“SIDA”

Tan solo el escuchar la palabra, hacía que mi cuerpo se sintiera frío como si algo mordiera mis huesos e hiciera que no pudiese respirar más.

Tal vez tú, sí tú, eres como yo. Te aterras de lo que no conoces, pero no haces nada para conocerlo; porque sí, es más cómodo vivir en la ignorancia y en la felicidad que conlleva vivir una vida despreocupada y relajada.

No recuerdo la primera vez que me hablaron del SIDA. Creo que estaba en el carro con mi tía, que regresaba de su trabajo como médico. Nos contaba a mis primas y a mí sobre un paciente que llegó y murió de esa enfermedad. Nos explicó que era cuando un virus entra a tu cuerpo y hace que te enfermes más fácil y te de mas fuerte. Y fue así, pasando sobre el Bulevar Liberación, cómo conocí sobre algo que pasaría a preocuparme tanto unos 10 años más tarde.

Fue un día, 10 años más tarde, cuando estaba caminando por el Parque Central cuando decidí, de repente, hacerme las pruebas de ITS (Infecciones de Transmisión Sexual). Alguien ya me había contado de ese lugar, del Colectivo de Amigos contra el Sida (CAS), sabía que era un lugar confidencial y seguro, aunque realmente nunca había considerado hacerme las pruebas de ITS. Nunca se me había pasado por la mente.

Ahora bien, no me voy a poner aquí a decirles que he sido un ángel que nunca ha hecho nada malo. Soy un ser humano –con sexualidad y todo–, así que sabía a lo que me estaba metiendo.

Toqué el timbre y al entrar al lugar sentí una extraña sensación de tranquilidad. Las paredes pintadas de color menta, daban una sensación de que estaba en el dentista o el médico; por un momento, olvidé que era un lugar en el que podía cambiarme la vida.

Con timidez, me acerqué al mostrador y le dije a una señora que venía a hacerme los exámenes para el VIH. Con toda tranquilidad, me dio un número, lo tachó de un pizarrón y me dijo que pasara al mostrador, que estaba a unos dos metros.

Me senté y la señorita que trabajaba ahí me pidió mi DPI. Tuvimos una pequeña conversación y me dijo que esperara en la sala que estaba ahí cerca. Lo hice sin pensar. Al momento, llegó un joven que parecía tener más o menos mi edad; era alto y delgado, se miraba agradable.

  • ¡CA12! — Gritó. Ese era mi número.

Entramos a un cuarto que estaba a unos pasos. Cuando nos sentamos, comenzamos a hablar y le conté que hace días estaba preocupado de tener sida, porque me había dado una gripe, que es uno de los síntomas. Él me calmó bastante, me contó que es difícil que se transmita el sida de otras maneras que no sean teniendo sexo. Seguidamente, me hizo unas cuantas preguntas sobre mi vida sexual y yo, siendo una persona poco tímida, le respondí todas, aunque no era obligatorio hacerlo. La verdad, ese día, ese joven, me aclaró muchas dudas y cosas que ignoraba sobre el SIDA.

Me contó sobre una forma de prevención que no eran ni los condones ni la abstinencia. Se llama PrEP; y me contó que eran unas pastillas que se tomaban todos los días y que tenían un 99.9% de efectividad en prevenirlo. Pero bueno, yo lo que quería era saber si era positivo o no.

Salimos y me indicó que me sentara en otra sala. Esperé tal vez unos cinco minutos, cuando otra señorita me dijo que pasara. A lo lejos, escuché que sonaba la Sonora Dinamita (que me fascina, por cierto). Me sacó un poco de sangre después de enseñarme que la aguja era nueva y que todo estaba estéril, por supuesto. Solo fue un pequeño pinchón.

Al salir, volví a sentarme en la salita y otra señorita me llamó. Me dijo que ella me iba a hacer el examen de la gonorrea y la clamidia. Yo no soy una persona penosa, así que no me costó bajarme los pantalones y hacerme los exámenes, aunque siempre te preguntan si das tu consentimiento antes de hacértelos.

Y había llegado el momento de la verdad. Me pidió que me sentara en la salita y a los diez minutos, llegó un chavo vestido de bata blanca. Me llevó a otro cuarto y hablamos un poco. Mi voz estaba temblorosa, lo único que quería era arrancarle el sobre manila de las manos y ver mis resultados. Me preguntó mi nombre y mi edad mientras sacaba el papel de color café.

“NEGATIVO”

Di un suspiro de alivio. Había pasado ya un par de semanas preocupado por la bendita gripe que me había dado por el clima. Estaba a punto de llorar, pero sostuve mis lágrimas: al fin podía respirar de la tranquilidad. Ya podía dejar de pensar en cómo se lo diría a mi mamá o a mis amigos, qué pasaría con el estudio, con el trabajo, con mi vida. Podía seguir mi rumbo. Él me habló sobre las precauciones que debo de tener, la confianza que tengo que tener con mi pareja para hablarle de las ITS y de la importancia de hacerme los exámenes cada 3 meses.

Ese día regresé a mi casa, ya era tarde. Compré un shuco mixto para celebrar y me senté a respirar. Me quité un gran peso de encima, lo único que tenía que hacer ahora era esconder los condones que me habían regalado (que fueron como 30, sin exagerar). Pero eso era lo de menos, sabiendo que mi salud estaba bien y que no me costó nada porque en CAS los exámenes son confidenciales y gratuitos.

Así que, querido lector, te animo a que te hagas los exámenes, al menos para conocerte y por la tranquilidad. Porque ser ignorante te hace feliz, pero el conocimiento te da paz. Hazlo por tus amigos, por tu familia, por tu pareja, por los demás, pero más aún, por ti mismo.

Compartir