CEUGII

Tommy Morales/Colaboración/

Las famosas manifestaciones de los sábados a las 15 horas del año 2015 dejaron interés en seguirle el paso a los funcionarios –pero a través de redes sociales-, consciencia –un poco cuestionada y sectorizada– y, lo más importante, esperanza; pero aquella esperanza mezquina que espera que otros hagan lo que debiésemos hacer todos.  Los nuevos colectivos buscando horizontalidad e inclusión, la plaza que pedía un espacio sin mensajes dirigidos, pliegos petitorios u oradores políticos; cosa que para mí fue uno de los más grandes errores de lo que se piensa como “horizontalidad” y es que, a pesar de ello, nosotros los estudiantes de la USAC siempre llevamos panfletos, discursos y demás.   Los ejercicios sociales y políticos juveniles que se estaban desarrollando en paralelo intentaban más a fondo encontrar puntos medios profundos, a pesar de que era natural y teníamos que entender desde ese entonces que las uniones también eran coyunturales; con tantas formas de pensamiento político e ideológico, iba a ser notable que llegaría un punto en donde la ruptura era algo incontrolable e impostergable, ruptura sin el sentir de “salir peleando” como es tradición en Guatemala.

Esto se reflejó en la ya conocida Coordinadora Estudiantil Universitaria de Guatemala -CEUG-.

Según mi formación política, CEUG podía ser el bastión de masas universitarias sin etiquetas– por la defensa de las mayorías, con demandas profundas, más allá del tema de moda de la corrupción. Desde el inicio creí ilusamente que algo espontáneo podía evolucionar a ese movimiento tipo Chile; tengo enraizada la identidad –estereotipada– sancarlista, con sus fantasmas del pasado, sus críticas y dinámicas posiblemente obsoletas y a veces con el ego inalcanzable de la “Única estatal, revolucionaria, rebelde y tricentenaria Universidad de San Carlos a favor del pueblo y para el pueblo”. Loca parecía la idea de estar con estudiantes de otras universidades. Eso me duró nada más un par de minutos y quise superar esos retos y obstáculos; logramos reconocernos como jóvenes con un objetivo único: “¡Botemos la presidencia!” fue la consigna.

 ¿Entonces? Los temas ideológicos avisaron la ruptura incipiente, “dejemos eso a un lado, eso no importa”, dijimos mientras caímos en “reunionítis” por ser “la reina de la feria”. Nada de praxis, el dichoso Telegram que nos  deshumanizó, CEUG solo existía en un celular. ¿Era eso lo que quería? Me sentí incómodo pero seguí, muchos anhelábamos algo “como Oliverio”; hasta que llegó el momento en que dejé de engañarme, no era mi espacio. La última reunión a la que fui dije cuatro cosas que sostengo al día de hoy: “No tenemos bases”, “Somos un club social”, “No nos apeguemos a comunicados de otros”, “Nos llamamos Coordinadora y no coordinamos a nadie acá dentro”. Obvio, mi auto crítica cruda  no les agradó y varios creyeron que yo era el malo.

A un año de aquella gigantesca manta de #SomosPueblo que me tocó diseñar y que por error coloqué las siglas CEUG en una esquina, agradezco por ese espacio, pero las flores que el pueblo le tiró ya se secaron; espero se abran más espacios estudiantiles con dinámicas claras, hace falta presencia en las calles, con la gente que requiere de nuestros conocimientos, las redes sociales están atascadas y CEUG solo se empeñó en ellas.

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