José Andrés Ochoa/ Opinión/
El Real Madrid pagó 10 millones de euros por un costarricense.
Keylor Navas llega a uno de los clubes más importantes del mundo. Lo hace tras un brillante mundial donde tanto la selección tica como el portero, destacaron para avanzar hasta los cuartos de final, donde fueron eliminados en los penaltis por Holanda. Ello ha llevado a que varios futbolistas del país centroamericano se hagan nombre en la élite del deporte. Eso es Keylor, segundo centroamericano en jugar para el Madrid –el primero fue el guatemalteco Federico Revuelto.
Queda claro que los tiempos cambian, en la mayoría de casos se espera que para bien.
Tal vez hace 25 años era impensable que un futbolista de Costa Rica jugara para el Madrid. Pero hoy, 2014, allí está. Y ahora, tras el Mundial, el Clermont Foot arrancó la temporada de la Ligue 2 francesa con una derrota 2-1 ante el Brest. Es lo de menos ya que ese partido fue el estreno de Corinne Diacre, la primera mujer en dirigir a un equipo profesional masculino en la historia.
Días después, Becky Hammon fue confirmada como entrenadora asistente en los San Antonio Spurs, actuales campeones que, bajo el mando de Gregg Popovich, ahora contarán también con la primer mujer en un puesto de entrenadora en la NBA. Tal vez hace unos años eso era impensable. Pero hoy, 2014, allí están.
Y están porque es momento que nos demos cuenta que las capacidades pueden desarrollarse y no dependen de condiciones de condición étnica, nacionalidad o religión, muchos menos por el sexo. A diferencia de lo que algunos creen, el fútbol no es un deporte de hombres. El deporte no es algo exclusivo para hombres. La reivindicación de los derechos de la mujer debe ser profunda, y entre eso está el erradicar estereotipos y dejar de distribuir roles solo por nuestra condición de nacimiento.
Como ir a una reunión familiar e identificar cuántos de los esposos se sirven su comida y a cuántos se las sirve su esposa. No. Las mujeres, como en la política, las empresas, la familia y demás instituciones, están –o deberían de estar- en la libertad de integrarse y actuar en las mismas condiciones que los hombres.
Así en el deporte. Porque una futbolista no es “macha”. En todo caso, una futbolista es una mujer que juega al fútbol. Y, quienes destacan, lo hacen luego con un esfuerzo, trabajo y desempeño tan importante como los hombres. Por eso hoy, 2014, Diacre y Hammon han conseguido dos pequeñas pero necesarias victorias en algo que necesita reconocer el deporte –y la sociedad, como en Guatemala. Las ahora entrenadoras decidirán las jugadas de acuerdo a su criterio y experiencia. Mientras el resto de atletas femeninas verán oportunidades de hacer carrera deportiva.
Como a Keylor, quien deja atrás etiquetas para ser probablemente el titular en el Real Madrid, también las mujeres tienen éxitos tan meritorios como los del tico. Nada más hace falta quitar el velo y mostrarlos, porque son igual de meritorios. Para ellas, para ellos y para una mejor sociedad.
Finalizado el Mundial de Brasil 2014, ya estoy a la espera del siguiente. Sí, Canadá 2015. Competencia donde se asegura espectáculo total: con grandes jugadoras, golazos garantizados, inteligencia táctica y lecciones de juego limpio.