No me dejarán mentir, que todos hemos dicho la típica frase “mejor lo hago después” para no hacer las cosas en el momento que se nos piden o en el momento en que deberíamos hacerlo, la hemos dicho todos, sin excepción de clases, educación, sexo, etc., y la hemos dicho al menos una vez en la vida o hemos utilizado sinónimos como: “mejor lo hago mañana u otro día”, “más tarde lo hago” o el típico “ya voy”. De esta forma vamos postergando las cosa, huyéndole a nuestras responsabilidades, como si el tiempo y nuestra vida fueran eternos.
Así vamos por la vida, dejando todo para mañana o para después, dejamos tanto sin hacer, que perdemos la cuenta y terminamos enterrando algunas cosas e incluso a algunas personas en el olvido; mañana le hablo, mañana le escribo, mañana tapo la gotera, mañana lavo la ropa, mañana, mañana, mañana…
Recuerdo que cuando era pequeña, mi mamá me contaba una historia acerca de una familia de zopilotes. En la historia la zopilote le preguntaba al zopilote ¿cuándo harás el nido, mi amor? y el zopilote le decía “mañana”. El zopilote salía a trabajar y a su regreso, surgía de nuevo la pregunta: ¿cuándo harás la casa mi amor? y el zopilote le daba la misma respuesta “mañana”. Algunas veces, ya entrada la noche, caía una tremenda tormenta a toda la familia y el zopilote les decía “no se preocupen que mañana hago la casa”. Cuando pasaba la tormenta y el sol calentaba su plumaje, el zopilote hacia a un lado el pensamiento de iniciar con la construcción de la casa. Así pasaban los días; cuando la familia sufría o se mojaban por las lluvias, la conciencia motivaba al zopilote a construir su casa, pero cuando la tormenta pasaba y la conciencia se calmaba, perdía todo el impulso para construirla.
Nosotros no somos muy diferentes a este cuento, cuando estamos en nuestra zona de confort, cuando nuestra vida es tranquila y no hay ningún peligro acechándonos, vamos por la vida dejando todo para después; pero cuando vienen los sustos, es ahí cuando nos disponemos a hacer los cambios que nuestra vida necesita. Cuando tenemos el primer infarto, decidimos ponernos a dieta y hacer ejercicio, cuando chocamos el coche por ir manejando borrachos, es ahí cuando nos disponemos a ser conductores responsables, cuando perdemos el control es cuando pedimos ayuda, pero cuando creemos que hemos retomado el poder otra vez, nos volvemos a sentir invencibles y seguimos postergando.
Pero, ¿por qué dejar las cosas para más tarde?, después nuestros intereses cambian, después el amor se va, después ya no somos la prioridad, después nos hemos puesto viejos, después la gente ya no está, pero sobre todo después la vida pasa y la vida se acaba.
Vamos por ahí creyéndonos invencibles, como si fuésemos el centro del universo y como si la vida de los demás girara en torno a la nuestra.
Pero sobre todo, creemos que el tiempo es eterno y pensamos que la vida es solo ver pasar las hojas de un calendario y muchas veces ya es muy tarde, cuando nos damos cuenta que vivir es más que ver esas páginas de calendario pasando, es también entender que cada una de esas páginas que pasa es única e irrepetible, que si no aprovechamos el momento, solo nos quedará pensar en “que hubiese pasado si…”, cuando mueras el mundo pasará sin ti, no sentirá tu ausencia y lo único por lo que serás recordado, es por lo que hiciste, por la huella que dejaste, no por lo que dejaste de hacer. Vive el momento, arriésgate, aventúrate, pierde el miedo, que no te importe el qué dirán, hazlo aunque no estés seguro, vale la pena correr el riesgo. Aquí el único que importas eres tú, sé feliz, conquista tus sueños, aprovecha las hojas del calendario, no te quedes con el “qué hubiese pasado si…” Mira que el cementerio está lleno de cobardes que tuvieron miedo de vivir la vida.
“Un minuto que pasa es irrecuperable. Conociendo esto, ¿cómo podemos malgastar tantas horas?”
(Mahatma Gandhi)