Brújula/
Mi novio no se atrevería a ponerme un dedo encima, pero sí se atreve a hacerme sentir como una cualquiera.
Mi mamá no controla mis horas de llegada, pero sí controla los mensajes que me llegan al celular.
Mi esposo no controla los gastos de mi salario, pero sí controla mi vida sexual.
En muchas ocasiones no se necesita llegar a los golpes para afirmar que nos encontramos frente a un caso de violencia intrafamiliar. Sí, eso probablemente ya lo sabemos y lo hemos escuchado en diferentes espacios y campañas, sin embargo pocas veces nos detenemos a pensar si nosotros mismos de alguna forma, estamos siendo víctimas de violencia intrafamiliar.
Y es que a pesar de las campañas y trabajo social que muchas organizaciones alrededor del mundo promueven en contra de este tipo de violencia, esta pareciera no terminar. De acuerdo a los informes de la Policía Nacional Civil (PNC), existe una tasa aproximada de 13 habitantes que sufren violencia intrafamiliar por cien mil habitantes. El Instituto Nacional de Estadísticas, por su parte, reportó que para 2012 se registraron 36, 107 casos. Todos estos datos, sin tomar en cuenta los casos que no son reportados o denunciados ante las autoridades.
Los casos presentados al inicio son posibles casos de violencia intrafamiliar. Los casos más fuertes y en riesgo son aquellos que involucran un esposo golpeando a una esposa, o a un hermano, tío u otro familiar intentando y/o teniendo relaciones sexuales con la víctima sin su consentimiento. Sin embargo, muchas veces la violencia que se da de padres a hijos puede pasar desapercibida y ser tomada como normal, cuando no lo es. Una constante crítica, amenaza o intimidación de los papás por “hacer las cosas mal”, por “no servir para nada” o por “no ser nadie en esta vida” al punto de afectar la autoestima, sueños y acciones de los hijos, también es considerada violencia intrafamiliar. Y el chantaje emocional de los novios o novias hacia sus parejas, haciéndolos sentir mal desde lo que dicen hasta cómo visten o quien hablan, también puede ser violencia psicológica, que en algún momento cuando los novios sean familia, podría evolucionar a otro tipo de violencia más aguda.
Sin embargo, y a pesar de los constantes casos que se viven a diario y más cercano de lo que se podría imaginar, pocos son denunciados ante las autoridades. ¿Cómo voy a denunciar a mi esposo? ¿De qué forma le digo a mi mamá que mi abuelo me toca sin mi consentimiento? ¿Será ridículo denunciar violencia piscológica, si no tengo nada que lo pruebe? ¿Cómo dejar atrás la vergüenza y el miedo?
Los casos de violencia en la familia, así como suelen ser los más comunes, también son los más silenciosos; pocas veces se hablan y exteriorizan con otros. Las ideas y pensamientos detrás de frases tan comunes como “los trapos sucios se lavan en casa” son en muchas ocasiones los causantes de la no-denuncia ante la violencia intrafamiliar, especialmente en las mujeres, quienes son las más afectadas por este tipo de violencia: 9 de cada 10 víctimas son mujeres.
No me toques. No me manipules. No me mientas. No me obligues.
Un insulto y un desprecio, un control sobre los gastos que se realizan, una manipulación emocional llena de celos, chantajes y sentimientos de culpa hacia el otro, un encierro obligado, una agresión verbal, una imposición sexual, un golpe, una muerte. Cada caso tiene una historia, y especialmente una vida detrás. Personas de todos los grupos culturales y estratos socioeconómicos se encuentran en estos momentos siendo parte del círculo de la violencia. Dignidades pisoteadas dentro de cuatro paredes.
No todo son golpes y nadie merece ni siquiera la más leve de las violencias familiares. Es en casa donde debiera vivirse la armonía de vivir en comunidad, del amor, la confianza y la comunicación. Es en casa donde aprendemos gran parte de lo que serán nuestras relaciones humanas con los otros. Violencia y familia debieran ser categorías antónimas, pero lamentablemente no lo son. Perdamos el miedo, y empecemos a “sacar los trapitos al sol” ante la violencia intrafamiliar. Denunciemos ante las autoridades y organizaciones ue trabajan el tema, casos que estemos viviendo o conociendo de forma cercana. Nadie merece sentirse atrapada/o en casa.
No me toques. No toques ni manipules mi cuerpo, mis emociones, mis decisiones, mis propiedades. No a la violencia intrafamiliar.