Axel Ovalle/Opinión/
Todo ser humano, pese a nuestra insistencia de exigir compañía, necesitamos dejarnos acoger por la soledad.
Llega un tiempo en el que, por estar rodeados de muchas personas, amigos e inclusive familiares, nos vemos colmados por una atención que nos hace imposible frenar nuestro andar en la vida. No conseguimos detenernos a pensar: “¿Estoy haciendo bien las cosas?”, “¿Estoy haciendo lo que me gusta?”, “¿Estoy cumpliendo mis sueños?”. No estoy diciendo que el tener amigos y seres queridos que acompañen nuestro trayecto esté mal, como han escrito en varios textos: “…el ser humano es un ser social…”; sin embargo, todos llegamos a un punto de quiebre, en donde lo más recomendado es recurrir a la soledad.
Si no le prestamos atención a la soledad y seguimos obligándonos a nosotros mismos a estar en compañía, comenzaran a germinar las discusiones y conflictos.
Cuando los temas de conversación que manejamos con nuestros allegados llegan a su límite, a un punto en el que ya se han puesto todas las cartas sobre la mesa, cuando ya se habló de la vida, el amor, el miedo o las inseguridades, iniciamos con la excavación en los archivos de las irrelevancias del pasado para conseguir una charla “amena”. ¿Pero por qué? ¿Por qué no entendemos que llegamos a un punto en el que necesitamos alejarnos, cambiar de perspectiva, de rumbo y que está bien llamar a la soledad?
Es porque nos han criado en una sociedad que necesita vivir “conectado”, “tener pareja” y no estar solo, tener con quien compartir nuestros planes y fracasos. Y, aunque a mí me repugnara, el mundo es como es y no podía sorprenderme que existieran promociones 2×1 en las que o tienes pareja o sino no aplicas.
Yo vivía atado a un paradigma, y era el de “llegar a ser una persona fructífera para aplicar a un buen matrimonio”. Así que pasaba los días cuidando de mi persona, estudiando y aprendiendo temas que me ayudarían a mi desarrollo de “esposo” o “padre”, siendo sonriente siempre con la gente para no ahuyentar a las prospectas…
No sé si entonces era consciente de ello, pero ahora me resulta obvio que abunda la gente desesperada por llamar la atención. Gente que todos los días reclama su existencia para ser “alguien” y nunca pasar desapercibida, con el simple objetivo de dejar a la soledad a un lado y reemplazarla por una persona. O, al menos, yo caí en esa desesperación sin saberlo.
¿Por qué emparejarnos?
Si lo piensas, si observas a tu alrededor, para cada uno existe alguien. Es un juego de memoria. Ves a un tipo altamente desagradable en todos los aspectos, y por improbable que parezca también él será capaz de encontrar a su media naranja, o eso es lo que nos han dicho. Como si se necesitara a alguien, a alguien a quien amar, para disfrutar las peripecias de la vida.
Pero, ¿Por qué existir con el fin de emparejarse? No lo sé. Yo crecí con la idea de que tenía que buscar una novia que estuviese dispuesta a conciliar un matrimonio conmigo y formar una familia feliz.
El ser humano, al tener interacción con más seres de su especie, comienza a generar cierta dependencia, en la que sus sueños, metas y objetivos comienzan a verse compartidos. ̶No digo que haya que ser egoísta y no compartir̶ a lo que voy, es que debemos darnos un espacio para escuchar lo que la soledad tiene que decirnos. Un espacio para conocernos a nosotros mismos, en el cual degustemos y vivamos nuestra propia perspectiva y opinión, sin temor a no encontrar nadie más que la comparta.
Desde que he descubierto un sinfín de lugares, y me he zambullido en las aventuras disparatadas de la vida, he conocido personas, restaurantes, culturas, paisajes, que han hecho que mi mente se expanda y deje atrás el típico cuadrado, rígido y conservador pensamiento que me hacía creer que mi fin en este mundo era mantener la especie emparejándose con alguien. Hay más que eso.
Si no fuese porque tomé la decisión de dejar atrás familia, amistades, amores, nunca hubiese descubierto que dentro de mí existía una divinidad que estaba esperando ser honrada y es: la belleza del derecho al disfrute y goce de la vida. Soy capaz, soy una cajita de sorpresas; tengo talentos y sueños por explotar, puedo ser el héroe y, ¿por qué no?, protagonista de mi historia.
La soledad no es mala, como se nos ha inculcado. No existe tristeza en ella, hay inspiración, meditación, filosofía y arte. La vida guarda tantos secretos y placeres que solo pueden conocerse y disfrutarse en soledad.