Andrea Godínez/ Brújula/
“Winston sentía un sordo dolor en el vientre. Le venía doliendo desde que lo encerraron en el camión para llevarlo allí. Pero también tenía hambre, un hambre roedora, anormal. Aunque estaba justificada, porque por lo menos hacía veinticuatro horas que no había comido; quizá treinta y seis. No sabía, quizá nunca lo sabría, si lo habían detenido de día o de noche. Desde que lo detuvieron no le habían dado nada de comer.” 1984, George Orwell.
En 1984, Orwell describe brevemente en uno de los capítulos de su novela, la resistencia de uno de sus personajes principales ante múltiples torturas dentro de un calabozo. El ser humano es un ser capaz de adaptarse a múltiples condiciones que pongan en peligro su vida, que la alteren e incluso soportar o resistir ante cambios que afecten permanentemente su forma de vivir. Por naturaleza nacemos resistentes por el simple hecho de contar con el instinto de supervivencia que nos hace constantemente permanecer o soportar.
Alrededor del mundo y en la historia de este, el ser humano ha demostrado resistencia en grupo, ante invasiones ajenas a su territorio. Un claro ejemplo de ello fue la invasión española a Latinoamérica. Una historia de la que muy poco se conoce, debido a que los libros de historia hablan más sobre los invasores y su llegada a América, que de la resistencia que mostraron los pueblos indígenas a la llegada de estos, oponiéndose a la destrucción de su cultura e imposición de un nuevo estilo de vida del cual ellos no estaban de acuerdo. Fue una lucha en la que muchas poblaciones autóctonas fueron desaparecidas y/o explotadas en defensa de su cultura y la explotación de sus territorios.
¿Por qué resistir hoy?
Actualmente, muchos países alrededor del mundo se encuentran en lucha, una lucha que con el paso de los años ha ido modificando su modelo de resistencia pero que aún continúan haciendo valer sus derechos. Actualmente algunas de las luchas más representativas en Latinoamérica son en contra de proyectos mineros especialmente a cielo abierto impuestos por empresas multinacionales que han llegado a los países a implementar proyectos de extracción de minerales. En cuanto a dichas empresas, Canadá se muestra como el mayor país inversor en minería de la región, ya que de los 4,322 proyectos que tiene a nivel mundial, 1,526 se encuentran en Latinoamérica, representando entre el 50% y 70% de actividad minera.
[quote]De acuerdo a Pedro Landa, del Centro Hondureño de Promoción para el Desarrollo (CEHPRODE), América Latina a inicios de los años 90 captaba el 12% de la inversión mineral a nivel mundial. [/quote]
Centroamérica no es la excepción. En las últimas décadas, en la región han emergido una gran cantidad de movimientos sociales con el objetivo de defender la vida y el territorio de sus comunidades. Sin embargo, múltiples son los obstáculos con los que estos movimientos se enfrentan: falta de apoyo por parte de los gobiernos hacia los pueblos, enfrentamiento entre empresarios y comunitarios, represión gubernamental ante los movimientos, y conflicto y división dentro de los mismos vecinos, son algunos de estos obstáculos que amenazan a las resistencias.
A pesar de esto, para muchas resistencias comunitarias cualquier obstáculo no será el fin de estas, al igual que para el personaje principal de Orwell en su obra 1984; resistir significa soportar cualquier dolor hasta el final.
“Si yo muero en la lucha, no temeré de morir.
Muchos morirán por múltiples razones, pero será un gran honor hacerlo por la lucha del pueblo.”
Rigoberto Aguilar, líder comunitario de Santa María Xalapán, Jalapa, Guatemala.
Resistencias en Centroamérica
Para estos grupos de personas organizadas para defender sus culturas y territorios -que en muchos casos reciben el nombre de resistencias-, el aguantar y oponerse a una acción violenta que atenta contra sus derechos, territorios y dignidad como persona, es su principal motor que los moviliza a exigir justicia por ellos y por todos sus pueblos amenazados.
Las mayores resistencias en oposición que existen actualmente tienen que ver con la invasión de territorios o devastación de estos. Deforestación, mega-turismo, hidroeléctricas y minería, son algunos de los detonadores para que las comunidades se organicen y empiecen un nuevo género de liderazgo político y movimientos sociales.
Comunidad Ngöbe-Buglé en Panamá, Resistencia Popular a la minería a cielo abierto en Crucitas Costa Rica, Sector Florida del Municipio de Tela Honduras, Santo Domingo y Rancho Grande de Matagalpa Nicaragüa, Resistencia Pacífica de La Puya Guatemala, son ejemplos de algunas resistencias comunitarias que en Centroamérica se encuentran en lucha y defensa del territorio contra megaproyectos mineros hasta la fecha.
“No es que queremos vivir así, es que queremos vivir aquí. ” Amparo García, líder comunitaria, Puerto Rico.
Es evidente que para los centroamericanos y en general para toda las comunidades en resistencia alrededor del mundo, lo que los hace similares entre luchas es el interés de hacer valer los derechos y la voz de sus pueblos ancestrales como ya se mencionó, imposiciones a modelos de desarrollo que no solo atentan contra las costumbres de las localidades, sino la vida de todos los seres vivientes que habiten en determinadas regiones.
De acuerdo a Yuri Melini, Director General del Centro de Acción Legal, Ambiental y Social de Guatemala (CALAS), citado en un documental sobre la minería en Guatemala y su percepción desde la cosmovisión Maya en San Miguel Ixtahuacán, San Marcos realizado por Antonio Ramírez, asegura que las explotaciones mineras únicamente rompen y vulneran los tejidos sociales de los pueblos mayas. La llegada de una empresa extractiva grande a una localidad reconfigura las relaciones de la comunidad, ya que la actividad minera trae consigo personas extranjeras que llegan a instalarse en la comunidad, apertura de nuevos negocios y la implantación de un nuevo modelo de vida ajeno a las conductas culturales de las poblaciones.
¿Por qué continuar resistiendo? De acuerdo a Celestino Morales, de la Resistencia Pacífica de La Puya, “Estamos luchando por una causa justa. Estamos viendo que si dejamos entrar a estos mineros, se van a destruir las fuentes de agua, destruir los bosques, contaminar la tierra. Vamos a ver una destrucción total. Pensemos que tenemos hijos y nietos, y por ello tenemos que luchar para dejarles un mundo y un pueblo sano.” La contaminación de los suelos, recursos hídricos y el aire, es otro de los motivos por los cuales las comunidades se oponen a la instalación de estos proyectos y es un tema del cual están muy conscientes, ya que aparte de limitar los recursos que con los que ya cuentan las comunidades, los acaban causando así grandes impactos al medioambiente de manera irreversible. Un claro ejemplo de ello es la extracción del oro debido a que se necesitan abundantes cantidades de agua potable para sustraerlo de la roca. De acuerdo a CEHPRODEC, las minas de oro además de hacer uso de metales como el plomo, arsénico, hierro, aluminio y mercurio, utilizan un químico altamente tóxico conocido como cianuro, que contamina de manera inmediata los recursos hídricos y produciendo así, enfermedades incurables en las personas de las comunidades cercanas a estas.
Un tema que no se puede alejar de los motivos para las luchas comunitarias, es el tema de la represión en contra de ellas y de quienes las conforman. Constantemente se encuentran en una batalla de represión por parte del gobierno y de las empresas extractivas, quienes utilizan las fuerzas antimotines de las policías estatales para crear temor e intimidación en los pobladores. A esto se suman las persistentes violaciones a la dignidad de las personas, asesinatos, secuestro de líderes, evidencias manipuladas y la criminalización de los mismos. Evidencia de esto, es el caso reciente de la Resistencia Pacífica de La Puya, en San José del Golfo, donde el pasado 23 de mayo luego de estar dos años en resistencia, fuerzas antimotines y empleados de la empresa minera se hicieron presentes violentamente, con el objetivo de abrir paso a la maquinaria para que ingresara al proyecto minero. Actualmente, varios de los líderes comunitarios de La Puya, se encuentran acusados por trabajadores de la empresa minera Kappes Kassiday & Asociates KCA y su empresa EXMINGUA, con delitos como Narcoactividad, Secuestro y Delitos contra el Ambiente, entre otros.
Para muchas resistencias, a pesar que el camino y el “resistir” es cada vez más difícil derivado a las represiones privadas y públicas que muchas veces atraviesan, también han encontrado apoyo en otros actores y personas. Preocupados por la alta demanda de empresas mineras que se imponen alrededor del mundo, así como el surgimiento de múltiples resistencias ante estos megaproyectos, también han emergido múltiples organizaciones a nivel nacional y mundial que luchan por hacer valer los derechos de las comunidades y buscar la manera de concientizar a los empresarios que a pesar que los proyectos extractivos responden a un modelo económico de grandes ganancias para ellos como inversionistas, con ello también se están violando los derechos de miles de personas que viven en las “zonas de extracción”. En Guatemala, organizaciones como CALAS o el colectivo Madre Selva apoyan y asesoran a algunos de estos movimientos, y en Honduras, medios de comunicación como Radio Progreso también se solidarizan a estas resistencias, dentro de muchos proyectos u organizaciones centroamericanas comprometidas con los pueblos. A nivel mundial, una de estas es la organización canadiense The Mining Justice Alliance, que se formó bajo la preocupación sobre las prácticas de extracción minera que representan las empresas mineras de Canadá alrededor del mundo, y que organizan actividades y manifestaciones pacíficas como forma de apoyo a algunas resistencias comunitarias.
Si existen tantas resistencias, así como asociaciones que buscan defender los derechos de esas comunidades en resistencia, ¿por qué no se encuentra solución a la crisis minera del mundo? ¿cuál podría ser la solución ante todos estos conflictos? ¿Quiénes serían los encargados de propiciar soluciones?
Definitivamente, la solución ante la crisis minera no se encuentra porque nadie la está buscando. Los responsables de poder encontrar el balance entre empresas y comunidades pueden ser únicamente los gobiernos locales de cada país en donde existen pocos actores que buscan educar y prevenir ante todo, los daños colaterales que la explotación minera representa en términos ambientales, sociales, culturales y econónimos. El primer paso será entender los conflictos como tal, para luego buscar soluciones que van sujetas a instalar mesas de diálogo que promueva la igualdad entre oposiciones, en el que el gobierno debe funcionar como intermediario y velar primero por los intereses de sus ciudadanos, para luego evaluar los beneficios económicos que una actividad extractiva representaría para el país. Tanto comunitarios como empresarios han demostrado en muchos casos, están dispuestos a buscar un diálogo que les permita llegar a conciliar sus conflictos e intereses que permitan una vida en armonía para las comunidades en resistencia.
“Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Éste es uno de esos días.”
– Ernesto Sábato –