/Por: Efraín Mendoza Pablo

¡Calma, calma!, es apenas un niño.

¿Un niño?, ¿un niño que aprendió a sentirse solo aun cuando había compañía? ¿Es eso mismo acaso una forma de vida? Entonces, ¡Me gusta como vives!, maldito si pudiera matarte lo primero que arrancaría de ti son tus ojos, ojos que al principio de tu existencia aprendieron y lloraron a sentirse la vergüenza de todo tu cuerpo.

Niño. Me gustaría verte a lo lejos, desde allá donde ya no llega tu mirada, desde allá donde el sol oculta tus lágrimas, déjame solo por esta noche llorar contigo.

¿Para qué, acaso quieres ahogarte con mis lágrimas?, idiota si yo fuera tú, construiría un puente largo, para que la gente entienda la manera de vivir y que ya no inviertan tiempo pensando en el futuro.

Futuro. Si estuviera allí esperando por mí, entonces de la última piedra de arena que carga mis viejos zapatos le tiraré y correré por él, hasta nunca alcanzarlo, pienso que alcanzarlo esta historia muere suicidado desde el primer punto hasta los dos puntos y quizás logre alcanzar los tres puntos.

¿Patojo, de qué se hicieron tus alas?, ¿de qué están hechos tus pensamientos?, ¡dime, dime!, y no te pongas a chillar, que te he traído el mejor regalo, TU VIDA.

¿Mi vida?, ojalá se pudieran quebrar tus huesos hasta ese lente oscuro que llevas y convertirte en ese pequeño feto que creció… no más que ahora crecerá sin golpes, pero te quiero fuera, fuera de esta sociedad que no quiso nada de ti desde el principio de tu existencia.

Compartir