criterio de Claudia Hernández, es necesario aumentar los elementos y los recursos de las unidades, así como una formación en la Academia de Policía con un enfoque de género. Asimismo, Hernández apunta que a nivel judicial, los jueces muchas veces se guían en base a sus prejuicios o valores religiosos y no en lo que dice la ley. Por último, a mayor educación y nivel socioeconómico, mejor información y mayores posibilidades de pedir auxilio.
Dentro de las medidas de prevención de la violencia hacia las mujeres, el MP ha desarrollado una app que posee un botón de pánico. Es suficiente apachar el botón para que una alerta llegue a la comisaría más cercana y la PNC se presente al lugar en donde se presionó el botón. Un mecanismo muy efectivo, pero que está limitado a las usuarias que poseen un smartphone. Es decir, un número muy limitado de mujeres guatemaltecas.
#VivasNosQueremos, el hashtag que tiene mucho sentido cuando se entiende que la violencia contra la mujer es en todos los ámbitos y en todos los niveles. Vivas y con una vida digna, vivas y con buena autoestima, vivas y dueñas de su cuerpo, vivas y con posibilidades de sobresalir, abarca los cuatro ámbitos que la violencia contra las mujeres permea. Y el trabajo es en tres frentes: entre mujeres para denunciar y empoderarse, entre hombres para cambiar de actitud y en el Estado para fomentar la reducción de las brechas de desigualdad y dominación.
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