Es fin de año y a la época siempre le acompañan las tradiciones, ideas y costumbres de siempre; pero hay algo que para muchos no cuadra, que no se siente bien, que, en medio de tanto falso amor y buenas obras, no deja de sentirse bien. Habemos quienes, vemos el nuevo comienzo que se avecina a la luz de lo que el anterior nuevo comienzo nos prometió, lo que logramos, lo que pudo ser, aquello que tiene la promesa de ser o volver, los que se fueron y los que estamos. Esta va para los que entienden el juego de palabras porque entrelineas hay un mensaje para ellos.

Para los que están leyendo, para los que necesitan unas palabras o tal vez solo que se les dedique una letra; esos que merodean por las calles con el corazón roto, repartiendo cada uno de los pedazos entre las personas que andan necesitadas de fe, luz, alegría, amor o comprensión. Capaces de sanar y reconstruir sueños a través de su don para escuchar, reír y llorar con el hermano que los busque o que los encuentra; porque en una sociedad de juguetes raídos y remendados, de miedos y rencores, de traición y falsas promesas, encontrar a uno de ellos es como magia o alquimia que transforma todo lo que eres en aquello que querías o estas destinado a ser.

Gente escondida entre la luz, visible solo para el corazón e invisible a los ojos.

A los que añoran pasados puntuales y futuros que no pudieron ser, perdidos entre presentes imaginarios y realidades que podrían ser; cuanto desean detener el tiempo, hacerlo volver o dejarlo correr hasta el final para que la vida les permita ser y vivir, no solo estar y existir. Atrapados a veces entre los hilos de quienes no saben interpretar sus palabras o entender sus anhelos, confinados al olvido, el miedo y la desesperanza, erradicadas o transformadas únicamente por aquellos instantes de amor y largas conversaciones que suceden rutinariamente o de forma espontánea.

Los que divagan entre realidades y universos que coexisten al actual, cansados de caminar y andar buscando; distraídos de la vida que pasa, de las amistades que los rodean, de la bondad que hay en ellos y alrededor de ellos, de la rutina que podría transformarlos y de lo amados que son por las personas que tienen en sus vidas. Las que están esperando el retorno de algún amado, algún recuerdo, una vieja amistad o un mensaje que les cambie el día, la semana, lo que queda del año o la vida; los que pierden la mirada en el cielo, en la ciudad o en la taza de café y así son capaces de contemplar el infinito, donde hallan sus respuestas.

Esos tan ansiosos por que todo y nada suceda, que andan planeando hasta el último detalle de un día perfecto, que para toda pregunta tienen una respuesta y para todo inconveniente una solución; y cuando más seguros se sienten de tenerlo todo resuelto, la vida llega y les cambia las preguntas, cuestiona sus motivos y les replantea todos los planes que tenían para vivir. Súbitamente nada pasa y todo sucede al mismo tiempo, nada encaja, pero tiene sentido y lo que parecía dar razón a la existencia es un vago recuerdo; la vida está sucediendo y no da espacios para preguntas en demasía o miedos infundados.

Están también los que son alegría pura, llenos de colores y soledad, de miedo y felicidad, que son la paradoja del ser, la vida y el amor; aquellos tejidos a través de las experiencias, las derrotas, la alegría, los sueños y las pesadillas, los ideales, la lucha y el amor, como güipiles que esconden mensajes entre sus hilos y al mismo tiempo comparten sus colores. Están entre nosotros, esperando ser descubiertos o que alguien tenga el valor de hallarlos; su naturaleza es compartir y despertar la verdadera naturaleza del ser a través de relatos, cuentos, historias, leyendas y canciones. Llegan de la misma forma que se van, sin ruido o alegorías, porque su corazón tiene alas, aunque si lo necesitas volverá, porque sin darte cuenta echó raíces en tu vida.

A todos los presentes en este caos que llamamos vida y en esta singularidad de nombre Guatemala; los buenos, los sanadores, los ancianos, los deprimidos, los enamorados, los aventureros, los exploradores, los rotos, los descocidos, los amigos, las bellezas raras, los cuenta cuentos, los amantes… los que estamos. Esos que no tememos dar lo que llevamos en nuestro corazón, aquellos que en medio de una sociedad y un mundo ufanado en hacernos “exitosos” decidimos ser nosotros mismos e ir más allá de lo establecido, luchando desde los rincones olvidados por la vida, el amor, el respeto y la alegría.

Por eso ahora que cerramos ciclo, que estamos a las puertas de otro “nuevo comienzo” en nuestras vidas, esta columna es para vos, para mí y para todo.

Porque no estamos solos, sino dispersos.

 

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