Como era costumbre cuando tenía 17 años, me gustaba salir a correr los sábados por la mañana, regularmente visitaba la zona 1, un área que para mí en ese momento era muy tranquila. No recuerdo muy bien la fecha, pero seguramente fue en el mes de julio porque en el Cerrito del Carmen estaban celebrando la feria de la patrona del lugar. Había corrido más o menos unas quince vueltas alrededor del Cerrito y subido esas mismas hacia el atrio de la iglesia. Siempre durante los sábados las parejas de novios se reunían para pasar tiempo juntos, claro, a mi parecer siempre había creído que era un excelente lugar.

Esa mañana de julio, me pareció muy extraño ver a una joven de unos 16 años sentada en el mismo lugar durante largo tiempo, yo había corrido más de una hora y por todo ese lapso, ella seguía allí como esperando algo o alguien. La muchacha se veía perdida, o como que algo le parecía extraño, pero no quise preguntar, ni hablar con ella, ya que pensé que mi presencia le podía incomodar.

Después de dar más de quince vueltas al pasar nuevamente frente a ella, escuché que estaba hablando por teléfono y se dirigía a alguien diciéndole de que forma estaba vestida: blusa rosada, pantalón blanco, con pelo agarrado, en fin, todos los detalles de su aspecto. Y entonces, pensé en que conocería a alguien.  

Nunca pasó por mi cabeza que la pobre joven corría peligro o que alguna banda de delincuentes eran los que habían contactado con ella.

Seguí con mi rutina y después de unas vueltas vi que la joven se levantó del lugar y comenzó a descender por las gradas principales del Cerrito del Carmen, para salir por la entrada de la avenida Juan Chapín. Ella seguía hablando por teléfono pero alcancé a escuchar que preguntaba en su conversación: ¿Por qué no llegaste?

La muchacha salió del lugar y comenzó a caminar por la avenida anteriormente mencionada, dirigiéndose hacia la doce avenida A y 4ta Calle de la zona 1. Algo en mi interior decía que debía seguir observando que estaba pasando, así que decidí correr alrededor de toda la manzana, y pasar justo a la par de ella. En la dirección referida vi a dos hombres con vestimenta extraña, pensé en que me pedirían dinero, o que incluso podrían asaltarme. Pero no fue así, sin cruzar miradas corrí un poco más rápido y los deje atrás, decidí voltear a ver por la joven,  pero de igual forma sin decir palabra alguna ella logro pasar de manera normal.  Estando a unos diez metros delante de los jóvenes, ellos comenzaron a caminar muy rápido hacia ella, ni siquiera me di cuenta en que segundo se había parqueado un carro frente a ella y los jóvenes que se habían quedado detrás comenzaron a correr para meterla a la fuerza en el automóvil. Por supuesto en ese momento me asuste muchísimo, pero me sentía inmóvil ante tal situación, lo único que se me ocurrió fue correr hacía la estación de policía que se ubica a dos cuadras, en la once avenida de la zona 1.

Lastimosamente creo que mi reacción fue tardía.

Al llegar y contarles a los policías,  hicieron una búsqueda cercana al lugar,  desgraciadamente por los nervios no recordaba mayores detalles de los jóvenes, y mucho menos del carro o específicamente del número de placas.

Durante las semanas siguientes se posteó la fotografía de esa muchacha en Facebook. Según las investigaciones se creía que un perfil falso le había contactado por la red social, y que al filo de un par de semanas de conversación, ella había accedido a conocer a dicho personaje.

Todo tipo de personas tienen acceso a las redes sociales, delincuentes, cantantes, sacerdotes, padres de familia e hijos. Por supuesto, muchos utilizan este tipo de alcances de tecnología para afectar hogares y desintegrar la sociedad guatemalteca. Esta historia reúne la importancia por la cual no  se debe aceptar personas que posean un perfil falso, y mucho menos acceder a conocer este tipo de personas. Son muchos los casos que provienen de las redes, únicamente está en nuestras manos detener estos hechos que provienen de poderes ocultos.

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