Liza Noriega/ Brújula/
Porque quiero dejar de ser testigo del cambio; quiero provocarlo y vivirlo. – Martín Berganza
Por dignidad – Andrea Villagrán
Porque mi madre me enseñó a luchar por lo que amo, por las cosas que me mueven – Antonio Flores
¿Por qué han decidido asistir a las manifestaciones de los últimos meses en Guatemala?, fue la pregunta ante las respuestas anteriores. Todas las razones fueron expresadas por jóvenes menores de 30 años, jóvenes guatemaltecos que han estado presentes, activos y comprometidos con los movimientos universitarios y juveniles que han cobrado fuerza a raíz de las protestas sociales que buscan cambios de fondo y de raíz en nuestro país.
Quien viva en los centros urbanos de Guatemala no podrá negar que algo ha cambiado durante las últimas semanas: el ambiente y el aire que se respira es diferente, hemos compartido espacios públicos con personas desconocidas en momentos no pensados, las pláticas y conversaciones de la sobremesa parecieran ya no ser las mismas de meses atrás. Cada sábado, unos con mayor frecuencia que otros, cientos y miles de ciudadanos se han reunido en las plazas centrales y otros espacios públicos en distintos puntos del país a manifestar y mostrar su inconformidad con la actual clase gobernante y política que nos gobierna. Quienes hemos podido asistir a algunas de estas concentraciones ciudadanas, hemos descubierto la fuerza y esperanza que se siente y vive al ir caminando por las calles del centro histórico, y de repente, a cada vuelta de la esquina, encontrarse con más y más personas que se suman y caminan rumbo al mismo punto de encuentro.
“He ido a manifestar porque he podido encontrar finalmente un espacio colectivo, diverso y en su gran mayoría joven para unificar sentimientos y opiniones; se están logrando muchas redes y fuerte presencia de las juventudes con más sentido social y compromiso para organizarse y articular esfuerzos para el bien común. Manifestar cada sábado se está convirtiendo en una herramienta social y colectiva de expresión, que no solo ha sido pacífica sino también motivadora y creativa. Cada vez hay más música, más movimiento y más energía”, afirma Juan Pablo Romero, director de la Asociación Los Patojos.
Personas que nunca pensaron en salir a las calles a manifestar, hoy lo hacen con motivos fuertes y suficientes. Siempre existe una primera vez para iniciar con el ejercicio ciudadano de exigir a los gobernantes respuestas y soluciones, por medio del posicionamiento público y en grupo (Leer también: Mi primera manifestación). De nuevo, las razones para participar en los movimientos ciudadanos son diversos y por lo mismo, totalmente válidos:
Por ansias de justicia. – Francisco Juárez
Protestar es catarsis por indignación y empatía al sufrimiento ajeno. – Ana Raquel Aquino
Por compromiso ciudadano y por hacer conciencia ante la indiferencia. – Isaías Morales
Representatividad versus Poder Simbólico
¿Es realmente representativo el movimiento ciudadano provocado en un inicio por #renunciaya? Si se basa en aspectos cuantitativos y numéricos, pareciera que no. La ciudad de Guatemala alberga alrededor de un millón de habitantes y alrededor del 52% de la población total del país vive en áreas urbanas. Sin embargo, si en la manifestación del pasado 16 de mayo, la más multitudinaria de todas, asistieron alrededor de 60,000 personas a la Plaza de la Constitución, eso representa apenas un 6% de la población que vive en la ciudad de Guatemala. Este dato constata que el movimiento ciudadano definitivamente no es representativo de la población guatemalteca. Sin embargo, esto no resulta del todo negativo para muchas personas.
Zaira Lainez, politóloga y ciudadana guatemalteca, considera que el movimiento ciudadano a pesar de no ser representativo, sí es sumamente significativo. “A pesar que es un grupo pequeño, clase media, urbana, con cierto nivel educativo y nivel económico; el grupo social es significativo en cuanto al nivel de poder que posee. Este poder social que se está construyendo es de los pocos que puede realmente hacerle frente al poder político.” En un país tan centralizado y con alta concentración de poder en grupos determinados de personas, el hecho que parte de estos grupos se encuentren movilizándose es en sí, un resultado e indicador de logro; probablemente muchos de los ciudadanos que hoy están saliendo a las calles, serán personas que en un futuro no muy lejano se encuentren en puestos de toma de decisiones. Y es precisamente en esto que radica la importancia del poder simbólico que está presente en las manifestaciones.
Para muchos, más allá de la cantidad de personas, es la diversidad y espontaneidad con que las movilizaciones se han realizado lo importante. Muchos cientistas sociales coinciden en que la espontaneidad es básica en los movimientos sociales, y esta debe leerse desde las condiciones que la motivan: Gramsci incluso afirmaba que la espontaneidad pura no existe. Siempre es importante realizar una lectura del pasado, conocer y atender a los momentos de articulación, desarticulación y rearticulación de los grupos sociales previo a movilizaciones “espontáneas” como las que han sucedido en las últimas semanas en el país. En Guatemala, la clase media y trabajadora había venido presenciando y siendo testiga de constantes señalamientos de corrupción de la clase gobernante, no únicamente en este período de gobierno, sino por décadas el tema de la corrupción había ido poco a poco instalándose en el país, hasta llegar al momento actual de desfachatez y descaro. Y finalmente en abril de 2015, el monstruo ciudadano despertó. Es posible afirmar entonces que el movimiento no fue tan “espontáneo” como se creía.
¿Qué se logra con las manifestaciones?
Por deber- Luis Arturo Palmieri
Para denunciar las injusticias y transformar el sistema político – Lenina García
Porque una Guatemala diferente es posible – Erik Moscoso
Durante las últimas semanas, hemos constatado cómo la afluencia a las manifestaciones ha ido variado de acuerdo a la coyuntura y el ánimo de las personas. Las manifestaciones más fuertes en la Plaza de la Constitución iniciaron un 25 de abril #25A, le siguieron el 16 de mayo #16M, el 30 de mayo #30M y la última y más reciente, el pasado 13 de junio #13J. Las manifestaciones incluso han llegado a otras latitudes, logrando articular pequeños movimientos de ciudadanos guatemaltecos viviendo fuera del país. ¿Qué resultados se han obtenido a causa de las mismas? Días después de la manifestación de abril, el 8 de mayo de 2015, se logra un resultado concreto derivado de las manifestaciones ciudadanas y otros factores externos: renuncia la en ese entonces vicepresidenta de Guatemala, Roxana Baldetti. La ciudadanía eufórica había logrado un cambio. A patrir de allí, el movimiento se ha diversificado y organizado mejor, buscando cambios más profundos y con propuestas concretas. Las protestas y exigencias de los ciudadanos han ido cambiando: de un #renunciaya, las exigencias ciudadanas han ido modificándose a #justiciaya, #reformaLEPP o “en estas condiciones no queremos elecciones”, propuestas y cambios diversos que aun no se han concretado del todo.
Juan Pablo Romero afirma que las manifestaciones sí sirven y están logrando cambios reales en la ciudadanía, siendo uno de los principales el tema de la articulación. Juan Pablo afirma que en Antigua Guatemala se logró articular el Colectivo de Jóvenes de Guatemala luego de que lograron que Baldizón no llegara a la ciudad colonial, o desde la plataforma juvenil de Los Patojos, las manifestaciones han contribuido a organizar espacios de diálogo alrededor de las temáticas de coyuntura del país.
“Hay mucho todavía por hacer, pero manifestarnos es la ruta para las reformas, para muchas transformaciones, poco a poco, se gestan más movimientos honestos, responsables y desinteresados a nivel económico. Manifestarse es una cuestión de dignidad, no debemos de debilitarnos, sino organizarnos y entender que la ley y la política guatemalteca es compleja, pero si presionamos pacífica e intelectualmente, puede tener un nuevo significado”, afirma.
A pesar que muchos grupos se están logrando articular, existe otro buen número de ciudadanos que, sin estar necesariamente involucrados directamente en algún grupo organizado, continúan asistiendo sábado tras sábado en búsqueda de respuestas y exigiendo cambios sustantivos al sistema político del país.
“Vi que mucha gente se unió con un mismo propósito y se miraba que la manifestación sería tranquila, yo tal vez no hubiera ido si viera personas haciendo relajo. El que fuera una manifestación pacífica en contra de la corrupción me motivó a asistir, y lo continúo haciendo. Quiero cambios en el sistema, no que continúen las mismas personas en los cargos; apoyo las reformas a la LEPP”, afirma Estuardo Noriega, ciudadano guatemalteco y asistente asiduo a las manifestaciones ciudadanas, sin estar organizado o articulado con algún grupo específico.
Para muchos, las manifestaciones también poseen un valor simbólico muy fuerte en las próximas generaciones, los niños y niñas que están asistiendo con sus padres a las jornadas de los últimos sábados. Un nuevo tipo de ciudadanía se ha ido gestando, ciudadanos sin miedo que exigen reformas y cambios a su clase gobernante; niños que en un futuro podrán concebir estos ejercicios más que como un logro y despertar ciudadano, como verdaderas muestras de ciudadanía cotidiana.
Es mi obligación moral luchar por el país que nos merecemos.- María Fernanda Sandoval
Porque cuando mis hijas/os y nietas/os me pregunten en dónde estaba yo durante las manifestaciones, quiero poder decirles, “yo estaba allí y yo ayudé en lo que pude para que la Guate que ustedes tienen hoy sea mejor.” – Rudy Herrera
Sin embargo, a pesar que la mayoría coincide en la importancia y el valor de la manifestaciones, en muchos existe el temor de que si no se alcanzan resultados concretos pronto, este movimiento ciudadano se pueda debilitar: así como la espuma sube, así baja. “El descontento no genera cambios”, afirmaba el representante de la Asamblea Nacional y Popular el pasado 10 de junio en el foro-debate sobre coyuntura organizado por la revista El Salmón, La Cuerda y CMI, en base a la importancia de generar propuestas, lograr articularse y finalmente llevarlas a cabo. Zaira Lainez también teme que las personas se frustren si no existen verdaderos cambios en la legislación del país que puedan constatarse.
“La primera manifestación tuvo un resultado concreto: la renuncia de Roxana Baldetti. Sin embargo, el riesgo que yo miro hoy es que la gente se pueda frustrar si entramos a elecciones sin reformas, y que vayan a hacer cuatro años de los mismo. Hay quienes dicen que no importa, porque dicen que ya la gente cambió y que desde el primer día de gobierno va a ser distinto para los próximos gobernantes, pero siento que es un movimiento que nos agarró por sorpresa a todos y todavía no está bien consolidado. Es importante para la ciudadanía tener al menos algunos resultados a corto plazo”, sostiene.
Los verdaderos cambios requieren articulación.
Las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos es uno de los cambios que se están proponiendo con mayor fuerza; sin embargo, aún existen algunos desacuerdos en la ciudadanía en cuanto a cuándo poder hacer efectivas dichas reformas; antes o después de las elecciones generales 2015. Y es precisamente allí donde se encuentra el reto para el movimiento: lograr articularse en los puntos comunes o mínimos de las propuestas, y así lograr llegar a ser un verdadero grupo de presión para el gobierno de turno. Carolina Escobar Sarti, en el foro-debate sobre coyuntura organizado el pasado 10 de junio por la revista El Salmón, La Cuerda y CMI, cuestionaba el tema de las movilizaciones en la Plaza, afirmando que ella no le preocupaba cuánto tiempo más estarían los ciudadanos en la plaza, sino más bien qué cambios de fondo lograremos. Zaira Lainez sostiene: “Creo que es importante para un movimiento así tener resultados que se vayan viendo para que la gente tenga incentivos para seguir presionando. Estoy consciente que algo que no hemos arreglado en siglos no lo vamos a componer en un mes, pero sí digo que hay que mantener una visión tanto a largo como corto plazo”.
Las manifestaciones han modificado la participación ciudadana del país, especialmente aquella urbana y de clase media. Las articulaciones entre grupos han ido alcanzando algunos resultados concretos, a pesar que se reconoce que aún se debe y puede avanzar más. Es indispensable que la presión ciudadana continúe constante para que este proceso avance de forma significativa, y esta se va a lograr, si la ciudadanía constata que su poder ciudadano realmente logra cambios. Es una relación de ambas vías, en las cuales tanto la ciudadanía guatemalteca como aquellos grupos más organizados puedan ponerse de acuerdo para exigir técnica, política y socialmente los cambios profundos que el país necesita. Como dicen y afirman muchos, esto apenas empieza, y es que en realidad, manfiestar sí sirve, y mucho.