navidad

Claudia Calderón / Opinión /

Entrar por los pasillos del supermercado o al inicio del mall nos sumerge, casi inevitablemente, en la idea de que la Navidad ya comenzó. El mercadeo y las ventas se preparan para una  de las mejores temporadas del año, en el que construyen necesidades humanas, dando entrada a que “la desvalorización del mundo humano crezca en razón directa de la valorización del mundo de las cosas” (Karl Marx).

Diversas empresas comerciales y grandes marcas inician su proceso masivo de contratación de personal y la materia prima aumenta a cantidades exageradas. Ya es conocido por el rubro empresarial que el nivel de rentabilidad en esta época es más alto, producido casi por el mismo número de consumidores. Es decir, garantizan un retorno de inversión al final de la época navideña, aún cuando lanzan al mercado sus productos meses antes de diciembre.

Hoy en día, una persona puede adquirir casi desde el primero de octubre un sinfín de accesorios para el árbol de navidad  o decoración para el hogar. Además, se hacen presentes las “ofertas” de fin de año y la promoción de ropa para los estrenos.

Y sin mencionar el gran monstruo que favorece el consumismo: la publicidad.

No obstante, la cultura también toma protagonismo cuando se trata de consumo, ya que condiciona las prácticas y modos de conducta de un individuo dentro de la sociedad. Sin embargo, esta cultura puede ser vendida por los medios de comunicación mediante la publicidad que promueva el consumo y lo haga parte de los patrones de conducta y las prácticas cotidianas del ser humano. Es como si se tratase de un gran aparato de mercadeo y publicidad que busca fomentar el consumo como un aspecto cultural que las personas puedan adoptar y vivir condicionado a ello.

Por tanto, los mostradores del súper llenos de objetos navideños y los grandes árboles decorados que adornan las entradas de los mall son un reflejo de la influencia mediática que abona el consumismo permanente. Nos hace creer que una época festiva está cerca y debemos prepararnos para la misma mediante la compra “anticipada” de sus productos, sin que nadie proteste ante ello. Recordando la frase de Marx, la valorización del mundo de las cosas toma un papel prioritario en el vivir de las personas, haciéndoles creer cuán indispensable es lo material para que una fecha tenga mayor sentido.

Hoy por hoy, la inyección mediática navideña está presente en los medios de comunicación y en los productos de venta. Lo más lamentable es que no existen regulaciones ante ello, y en vez de educar a las personas hacia la correcta administración de sus fondos, promueve una cultura de consumo permanente. Y eso se traduce en el enriquecimiento de las grandes compañías y el empobrecimiento cultural y financiero de nuestra gente.

“El consumo es el único fin y propósito de toda producción y el interés del productor debería ser atendido solo en la medida de que sea necesario para promover el del consumidor” Adam Smith.

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