José Ignacio Reynoso / Colaboración /
Mamá, Papa, Quiero ser politólogo. Una oración que dudo mucho que alguna vez algún padre de familia haya tenido que escuchar de la voz de un niño o niña, es más fácil escuchar que quieren ser algo que se les enseña desde pequeños como bombero, policía, doctor e incluso cosas que parecerían utópicas para la realidad de nuestro país como un astronauta.
No digo que sea malo querer ser bombero o doctor, mucho menos astronauta; a lo que me refiero es a la realidad que nos ha tocado vivir a los que escogimos carreras universitarias “poco tradicionales”, tales como antropología, sociología, filosofía y otras. Son carreras que pocas veces escuchamos en una charla familiar, usualmente se les dice a los niños “crecerás para ser un gran ingeniero” o “Mi hija será una muy buena abogada”, carreras con mucho auge en nuestro país.
En Guatemala son muy pocas personas con acceso a una educación superior, independientemente sea pública o privada. En cifras se entiende como un 12% poblacional -aproximadamente-, del cual no se tiene ningún dato preciso sobre cuántas personas exactamente asisten a la universidad, mucho menos, cuál carrera están cursando.
Entre esas personas que tuvimos -o tendrán- la dicha de estar en la universidad, encontramos más adversidades para el tipo de carreras “poco tradicionales” y no precisamente es su dificultad como tal uno de los problemas, sino el estereotipo creado alrededor de las mismas.
Mi reflexión va en torno al tabú que conllevan estas carreras y al rechazo que de estas tenemos, no es solamente el ser profesional lo que interesa, es algo que tenga prestigio o que siga con la tradición familiar. Muy pocos hemos tenido la fortuna de crecer en una familia que acepte nuestra decisión, en la adolescencia, a seguir una carrera como las que acabo de mencionar; además, a estás también se suman muchas carreras artísticas, de las cuáles surgen interrogantes muy grandes: ¿de qué vas a trabajar? O ¡Con esa carrera, dinero no vas a ganar!
Y es que tantos son los estereotipos fijados en nuestra sociedad, que nos cuesta aceptar cuando alguien tan cercano y amado escoge algo tan inusual. Como estudiante de ciencias políticas sólo puedo compartir mi experiencia al haber elegido una carrera como tal. No nos escapamos de comentarios como: “Te gusta el dinero ¿va?” o “¿Por qué no elegís una carrera de verdad?
Somos educados para estudiar carreras tradicionales, desde la familia hemos escuchado y se nos ha orientado a ser como todos los demás. Es más, la educación misma se enfoca más en matemática que en idioma español o en ciencias sociales; cursos de vital importancia para lograr entender nuestro contexto social.
No es malo querer estudiar una carrera tradicional, si es lo que aman… Lo que es negativo es estereotipar y juzgar a personas que estudian este tipo de carreras poco convencionales o las que lo desean hacer, hay que dejar de ser esa olla de cangrejos que tanto nos tachan y empezar con una mente abierta para que si algún día nos toca escuchar: ¡Mamá, Papá, quiero ser politólogo!