María Alejandra Morales/ Corresponsal/
Finalizando la semana de la independencia se hicieron notar a través de las redes sociales, diversidad de comentarios debido al caos vial ocasionado por los “antorcheros”. Las famosas antorchas me han acompañado sin falta el 14 de septiembre a lo largo de mi vida. Aunque a primera vista parezca una actividad bastante patriótica, debo admitir que siempre he cuestionado la finalidad de la misma. Muchas de las opiniones emitidas acerca de esta celebración extrañamente coincidían. Se mostraba un sentimiento general: Correr con fuego no los hace mejores guatemaltecos. Es precisamente este punto el que pretendo argumentar.
Difícilmente alguno de los maratonistas que se prestaron el fin de semana a la carrera de la libertad, lo hicieron en honor a la misma. Me cuesta creer que alguien pueda pensar que correr con fuego simboliza la libertad de la patria. A pesar de que el patriotismo simplemente se defina como sentimentalismo respecto a la nación a la que se pertenece; el concepto va más allá de sensaciones de orgullo e identificación cultural.
Creo firmemente que quien ame a su patria debe demostrarlo a través de sus acciones cotidianas.
No se puede ser guatemalteco un fin de semana, una semana o un mes. Es más, me permito felicitar a quienes a pesar de los malestares ven a su país con orgullo y sin perder la esperanza. Pero es preocupante pensar que convertirse en un obstáculo pueda traducirse como sentimiento patriótico, cuando realmente se convierte en un impedimento para quienes día a día están trabajando por vivir en un mejor lugar. Claro, libre expresión. Pero no es posible que la libertad de expresarme a través de una marcha prive de sus derechos a miles de mis conciudadanos. Derecho a llegar a tiempo al trabajo, a casa, a una reunión o a estudiar.
Es complicado intentar comprender en qué forma con esto se fomenta una mejor Guatemala, más independiente o más soberana. Más alarmante aún, es cuestionar el patriotismo de quienes participan; entre los cuales, con grandes dificultades, podría identificarse alguien que de hecho esté haciendo algo por su país. Algún joven emprendedor que esté promoviendo en sus aulas, con sus vecinos y amigos algún movimiento que realmente convierta a Guatemala en un lugar libre, independiente e inmortal.
Qué emocionante sería de verdad ver todos los días personas intentando cambiar los paradigmas de un país que muchos condenan al fracaso.
Me gustaría ver guatemaltecos comprometidos en transformar radicalmente los índices de desnutrición, analfabetismo y violencia. Erróneamente, y por costumbre, tendemos a pensar que esas son tareas del Estado. Pero Guatemala solo es Guatemala si en ella viven verdaderos guatemaltecos. No va a dejar de serlo porque cada 4 años aparezcan personalidades totalmente opuestas para gobernar. No es posible dormirse bajo la esperanza que quien dirija a esta nación cambie radicalmente el rumbo de la historia. Una nación no es aquella que se compone exclusivamente de quienes gobiernan. Y el papel de gobernado tampoco queda relegado únicamente a poder expresarme en una celebración de la “libertad” de mi país. La cual nunca ejerzo, a pesar de que pertenezco al mismo, porque no forma parte de mis funciones y agenda trabajar para mejorarlo.
Es necesario que Guatemala deje de contaminarse de humo de antorchas una vez al año y se contamine mejor a diario de personas, verdaderos patriotas, dispuestos a asumir la responsabilidad de sentar las bases para construir un cambio. Que las expresiones patrióticas dejen de ser solo sentimentalismo y melancolía y se conviertan mejor en acciones que verdaderamente nos hagan sentirnos orgullosos de pertenecer a este lugar.
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