Brújula/

Mientras leemos estas líneas, cientos de guatemaltecos y guatemaltecas se encuentran empacando y armando una mochila. Mientras leemos esto, muchos jóvenes se están despidiendo de sus familias y  miles de centroamericanos están atravesando tierras guatemaltecas buscando el “norte”.  Y para cuando lleguemos a la línea final de este artículo, algunos de estos miles de centroamericanos ya habrán vivido algún episodio de secuestro, violación u otro acto de violencia.

Lastimosamente, estos actos violentos a los que son sometidos diariamente muchos de los migrantes de nuestra región, tienen como víctimas principales a mujeres.  De acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones OIM, de todas las personas que migran hacia Estados Unidos, 30% son mujeres y 70% son hombres, y a nivel mundial las mujeres representan casi el 50% de la población que migra.

Las mujeres migrantes viajan solas, viajan con sus parejas de quienes muchas veces son separadas en los grupos que atraviesan la frontera, viajan embarazadas, viajan con hijos o viajan para reencontrarse con sus familias en Estados Unidos.   Viajan por razones económicas y laborales, viajan a causa de la violencia o viajan buscando la reunificación familiar.

Nuestra sociedad que de por sí excluye y limita a la mujer en muchos espacios y aspectos de la vida cotidiana, es todavía aún más cruel con las mujeres migrantes.  

Mujeres que deben cortarse el cabello para pasar desapercibidas y tomar pastillas anticonceptivas en caso de una posible violación. (Para ejemplo, película guatemalteca La Jaula de Oro) Mujeres que son secuestradas para pasar a formar parte de redes de trata de mujeres en territorio mexicano o centroamericano, mujeres que deben pagar con favores sexuales su paso en la frontera, mujeres que son víctimas de violencia física y psicológica, etcétera.

Evitar la migración de mujeres por el riesgo que conlleva el camino es prácticamente impensable; sin embargo, sí podemos pensar en estar más conscientes de la vulnerabilidad en que estas se encuentran, la importancia que los grupos de mujeres conozcan sus derechos y puedan denunciar cualquier violación a sus derechos humanos, así como exigir un trato digno y humano a toda persona que por decisión propia, decida migrar.

Por ello, cuando se diga que la mujer es débil, sumisa, que no se arriesga, superficial, incapaz de tomar decisiones por sí misma o dependiente de un hombre, pensemos en las mujeres migrantes, mujeres que representan todo lo contrario a estas ideas y estereotipos. Mujeres luchadoras y fuertes que decidieron arriesgarlo todo por un mejor futuro para ellas, sus hijos y sus familias.

 

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