Jocelyn Andrea Trujillo / Colaboración /
Todo empieza cuando te piden que escribas sobre una experiencia que sucedió hace ya varios años. Se comienza recapitulando qué fue lo que viviste y buscas encontrar qué sería relevante mencionar de esos días. Sin embargo, te das cuenta que más allá de lo que viviste, es importante hablar de lo que a pesar de los años se ha quedado contigo… el aprendizaje, lo que la experiencia te hizo comprender y cómo te abrió la mente.
Hace ya varios años que la PUL (Pastoral Universitaria Landivariana) me dio la oportunidad de participar en la conmemoración de los Mártires de la UCA en San Salvador. Recuerdo haber visto varios voluntarios universitarios, uno de los cuales nos mostró la Universidad y nos contó la historia de los Mártires de la UCA: ocho personas asesinadas por la Fuerza Armada de El Salvador dentro de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Entre estos ocho, cinco sacerdotes jesuitas españoles, un sacerdote jesuita salvadoreño y dos empleadas domésticas. También nos llevó a la Sala de los Mártires, donde recuerdo lo impactante que fue para mí ver la ropa ensangrentada y con varios hoyos de bala del día en que fueron asesinados.
Dos preguntas me quedaban sin contestar en ese momento: la primera, ¿qué sería lo que movió a los sacerdotes españoles a velar por los derechos de un pueblo que no era el suyo? Un pueblo que quizás se había olvidado de velar por sus propios derechos.
Y, ¿cuál era el propósito de impactar personas, como yo, exponiendo todo esto en esa Sala?
Tras reflexionarlo, logré para mí misma un acercamiento a la respuesta de ambas preguntas. La primera: el amor. El amor que viene de un Dios Padre, el amor que te hace comprender que no se puede permitir la injusticia y que callar no es una opción cuando se está pasando sobre la dignidad de una persona. En el amor deja de importar si es tu propio pueblo, si es tu misma condición social o cualquier otro factor que nada tiene que ver con reconocer a Dios en los demás.
La segunda, no es una cuestión de escandalizar, impactar o sorprender a nadie. Aún así, año tras año, se conmemora el martirio de los 6 sacerdotes jesuitas que murieron. Un museo, un tour por la universidad o una caminata adornada con alfombras hechas de sal teñida, nada cambia lo que sucedió aquel 16 de noviembre de 1989. Sin embargo, el hecho permanece en la memoria del pueblo salvadoreño. Los salvadoreños no pretenden cambiar su pasado, ellos luchan por no verlo repetido en su futuro.
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Conocer la verdad duele, pero es sin duda una acción altamente saludable y liberadora.
-Monseñor Gerardi
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