Jose Coronado/ Corresponsal/
Lector: ¡Cuidado! Todo lo que hace en este momento (desde encender la computadora) está siendo monitoreado, almacenado para su venta y futuro análisis.
En este decimotercer año del nuevo milenio, la realidad difícilmente podría ser más emocionante. A pesar de las desgracias en las que se encuentran grandes porcentajes de la población mundial, la luz al final del túnel nunca ha sido tan enceguecedora. La esperanza de vida está en su punto más alto. Los pobres pueden acceder a comodidades con las que un rey del siglo pasado no se atrevería a soñar. Vivimos un período de rápidos cambios, en el que un par de soñadores pueden volverse millonarios vendiendo software con forma de carne y donde algún millonario se atreve a soñar con despojar a sus semejantes de carne para volverlos software.
Es un buen momento para poner a prueba la relevancia de algunas de las paradojas que nos han intrigado desde el inicio de los tiempos: la seguridad, la libertad y la privacidad. Los avances en la tecnología de los que gozan las nuevas generaciones han transformado la vida como se conocía. Hace medio siglo sería tildado de superhombre aquel que nunca se olvidará de un viejo amigo, que siempre supiera el cumpleaños de todos, además pudiera hablar con un ruso, un haitiano y un chino en cuestión de minutos. Con un poco de esfuerzo y habilidad social, esa es una realidad tangible para la persona de hoy. Se genera una conectividad asombrosa, que conlleva, como ya hemos de saber, uno que otro riesgo.
Así que es momento de aterrizar este artículo con una referencia a sucesos recientes: Edward Snowden, celebridad de la noche a la mañana. Como oferta en una tienda de descuentos, este hombre es el vivo ejemplo del 2×1, héroe y traidor en un mismo cuerpo. Comencemos por introducir sus actos con un haiku:
¡Hoy sí que llovió!,
“Cámaras en las gotas”
Snowden advierte.
Recientemente nominado al premio Nobel, este hombre nos ha dado la oportunidad de conversar sobre un tema de importancia, no es casualidad que nos enteremos de planes gubernamentales de espionaje, y que al mismo tiempo universidades alrededor del mundo denuncien ataques cibernéticos orquestados por grupos de maleantes anónimos. En una realidad como esta me es difícil no apretar la mandíbula cuando escucho de proyectos visionarios como “Lab of Things” de Microsoft, el cual les permite a investigadores y científicos de todo el mundo monitorear y analizar aparatos (computadoras, cámaras, microondas, etcétera) dentro de casas participantes con el objetivo de obtener una buena estadística fácilmente en el desarrollo de nuevas tecnologías. Y aunque Orwell me advirtió que eventualmente los gobiernos estarían enterados de cada correo que le envío a mi abuelita, difícilmente me imagino la repercusión que existirá cuando pueda conectar Internet a un inodoro.
En fin, pareciera difícil no ser cuidadosos de lo que compartimos, calculadores de lo que escribimos, cuando Justin Carter pasa medio año en la cárcel después de intentar hacer una broma en facebook (aún una de muy mal gusto). Y cuando esta misma plataforma le vende tus gustos de cereales y tus actividades de la semana pasada al mejor postor, pareciera que a la flor del pequeño paraíso virtual de repente le salieran espinas.
¡Happy sharing!
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