Esesgo ideológico, la falta de objetividad y la ausencia de conciencia social son tres elementos dañinos para un ser humano. Pero el problema se agrava cuando dicha trilogía está enraizada en la clase política dominante o en el grupo reducido de personas que ostentan el poder. Tal caso es el venezolano.

En particular, cuando recién despertaba en mí la inquietud por entender los procesos sociales de América Latina (sobre todo el caso venezolano) me encontré arrinconado por un abanico de noticias de toda índole. Unas defendían al régimen de Nicolás Maduro, mientras otras lo definían como una dictadura socialista que violaba los derechos humanos de los venezolanos. En medio de esa oleada de información, pude encontrar noticias objetivas y otras que carecían de objetividad. Cuando digo que carecían de esta –y sobre todo de veracidad-, me refiero a que en una ocasión leí un artículo donde desmantelaban cómo los medios de comunicación, inmersos en ignorancia, publicaban fotos de protestas y de comunidades en condiciones paupérrimas del medio Oriente, atribuyendo a que pertenecían a regiones venezolanas. La que más me impactó, fue una donde una página afirmaba que los policías venezolanos abusaban sexualmente a los adolescentes en el país y su evidencia era una imagen de contenido sexual. Sin embargo, dicha fotografía fue extraída de una página de pornografía, que claramente pertenecía a una escena de una cinta pornográfica.

Eso no es periodismo. Esa no es la forma de criticar la ineptitud de Maduro.

Los medios de comunicación deben caracterizarse por informar los hechos y sustentarlos con evidencias. No se trata de sentar juicios con base en una foto de una región que ni siquiera pertenece a Venezuela.

Ante esta distorsión de información, es difícil para uno como guatemalteco, tener una postura sobre lo que ocurre en Venezuela. Si uno lee algunos medios venezolanos, parece que son oficialistas. Y si uno acude a otro medio internacional, hay dudas sobre la veracidad de lo que transmiten.

Todo esto no significa que cuando escucho hablar a Nicolás Maduro, no puedo entender muchas cosas sobre su “ruta” política. Ese discurso obsoleto de hacer un llamado a fortalecer el socialismo, de ahuyentar al imperialismo y de atacar las raíces del capitalismo salvaje, son simples frases que ayudan a dilucidar varios aspectos. Mediante el uso de esas falacias de apelación al pueblo, se pretende manipular a una población que tristemente, no puede entender que el sistema del “hijo de Chávez” –como él se autodenomina- pretende implantar en el país, ha fracasado en la mayoría de países donde se ha intentado aplicar. Basta con estudiar un poco sobre la economía basada en la planificación central de la Unión Soviética, donde el aparato estatal controlaba todos los medios de producción y era quien establecía qué y cuánto producir. Siempre he dicho que el dogmatismo del socialismo es tan pernicioso como el ideario liberal que tampoco renueva su discurso, cuyos argumentos, aún trato de digerir debido a que encuentro muchas contradicciones entre los mismos.

Los extremos nunca son buenos.

Venezuela está pasando por un momento de crisis, donde las condiciones son precarias y la población cada día se cansa más. Solamente hay que leer en qué consisten los CLAP –comités locales de abastecimiento y producción- para entender que la inestabilidad política tiene repercusiones en el ámbito empresarial, lo cual conduce a una escasez de alimentos y bienes de consumo vitales para el diario vivir.

La cuestión estriba en estudiar las políticas de Maduro (como los CLAP o su nefasta decisión de desconocer al Parlamento, atentando contra el principio de división de poderes) para entender que Venezuela atraviesa una crisis institucional, política y económica, cuyos sujetos pasivos son todos los habitantes del país.

Espero que los medios nacionales e internacionales informen con profesionalismo, pero más que eso, espero que los venezolanos se reivindiquen y  vuelvan a construir su país.

Nicolás Maduro debe entender que el sesgo ideológico, la falta de objetividad y la ausencia de conciencia social, no conducen a nada bueno. Al contrario, tienen como destino un callejón sin salida.

Mucha fuerza Venezuela. El sol pronto llegará.

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