José Alberto Barrera / Opinión /
Unos nos vamos y otros están entrando. La universidad es una dicha, una experiencia, es valioso tiempo de nuestra efímera vida. Valioso porque se aprende y se desaprende (espero).
La universidad nos invade con sus teorías y descubrimientos, corrientes e historia, soluciones y problemas. Nos lleva a todos de la mano, cada una guiando y dejándose guiar por sus estudiantes, hacia una misma burbuja. Y es así como, más tarde, en el mundo de los profesionales, cada persona estaría destinada a mantener su burbuja, defendiendo sus teorías y conductas a flor de piel. Hay claros ejemplos de ello, sin tener que hacer mención específica de cada uno.
Pero, entonces, ¿de qué nos sirve saber nuestra técnica, sea cual fuere, si a la hora de ofrecerla a la sociedad se ve empañada de separación y discriminación, de sesgos e intolerancia?
Es claro que para construir una sociedad democrática se necesita de la pluralidad de opiniones y posturas, pero para que estas sean funcionales deben someterse al diálogo…. nada nuevo para nosotros. Si ya lo sabemos, ¿por qué es tan difícil llevarlo a cabo?
Creo fuertemente que el diálogo técnico, por medio del cual exponemos las teorías que construimos con gran influencia de la universidad que nos ha formado, inicia en nuestras relaciones cotidianas. Convivir con el mayor número de personas posible, provenientes de diversos lugares, es un muy buen ejercicio para conocer nuevas perspectivas de un mismo tema, por más trivial que este sea. Eso sí, mientras más se acerca ese tema a asuntos de interés público, las opiniones van tomando muchísimos colores diferentes: pena de muerte, drogas, pobreza, desigualdad y demás. Estos temas nos afectan a cada uno en mayor o menor medida y, aunque las posturas son variadas, la razón de ello es solo una: los fines comunes que definimos como sociedad.
Por más separados que se encuentren dos opiniones, el diálogo será óptimo si se definen finalidades comunes como la igualdad, libertad y, sobre todo, la dignidad. Ideas que damos por sentadas y concebimos automáticamente antes de realizar nuestro trabajo pero que requieren una fuerte fundamentación para hacerlo realidad.
La separación y rechazo entre universidades, que se manifiesta por lo general en bromas sutiles, es totalmente inaceptable si tomamos en cuenta que todos nos dirigimos a lo mismo: igualdad, libertad y, sobre todo, dignidad.
Cada año ingresan a las universidades del país miles de jóvenes inquietos, deseosos de una mejor Guatemala. Una Guatemala que se construye con las ideas revolucionarias de ingenieros (que, por ejemplo, llevan a cabo proyectos de facilitación de energía solar a comunidades sin electricidad), médicos (que ofrecen sus habilidades de forma gratuita en jornadas médicas), diseñadores (que crean campañas de concientización ambiental), comunicadores (que trabajan para fomentar el pensamiento crítico), abogados, administradores, agrónomos, mercadólogos, etc. En fin, de personas comprometidas con la dignidad humana.
Es claro que nuestro sistema ya no responde a las necesidades del siglo XXI. Es obsoleto. Las soluciones por las que podríamos apostar no se encuentran siquiera en las que nos ofrece el mismo sistema. Nosotros los jóvenes estamos capacitados a recibir información de muchos lugares diferentes en poco tiempo y de procesarla (eso espero) a través de un análisis crítico y propositivo. Difundir nuestro mensaje a través de redes sociales y organizar iniciativas que en realidad valen la pena llevar a cabo.
En conclusión, me gustaría invitar a todos los estudiantes, especialmente a los de reciente ingreso, a que definan las razones por las cuales se motivaron a estudiar lo que están estudiando y a no dejarse llevar.
A cuestionar la burbuja en la que se encuentran, desde las teorías que enseñan en la universidad, así como las conductas que enseñan los mismos estudiantes. A mantenerse despiertos y fieles al mensaje que cada uno está comprometido a difundir. A aceptar las propuestas que provienen de otras escuelas y enriquecerlas con el punto de vista propio. A mantener firmes y no olvidar las finalidades comunes por las que todos estamos dispuestos a trabajar.
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Recomendación final: So many rising de Ziggy Marley. Por la bulla que se ha hecho por el cumpleaños 70 de Bob Marley y de que recientemente se premió a Fly Rasta de Ziggy Marley con el Grammy al mejor álbum reggae del 2014, me pareció que esta canción sería la indicada para hoy. “Unos nos vamos y otros están entrando…” pero, al final de cuentas, todos nos dirigimos a la misma sociedad. Espero que, así como muchas personas ya lo están haciendo, los que estamos saliendo y los que están entrando, sea la Universidad que sea, nos dirijamos a una misma dirección: la libertad, la igualdad y la dignidad.
También vale la pena mencionar el artículo publicado por Gaby Carrera en Plaza Pública, en el que hace una clara propuesta, tomando en cuenta que la USAC y la URL son de las universidades con mayor cantidad de estudiantes. ¡Muy recomendado!