El día 8 de marzo se celebraba el Día Internacional de la Mujer, un día que dadas las circunstancias a nivel internacional ha cobrado muchísima más relevancia que antes. En las redes sociales se ve a modelos, artistas, cantantes y demás celebridades subiendo fotos a sus perfiles con hashtags y mensajes aludiendo a lo orgullosas que están de ser mujeres y tener poder sobre sus cuerpos y sus propias decisiones. Mientras la ilusión de las redes sociales, de los likes, de los trending topics nos cegaban los ojos de nuestra realidad, en otro lugar no tan lejano, este día se viviría muy diferente. Serían las lágrimas las que nos aclararían la vista de la situación en la que vive la mujer en Guatemala.
En el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, la realidad de nuestras mujeres pronto sería crudamente revelada. Tras acusaciones de abuso de las jóvenes que estaban en dicho hogar “seguro”(que en realidad se encuentra en condiciones deplorables y con sobrepoblación) la tragedia que intriga a Guatemala se desató. Hasta el momento en que este texto se escribió, 37 niñas y adolescentes fallecieron a causa de un incendio que se originó bajo cámaras apagadas, en el edificio donde se encontraban por circunstancias aún sin revelar completamente. No divagaré en teorías ni suposiciones de lo qué ocurrió adentro, que puedan ser en este momento aún, poco claras. Es en la ironía de la fecha es en lo que me pienso enfocar.
La tragedia así como las fallecidas son un hecho que no puede borrarse sin importar que opinión o teoría se pueda manejar al respecto.
El feminismo es necesario en nuestro país, es algo que ha tardado demasiado en desarrollarse y que aún gatea en su camino a la madurez. Aunque algunos no lo quieran creer, Guatemala no es Hollywood y las exigencias que se hacen en un lugar no tienen que hacerse en el otro. Aquí las mujeres son asesinadas, violadas y maltratadas a diario; las prioridades deberían defender a las víctimas, evitar que haya más niñas abusadas y que crezcan alrededor de la violencia que acecha nuestra sociedad. El feminismo que se debería llevar en Guatemala, es aquel que lucha por los derechos civiles de la mujer, por su papel de tú a tú con los hombres, no el que habla de cómo una mujer se puede o no vestir y mostrar lo que quiera mostrar de su cuerpo, por ejemplo, vestirse como le da la gana a las mujeres, no es lo único que engloba al feminismo. Y es que el feminismo en Guatemala, debe iniciar desde el punto de la lucha por que las muertes de nuestras niñas y adolescentes no queden en la impunidad, es un proceso que primero debe velar por los derechos básicos del ser humano antes de llegar a las aún lejanas vanidades del siglo XXI.
El papel del hombre no debe reducirse, entre muchos, a llevar un rol secundario dejando la lucha solamente a las mujeres y caer en que el hombre solo hace eso, también es caer en no ver más allá de lo que estos hacen, sino de darle el espacio que merece y estar a su lado exigiendo que se cumpla con sus derechos los otros 364 días del año. Las niñas que murieron por razones tan sospechosas, merecen que la sociedad se una para extirpar los tumores que nos han llevado a niños muertos por falta de oxígeno, por falta de medicamentos, por falta de comida e incluso por nuestras propias manos al voltear la cara hacia otro lado ignorando la realidad que se vive en el país. Este es el momento de decir ya no más en contra de los niños, no más en contra de la mujer, no más en contra de los enfermos. Ante la tragedia, queda mostrar nuestra furia y repugnancia ante una realidad que hemos creado, pero que no nos merecemos.
¿Por qué se le culparía al feminismo? ¿Por mostrar furia y repugnancia?
Y estos párrafos no tratan de desvirtuarlo, sino de condenar nuestra ignorancia, nuestra negligencia, nuestra irresponsabilidad y nuestro desinterés por nuestros demás compatriotas.
Sí, nuestras manos tampoco están limpias. Ahora es el momento de no abandonar a estas víctimas y hacer algo al respecto. Esto no se trata de un asunto de mujeres, se trata de una tragedia nacional a la cual debemos reaccionar. Gritemos, movámonos, organicémonos, exijamos, levantémonos de nuestra cama y arrojemos la sábana de la indiferencia que tan fuertemente nos atrapa. Convirtamos las lágrimas de los familiares de las víctimas en acciones de cambio, en actos que hagan la diferencia y eviten a futuro una tragedia parecida.
El 8 de marzo no debe quedar como una simple fecha en el calendario. Es un recordatorio de por qué debemos luchar en conjunto y que de ahora en adelante, será un recuerdo de lo que es capaz de suceder cuando lo dejamos a un lado. Está en nuestras manos volver este recuerdo en el primer escalón hacia una sociedad justa e igualitaria. Llegó el momento de abrir los ojos y actuar por una causa que nos concierne a todos y todas. Ahora es cuando me viene a la memoria que la muerte de una sola mujer, terminó de sepultar un régimen autoritario en nuestro país. Entonces les pregunto ¿si una muerte de una víctima logro tanto, la muerte de 37 inocentes que puede llegar a hacer?