Daysi Caal/Opinión/
Hace unos días contemplaba a dos niños entre seis y cuatro años frente al espejo. Mientras el mayor se peinaba como papá, el pequeño trataba de ser como su hermano. Eso me hizo recorrer años atrás a mi infancia, realidad que muchos tuvimos que pasar.
Y es que como lo menciona Francisco en el artículo Mi hermano, mi héroe, muchos de nosotros tuvimos que admirar a alguien más que no fuera papá. Yo, como muchos otros casos, no tuve una figura paterna como tal, alguien quien pudiera protegerme de los demás, alquien que en la adolescencia me dijera cómo conquistar a un chico o cómo los chicos conquistaban, entre muchas otras cosas más.
Por ello, necesité buscar como héroe a mi hermano mayor.
Según las estadísticas de divorcios del INE, durante el 2012 en la Ciudad de Guatemala se registraron 2,152 disoluciones de matrimonio. De estos, en 9 de cada 10 casos la patria potestad fue otorgada a la madre. Esto, debido a razones como los vicios, pero en realidad muchos otros aspectos son los que provocan que el padre se aleje del hogar y que no estén cerca de la familia.
Durante la búsqueda de identidad, un niño o niña opta por reflejarse en los hermanos mayores. Y a voz de experiencia, aprendemos a luchar ante grandes adversidades, sabiendo que nuestro ejemplo no es papá. Durante mi niñez veía a los compañeros de salón hacer tarjetas especiales para el día del padre, cabe decir que eso me causaba dolor pero significativamente le di algunas de esas tarjetas a mi hermano. Seguidamente cuando culminé la primaria, él estuvo ahí guiando mis pasos.
De él aprendí muchas cosas como nadar, andar en bici, jugar fútbol, basquetbol, bailar, escribir alguno que otro verso, calmar mis rabietas; pero sobretodo aprendí a ser tolerante, respetuosa, paciente, generosa y comprensiva. Él no solo fue un hermano, sino es un padre que me enseñó el amor al prójimo y a Dios, sin importar religiosidad. De alguna u otra manera fue mi cómplice, mi amigo y quien me ha dado las palabras precisas en el momento adecuado. Quizá como yo, hay más hermanos pequeños que les hace falta papá, pero mientras mamá trabaja, queda quién los conduzca por el mejor camino.
Orgullosa de sus treinta y tres luna que le ha tocado compartir conmigo, hoy estoy feliz por haber recorrido juntos con nuestro mecapal aquellos sueños e ilusiones que día a día se van construyendo. Tal vez no seamos los mejores hermanos del mundo, y como cada familia tiene sus altibajos, pero para mí ÉL ES MI EJEMPLO, aún con la carga de saber que tiene que hacer lo mejor para que quienes vayamos detrás no cometamos errores.
Mi ejemplo no es papá, pero mi hermano hizo lo mejor para conducirnos a nuevos amaneceres, bordados con remembranzas y tejidos a bases de sueños.
Este artículo lo escribí en nombre de aquellos héroes que nos cuidan cuando mamá y papá trabajan, o simplemente no están en casa. Por hermanos mayores como los míos, Donald y Drisela, es que nosotros los pequeños hemos salido adelante teniéndolos como ejemplos y segundos padres.