Gabriela Maldonado/ Corresponsal/
Al terminar nuestra jornada matutina revisando periódicos de 1944, nos alistamos para salir de la Hemeroteca Nacional. Con nuestros cuadernos en mano, caminamos hacia la mesa de recepción e intercambiamos miradas con otros visitantes del lugar, incluyendo una sonrisa con un gringo al que seguimos viendo todos los días de nuestra visita.
“¡Uy pero estas no son licencias de conducir, son licencias de modelos!” nos comenta con una sonrisa el recepcionista de la hemeroteca al devolvernos nuestras identificaciones a mi hermana y a mí. El comentario, inesperado, me hace sonreir.
Estas escenas sucedieron durante mi visita a Guatemala el año pasado. Estando ahí me sorprendí al recibir miradas y cumplidos de hombres desconocidos en la calle y otros lugares públicos porque viviendo en Estados Unidos ya no estoy acostumbrada a esa clase de atención. Y a decir verdad, en ese momento me hicieron sentir bien.
Pero desde que comencé a analizar mi experiencia de una manera crítica, me molestan -hasta me enojan- esa clase de miradas y comentarios porque son evidencia de un tipo de patrullaje y control social sobre el cuerpo y la existencia de las mujeres. Ahora entiendo que si me hicieron sentir bien los comentarios fue porque sirven como un símbolo de aprobación de mi feminidad y a lo largo de mi existencia como mujer, y como mujer he aprendido a añorar y hasta necesitar esa aprobación. Además, las mujeres somos sutilmente tratadas como propiedad pública, es decir a la disposición de cualquier persona, y somos inmediatamente juzgadas como objetos sexuales que se aprecian (o desprecian) por como se ven. ¡Wuacala! Si su intención es ser amables, respeten nuestra persona al no juzgar nuestra apariencia y un “buenos días” o “que le vaya bien” será suficiente.
¿Acaso necesitamos que los hombres nos digan que somos bonitas para saber que somos bonitas? ¡No!
Pero aunque no lo necesitemos, muchas no nos sentimos bonitas ni apreciadas si no recibimos esos comentarios de los demás. Entonces, ¿por qué nos sentimos así? Si tú no te sientes bonita sin recibir ese tipo de atención, tranquila, no es culpa tuya y ciertamente no es porque en realidad no seas bonita.
Lo que sucede es que en esta cultura sexista estamos constantemente sometidas a mensajes que nos dicen que no somos naturalmente bonitas, sino que necesitamos aplicarnos este producto o aquel, que necesitamos vestirnos de cierta manera (para llamar la atención de los hombres), que tenemos que someternos a este tratamiento de belleza (aunque duela o sea carsímo), o comer esto y no aquello, en fin, tantas cosas que debemos hacer para finalmente ser consideradas bonitas.
No estoy hablando solamente de mensajes de publicidad sino también de comentarios de parte de nuestros familiares y amigos. De hecho a las mujeres mismas se nos enseña desde pequeñas a juzgarnos las unas a las otras. ¿Cuántas veces nuestras propias mamás o hermanas (e incluso papás y hermanos) no nos han dicho que necesitamos “urgentemente” ir al salón para algún tratamiento o que con esa ropa nos vemos re-mal?
Por muchos años fui víctima y perpetradora de este tipo de control sobre los cuerpos de las mujeres. Por un lado, al sentir la necesidad de recibir aprobación masculina y de no ser sometida a la mirada juzgadora de otras mujeres, he luchando constantemente con aceptar mi cuerpo tal y como es, y he cambiado mi forma de vestir varias veces: todo con tal de “verme bien” (y verme bien no necesariamente significa sentirme bien conmigo misma, sino que otros lo hagan – principalmente hombres-, pero también para que otras mujeres que se unen al jurado de belleza aprueben de mis looks). Además me he metido a relaciones destructivas por creer que estar con esa pareja era necesario para sentirme bien como mujer. Por otro lado, yo también he juzgado a otras mujeres por cómo se ven y he criticado su apariencia.
Pero estoy cansada, harta, de este sistema cultural que nos hace a las mujeres emocionalmente dependientes de la aprobación y cumplidos de los hombres, que nos usa a nosotras mismas como jueces de la belleza de otras mujeres, que denigran nuestra persona siguiendo estrictos conceptos de belleza.
Por eso ya no busco la aprobación masculina.
Ni mucho menos quiero que personas que no conozco me echen flores ni me digan que estoy “bonita” o “guapa”, porque cuando me dicen eso sé que me están comparando con estándares de belleza con los que no estoy de acuerdo (esbelta, bien portada, maquillada, bien vestida, etcétera) además no les estoy pidiendo su opinión. Aparte que no quiero ni pensar en lo que dirán cuando mi apariencia no encaje con esos estándares. Mi cuerpo no es propiedad pública para que sientan la libertad de hacer comentarios sobre como me veo.
Ser hermosa significa ser tú misma. No necesitas la aceptación de otros; necesitas aceptarte a ti misma. ~ Thich Nhat Hanh
Como parte de mi lucha en contra de la cultura sexista, ahora me enfoco en promover la auto-aceptación a todo nivel. En lo personal mi intención es simplemente verme como yo soy. Si otros no aprueban como me veo pues es su problema y no me interesa saberlo. De hecho, en lugar de decirme comentarios a mí, mejor lo deberían de platicar con su psicólogo porque son ustedes los que deben cambiar su forma de actuar y no yo la forma en que me veo. Mi intención es aceptarme y amarme a mi misma, mi cuerpo, mi mente, todo mi ser, tal y como es. En mis amistades con otras mujeres estoy comprometida a ofrecerles la misma clase de aceptación y a constantemente recordarles que su valor no depende de cómo se ven. Demos aceptación en vez de vergüenza, e inpiración en vez de comentarios denigrantes.
Si tú, querida mujer, querida amiga, reconoces en ti la necesidad de recibir la aceptación de un hombre para sentirte completa, quiero invitarte a que comiences a pensar en la posibilidad de que no necesitas esa aceptación, que la única aceptación que necesitas es la tuya misma. Porque lo cierto es que TÚ ERES SUFICIENTE. Tú mereces aceptación y amor por quien eres, comenzando con la aceptación y amor propio.
Si estás decida a hacer este cambio en la percepción de tu belleza (y en general, sobre tu persona) o si ya lo has comenzado a hacer, probablemente estás consciente que será difícil. Por mucho que nos digamos a nosotras misma “yo soy suficiente”, los mensajes culturales, de familiares, de la publicidad, nos seguirán diciendo lo contrario. Por eso es que necesitamos de un grupo de amigos, en especial de mujeres cercanas a nosotras y que entiendan nuestra experiencia, para que nos apoyen en este proceso.
Al gringo de la hemeroteca nos lo encontramos un par de veces más por las calles del Centro Histórico. ¿Habrá pensado él que nos mirabamos “como modelos”? Quien saben… aunque él también se nos quedaba viendo nunca nos dirigió la palabra. Y es que el tipo de interacciones que son socialmente aceptables entre hombres y mujeres (especialmente entre desconocidos) es distinto en Estados Unidos. Por eso alejarme de Guate me ha permitido percatarme del sexismo que existe dentro de nuestra cultura. Eso no significa que donde me encuentro ahora (al sur de EEUU) el sexismo no exista. Lo que anima es saber que tanto acá como en Guatemala existen personas que están desafiando la cultura sexista y promoviendo la aceptación de nuestros cuerpos y de todo lo que somos sin remordimientos, sin pedir disculpas.
Nota: Como mujer he escrito esta nota específicamente para mujeres. Esto no quiere decir que solo nosotras sintamos presión para cambiar la forma en que nos vemos. Los hombres también se ven afectados por problemas similares y demandas ridículas sobre su apariencia. Sin embargo, en sociedades sexistas como la nuestra los cuerpos de las mujeres son presentados casi exclusivamente como objetos sexuales, sumamente estilizados, con pocas alternativas fuera de estas demandas de belleza y roles tradicionales (como ha sido expuesto anteriormente por Andrea Godínez y Zaira Lainez).
Nota 2: Cuando le comenté a una amiga que estaba escribiendo este artículo, ella me envió un link al artículo Soy Bonita que parece argumentar algo parecido a lo que yo escribo. Sin embargo, en mi opinión ese artículo se queda corto en su análisis de la situación de “cualquier mujer en este país”. Que vivimos en un país que no sabe tratar a las mujeres, como expone el autor, no es cosa nueva. Desde hace años que Guatemala lidera los listados de los países con más violencia en contra de las mujeres. Lo que me parece importante recalcar es la forma en que ese maltrato hacia las mujeres se evidencia al nivel personal e interpersonal. La violencia física es parte de un continuo de violencia en contra de la mujer en el que se distinguen distintas clases de violencias. Una de ellas es el rechazo de la diversidad de nuestros cuerpos y la imposición de rígidos estándares de belleza y la exageración y distorción de nuestra sexualidad.
Imagenes: Guerrilla Girls; Inspirational Collages;